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BUEN VIVIR BANCARIO

                                                                  
                                                                                                                       Absalón Méndez Cegarra

El indigenismo del Altiplano Boliviano ha dejado su impronta en el lenguaje de la mal llamada “revolución bolivariana”.  El gobierno nacional y sus seguidores, acostumbrados  a cambiar el nombre de las cosas para hacer ver que  cambian, sin cambiar, que  innovan,  aunque, no hagan  nada,  ha  dejado de hablar de mejoramiento de la calidad de vida del venezolano y de su  bienestar social. Estos términos son  sustituidos  por  “buen vivir”. El “comandante” mandó  imprimir, incluso,  una tarjeta del “buen vivir” y,  su hijo putativo,  la sustituyó por el “carnet de la patria”. Vivir con hambre, sin alimentos, medicinas, atención médica,  recrudecimiento de enfermedades  erradicadas,  vacunas para prevenir enfermedades o tratarlas cuando aparecen,  transporte,  escuelas, producción nacional,  agua, electricidad, telefonía, trabajo precario, delincuencia desbordada, corrupción  e inflación galopante, entre otros muchos males que tenemos, es el “buen vivir” de esta farsa  revolucionaria.
La novedad del momento es lo que denominamos el “buen vivir bancario”. La vida del venezolano  transcurre, ahora,  en una cola  permanente. Largas colas  debemos hacer en las entidades bancarias para retirar, por cuotas, nuestros salarios y pensiones  o los depósitos de dinero,  que, en mala hora, nos vimos obligados a realizar, confiando en la seriedad de un sistema bancario, liderizado por la banca pública creada por el Estado.
Las fichas o víveres con las que se pagaba el  salario a los trabajadores en  la Venezuela rural, se han sustituido, contraviniendo la Ley, por tarjetas de débito, crédito o transferencias bancarias. El dinero en efectivo se ha convertido en un bien escaso que se tranza en el mercado del “bachaquerismo” bancario y comercial con tasas de interés que pueden llegar hasta el 40%.
La Ley Orgánica del Trabajo establece, que: “El salario deberá pagarse en dinero efectivo. Por acuerdo entre el patrono y el trabajador podrá hacerse mediante cheque bancario o por órgano de una entidad de ahorro y préstamo u otra institución bancaria (…) No se permitirá el pago en mercancías,vales,fichas o cualquier otro signo representativo con que quiera sustituirse la moneda (…)” ¿Qué está pasando en la Venezuela actual con el salario o las pensiones que reciben los trabajadores? Simplemente, que, las mismas no se pagan, el gobierno ha ideado un artificio para decir que paga, sin hacerlo. Lanza dinero ficticiamente a la calle, inorgánico, sin que existan los medios de pago, motivo por el cual la banca que, hipotéticamente,  recibe los dineros correspondientes a salarios y pensiones no puede hacerlos efectivos. Ese dinero queda secuestrado por obra y gracia gubernamental. Los titulares de salarios y pensiones debemos permanecer día tras día en las entidades bancarias para retirar migajas que no alcanzan ni siquiera para adquirir un jugo cualquiera. Es decir, que el gobierno se ha apropiado de un dinero que no le pertenece. Ha creado lo que en otros países se ha denominado “corralito” para no admitir que está en bancarrota.

 Podemos pensar, también  que  estamos en presencia de  un acto más de corrupción gubernamental para terminar de arruinar  la sociedad nacional. Con el dinero  efectivo está ocurriendo lo mismo que con los alimentos y medicinas y con el precio de los mismos.  No hay dinero, alimentos o medicinas,  pero, se consiguen. Entonces,  ¿quién maneja esta red de delincuencia organizada?,  pues, el mismo gobierno nacional. Existen depósitos de alimentos y medicinas abarrotados de estos productos, custodiados por la guardia nacional,  para venderlos a precios increíblemente elevados, siguiendo la pauta que marca el dólar libre, tan cuestionado y tan querido al mismo tiempo  por  las personas, funcionarios, militares, empresarios,  que obtienen dólares a Bs. 10 mil,  para tranzarlos en efectivo o en  mercancías a un equivalente, para el momento, que ya supera la barrera de los Bs.50 mil.  Lo mismo está sucediendo con dinero efectivo. Alguien lo obtiene, lo acumula y lo vende como cualquier otra mercancía. En este nuevo mercado, un bolívar se obtiene por uno con  cuarenta céntimos de bolívar.  Mientras tanto, los trabajadores dormimos y permanecemos en los bancos, “viviendo bien”, a la espera que abran para retirar mesadas, en el mejor de los casos, de Bs. 10 mil. El caso que produce más  coraje en la población es el  de la banca pública. El banco insignia del gobierno nacional, creado en revolución, sin vergüenza alguna, dice a sus clientes “obligados” que sólo está funcionando para depósitos. No hay retiros.

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