Absalón Méndez Cegarra
En varias oportunidades hemos afirmado que Venezuela se ha convertido en los últimos años en un gran laboratorio de experimentación política. Aquí, en materia, política, hemos ensayado de todo. Recientemente, el Doctor Héctor Silva Michelena ha logrado publicar una sistematización de textos y un análisis de los mismos bajo el título de: “Pensadores de La Democracia”. El libro de H. Silva M, estoy seguro de ello, es una invitación a los venezolanos a leer y releer los clásicos y no clásicos que han estudiado el tema de las formas de organización del poder político, no otra cosa que las formas de dominación, ideadas por los seres humanos a lo largo y ancho de la historia conocida, con el firme propósito de encontrar explicaciones a lo que sucede en Venezuela, en dónde hemos creado y mantenemos una dictadura militar, o, militar no cívica, con ribetes democráticos. Dicho de otra manera, una democracia sin pueblo.
La palabra democracia, como se sabe, proviene del griego demos, pueblo, y cratos, poder, autoridad. En consecuencia, popularmente, se entiende, como el poder o gobierno del pueblo por el pueblo. D. Cabanellas, en su Diccionario de Derecho Usual, sintetiza, al igual que lo hace Silva Michelena, el significado de la palabra democracia y refiere a qué cosa, fenómeno o hecho social le es aplicable.
Cabanellas, señala, que, la democracia significa “el predominio popular en el Estado, el gobierno del pueblo por el pueblo; o, al menos, a través de sus representantes legítimamente elegidos, que ejercen indirectamente la soberanía popular, en ellos delegada”. Ni más ni menos que lo que establece el artículo 5 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Agrega, Cabanellas, que, “La democracia se concibe como una forma de Estado dentro de la cual la sociedad entera participa, o puede participar, no solamente en la organización del poder público, sino también en su ejercicio”. El autor distingue entre democracia directa, lo que resulta imposible en las sociedades actuales; representativa (el Parlamento, la Asamblea Nacional) y teórica. “Teóricamente, la democracia se basa en la forma de intervención popular en el gobierno, mediante el sufragio relativamente universal y libre, la libertad de discrepancia y el derecho de oposición pacífica; y se propone en el fondo, o como finalidad, impulsar el bienestar de todas las clases sociales (…)”
En Venezuela, constitucionalmente tenemos una democracia representativa, pues, bien lejana ha quedado la participación protagónica y la democracia directa. Ya no es posible engañar más. Entre nosotros se ha entronizado una democracia virtual o una ficción de democracia, vendible en el mercado exterior, no, en el interno, en dónde tenemos, una de las degeneraciones del Estado que Aristóteles identificó: la democracia degenera en demagogia.
Cuatro ramas del Poder Público Nacional se han confabulado para aniquilar la forma representativa de la democracia. Estas cuatro ramas del Poder Público Nacional: Ejecutiva, Judicial, Electoral y Ciudadana han armonizado sus intereses para acabar, aplastando, la voluntad y la soberanía popular, representada en la rama más importante del Poder Público: la Legislativa, la cual da la ficción de democracia, la que hace pensar a la gente que se vive en una democracia, que la población participa en la organización de los poderes públicos y en su ejercicio, la que hace creer a todos los venezolanos que somos pueblo y en él reside la soberanía y la base de legitimidad de los gobernantes.
H. Silva M, con la inteligencia que le caracteriza, encabeza su libro con un epígrafe, en el que cita a Alexis de Tocqueville, en su obra: “La Democracia en América”: “Quiero imaginar - dice Tocqueville- bajo qué rasgos el despotismo podría darse a veces en el mundo; veo una multitud innumerable de hombres iguales y semejantes, que giran sin cesar sobre sí mismos para procurarse placeres ruinosos, con los que llenan su alma”. Esta no es una cita casual. Al contrario, es la más acertada para decirle al mundo la verificación en la práctica, en la realidad, lo que imaginó Tocqueville. En este laboratorio de experimentación política que es la Venezuela actual, la ficción democrática, ha degenerado en despotismo, con una multitud de hombres y mujeres aplaudiendo, hasta rabiar, la manera como los déspotas humillan, vejan y desconocen la voluntad soberana del pueblo.
La democracia que aparece elegantemente vestida en la Constitución, carece de su carácter esencial: el pueblo; por consiguiente, es una democracia sin pueblo.
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