Absalón Méndez Cegarra
Venezuela, ayer y hoy, es un país de contrastes; pero, nunca, esos contrastes se habían agudizado tanto, como ahora, al punto de presentar un escenario grave de conflictividad social y política. Se habla, a menudo, de la polarización política; pero, francamente, no sabemos si tal cosa es cierta, pues, a decir verdad, en lo que suele identificarse como polos políticos: gobierno y oposición, existen tantas fisuras, divisiones e intereses, que mal puede llamarse polos, consolidados como tales, pues un polo aglutina, congrega, unifica, concentra; y, lo que vemos es todo lo contrario. Lo que, sí, se está potenciando en la actualidad en Venezuela es una fuerte polarización social entre un 20% de la población que lo tiene todo y un 80% de la población que no tiene nada. Unos, porque nunca lo han tenido; y, otros, porque le han arrebato todo lo que habían logrado con trabajo honrado y esfuerzo personal, inclusive, sus esperanzas. El 20% que vive bien, que disfruta del “buen vivir”, lo encontramos en el gobierno y en la oposición; igualmente, el 80% que vive mal.
La guerra de la que tanto habla el gobierno es la que está librando el 80% de la población para sobrevivir a esta catástrofe política y social que, unos y otros, han logrado cubrir con el manto del referendo revocatorio, al cual no nos oponemos, pues, estamos de acuerdo que se realice, no como única opción, mientras que la población se muere literalmente de hambre por falta de alimentos y de mengua por ausencia de atención médica y medicinas. Esta es la verdadera cara de la desigualdad social que existe entre los venezolanos.
Cada factor de poder que llega a ser gobierno condena las ejecutorias de quien lo obtuvo con anterioridad. Aparecen cifras de las enormes diferencias existentes entre los distintos sectores de la sociedad, y, por supuesto, las infaltables propuestas y promesas de solución. Los críticos de ayer que pasan a ser gobierno hoy, hacen lo mismo que sus antecesores; pero, agudizan la inteligencia para presentarse como novedosos. De la noche a la mañana se dan a la publicidad cifras que hablan de la disminución del desempleo, de la pobreza, ahora, jerarquizada, del analfabetismo, de la erradicación de enfermedades, de las mejorías en el campo de la salud, la educación y el trabajo, la distribución de la renta (“ahora, el petróleo es del pueblo y Venezuela es de todos”), del empoderamiento del pueblo y el fortalecimiento de la democracia y la comunidad, en fin, de las maravillas de la gestión de gobierno. Los organismo internacionales se ufanan publicando cifras de logros gubernamentales que son aportadas, curiosamente, por el mismo gobierno, por tanto, favorables. En consecuencia, en cifras, se muestran logros notables. En la realidad, en el día a día de los venezolanos, esa cifras no le dicen nada, pues, la mayoría de ellas son maquilladas y engañosas, tal es el caso del índice de Precios al Consumidor que publica el BCV o su índice de inflación; igual, las cifras de atención médica, de morbilidad, de empleo, de escolaridad, etc, que da a conocer el INE.
Lo expuesto viene al caso ante la lectura de un libro interesante del autor Göran Therborn (2015), bajo el título: “Los campos de exterminio de la desigualdad”, editado por el Fondo de Cultura Económica. Therborn, analiza a profundidad y con abundancia de cifras, apoyado en abundante bibliografía, la situación de la desigualdad en el mundo entero. Algunos países de América Latina, entre ellos Venezuela, salen bien librados en el demoledor análisis del autor en referencia, debido a la intensificación de la política del “goteo” que caracterizó la gestión gubernamental del Presidente Chávez. A partir del año 2012 las cosas han cambiado tanto que las áreas de la desigualdad que beneficiaban a Venezuela se han venido abajo y la desigualdad se ha multiplicado en todos los campos, como lo advierten las investigaciones económicas y sociales de reciente data.
Therborn, concibe la desigualdad, como “(…) la capacidad desigual para funcionar en plenitud como ser humano, la capacidad desigual para elegir una vida de dignidad y bienestar en condiciones imperantes de tecnología humana y conocimiento humano”. Y, distingue tres tipos de desigualdad en los seres humanos, todos medibles mediante la elaboración-construcción de series de indicadores, a saber: desigualdad vital; desigualdad existencial; y desigualdad de recursos. La primera, refiere, “a la desigualdad socialmente construida entre las oportunidades de vida a disposición de los organismos humanos”, y, se mide mediante indicadores de salud, por ejemplo. La segunda, “a la asignación desigual de los atributos que constituyen la persona, es decir, la autonomía, la dignidad, los grados de libertad, los derechos al respeto y al desarrollo de uno mismo”. Y, la tercera, de uso más frecuente, es la que “(…) adjudica a los actores humanos recursos desiguales para actuar”.
Venezuela, con cifras de los organismos internacionales, suministradas, como hemos dicho, por el gobierno nacional, pasa el examen sin mayores dificultades en la desigualdad vital y existencial, y, la política asistencialista (misiones sociales), le ayuda considerablemente en la medición de la desigualdad de recursos; pero, esta cara positiva empieza a cambiar drásticamente a partir del año 2012. La desigualdad, en todos sus tipos, se ha profundizado en la nación venezolana y, aún cuando se oculten las cifras o se prohíba su divulgación, las encuestas particulares y las evidencias empíricas permiten señalar el deterioro total de las condiciones materiales y no materiales de vida de la población venezolana. Esta situación, ya, no puede ser escondida ni maquillada. El INE registra, que el 33% de la población se encuentra en situación de pobreza; que, entre 2013 y 2015, los hogares en situación de pobreza aumentaron en 12% y la pobreza extrema se incrementó en 2,4% (Diario 2001,8-9-16, p 10). Estas cifras, en nuestra opinión, conservadoras, son confirmadas por investigaciones científicas realizadas en las Universidades Nacionales, tal es el caso de la investigación sobre pobreza que lleva a cabo el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB.
La mejor carta de presentación de Venezuela era en torno a la desigualdad existencial; pero, el enorme salto dado por Venezuela de la “dictocracia política” a la “dictadura”, para utilizar la terminología de Therborn, ha puesto al descubierto la violación constante y permanente de los derechos humanos y, por derivación, la desigualdad existente entre los venezolanos.
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