Absalón Méndez Cegarra
La casta de robolucionarios que se hizo del Poder Público Nacional hace 17 años se encuentra, en la actualidad enloquecida, desesperada, metida en un túnel sin salida. La desesperación no es buena consejera. El gobierno y el PSUV, bajo este marco, procuran cerrar todos los caminos de la civilidad democrática. Le quedan muy pocas opciones. Por lo que se observa, agotadas estas vías, el mantenimiento en el Poder, pasa por darle “un palo a la lámpara”. Sólo un gobierno obtuso, autoritario, no creyente en las formalidades del Estado de Derecho, puede recurrir a la represión y al encarcelamiento de la disidencia para frenar la potencialidad de la inconformidad social.
El sistema judicial venezolano es un aparato obediente, sumiso, dependiente de la voluntad del Ejecutivo Nacional. Los jueces, han pasado a ser apéndices del PSUV y sus líderes, quienes los utilizan a su real saber y entender. La Justicia en Venezuela ha dejado de ser ciega. Ahora, es tuerta, ve para un solo lado, el conveniente, el necesario, el que satisface las apetencias del amo.
La medida tramposa, engañosa, truculenta de la jueza que ordenó bajo la argucia fantasiosa de un supuesto “plan de fuga” la reclusión, nuevamente, de Daniel Ceballos, consiguientemente, la suspensión de la medida humanitaria acordada en el pasado reciente, plenamente justificada, de casa por cárcel en atención a problemas de salud, es, sencillamente, un acto gubernamental no judicial, sino de desesperación, de miedo, terror, ante lo que significa el pueblo en la calle protestando por un mal gobierno, que, además de malo por inepto, incapaz y corrupto, es violador de los derechos humanos y represivo, autoritario, dictatorial.
Daniel Ceballos, junto con otros líderes políticos encarcelados, es, hoy, para Venezuela un símbolo de la lucha social por la libertad y la democracia. Se equivoca el gobierno si piensa que encarcelando la disidencia su cara represiva e inepta mejora, al contrario, se arrastra más por el suelo para ser pisoteada por un pueblo que le rechaza y repudia. Igualmente, se equivoca, si piensa que encerrando tras las rejas a Daniel Ceballos, encierra, también, sus ideas, su pensamiento político, su vocación de servicio público y su lucha social. A la cárcel va el cuerpo humano, no las ideas y las convicciones, éstas se mantienen libres como el viento.
Daniel Omar Ceballos Morales es un joven dirigente político del partido Voluntad Popular. Desde temprana edad está incorporado a la lucha política y social. Es oriundo de Bailadores, Municipio Rivas Dávila del Estado Mérida, por lo tanto, nuestro paisano. Nació en el campo, en el piedemonte paramero, en Río Arriba, Aldea Las Playitas, en el lugar donde comienza el hermoso Valle del Mocotíes. Es hijo de Miguel Omar Ceballos y de Nancy Morales, honorables y honrados trabajadores rurales. Es nieto de Don Macario Ceballos, dirigente comunal, agricultor, trabajador incansable. Daniel lleva su sangre campesina. Sus padres y ascendientes le enseñaron a luchar por la libertad, a ganarse el pan con el sudor de la frente, a luchar contra la injusticia, la exclusión y la desigualdad social. Sus primeros estudios los realiza en la Escuela de su Aldea natal, Las Playitas, luego viaja a San Cristóbal capital del Estado Táchira para continuar estudios, ingresa a la Ilustre Universidad Nacional Experimental del Táchira y se gradúa de Ingeniero Agrónomo con honores, primero en su promoción. Se destaca como alumno excelente y dirigente estudiantil, miembro del cogobierno universitario. La política le reclama por lo que alterna el quehacer político que lo lleva, primero, a la diputación a la Asamblea Legislativa del Estado y, posteriormente, a la Alcaldía del Municipio San Cristóbal, con estudios de Postgrado en Venezuela y en el exterior. En su ejercicio como Alcalde electo por aplastante mayoría, desafiando todo tipo de maniobras oficialistas, lo sorprende su primer juicio judicial, bajo la supuesta argumentación de desacato, entendida tal medida, como la negativa a impedir que la gente tachirense protestara por el sufrimiento al que ha sido sometido por el gobierno nacional. Argumento total y absolutamente absurdo, pues, ningún juez, decente y bien formado, salvo los mercenarios y sumisos, tipo bachiller “Mujiquita” de la novela venezolana Doña Bárbara, puede, pretender, en su sano juicio, que un hombre, cualquiera sea su cargo, impida la creciente de un río que ha aumentado su caudal y, por tal causa, arrastra a su paso todo lo que encuentra. Esta decisión judicial, eminentemente política y ordenada por la superioridad, lleva a la cárcel a Daniel Ceballos y, consecuencialmente, se le suspende del ejercicio como Alcalde Municipal. Sí, la sentencia judicial tuviese un ápice de fundamentación jurídica, la lógica indica que el Presidente de la República y sus Ministros de Relaciones Interiores, desde hace tiempo deberían estar en la cárcel por no cumplir con su deber de garantizar la seguridad ciudadana y la convivencia social.
Ceballos, por quebrantos de salud, logra una medida que suspende la privativa de libertad en una cárcel común por su casa de habitación y se le impide la libertad de expresión y el contacto con el mundo exterior; pero, el pánico gubernamental ante la amenaza de un pueblo desbordado en la calle, molesto por tanto atropello y la ruina del país, se inventa un falso “plan de fuga” y mediante engaños invade la morada de Ceballos y lo lleva nuevamente a la cárcel, con lo cual se pretende amedrentar a un pueblo que ha perdido el miedo, que ya no teme a los esbirros de un régimen opresor y ha dicho basta. Esta situación no puede continuar.
Daniel Ceballos lleva sangre comunera, indígena, andina, paramera, de gente de trabajo, agricultores, a quienes no los amedrenta la adversidad, porque para arrancar el fruto de la tierra de montaña se necesita tener fuerza, vocación para el trabajo, constancia y perseverancia. Esa sangre de luchadores corre por las venas de Ceballos como corre el río que lo vio nacer por el Valle del Mocotíes. El Mocotíes descarga sus aguas en lago de Maracaibo, por ser afluente del río Chama. Ceballos es ese rio que traerá aguas para limpiar a Venezuela de tanta impureza. Que traerá democracia, libertad y justicia social. Los barrotes de la cárcel no son los que van a detener o desviar el torrente del río que ha llegado a su desembocadura. Esa desembocadura, como en 1928 y 1958, se llama “libertad”. Ceballos, es otro mártir de la robolución bolivariana que tanto ha enlodado el nombre de El Libertador de la Patria.
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