Absalón Méndez Cegarra
Hace algunos años, Hugo Chávez,
en un evento internacional, tropezó de frente con el Presidente de los Estados
Unidos, Barack Obama, se saludaron,
quizá, por primera vez, y, acto seguido, Chávez, le obsequió un
ejemplar del libro “Los Condenados de la Tierra” de Frantz Fanon, publicado en
Francia en el año 1961.
El libro de Fanon, causó revuelo
y furor en los países atrasados.
Se constituyó en lectura obligatoria en las Universidades y, en particular, en los sectores de izquierda de la época, debido a la
radiografía que el autor hace en su obra
del colonialismo, del racismo y de las condiciones de vida del campesino
africano, situación presente en muchos pueblos latinoamericanos y del resto del
mundo.
Lo curioso del obsequio
presidencial, cuya lectura no fue hecha correctamente, en su momento, es lo siguiente: Chávez, regala a Obama el proyecto de destrucción de
la nación venezolana que tenía en mente y había comenzado a desarrollar, obra
que dejó inconclusa como legado a su
ungido, Nicolás Maduro, para que la continuara,
quien, no ha vacilado un instante
en continuar la obra destructiva ya empezada. Por eso la publicidad: “Venezuela
Indestructible”. Lo destruido no puede destruirse más.
La obra de Fanon, en su versión
chavista-madurista venezolana, bien podría tener por título: “Los Condenados a
Muerte”. Chávez y Maduro, con sus ejecutorias gubernamentales, han convertido
un país libre, en colonia; un país amplio y tolerante, en excluyente y
sectario; un país amante de la paz, en uno violento y guerrerista; un país en
progreso, encaminado a su desarrollo, en uno miserable, hambriento y enfermo;
un país con valores sobre el derecho - deber de trabajar y el
ganarse la vida honradamente, en uno de menesterosos, mendigos de la
cosa pública y parásitos sociales, vulgar clientela partidista.
Estas reflexiones las motivan una
entrevista realizada por la periodista Shirley Varnagy, en su programa radial
de la mañana, a tres destacados profesionales de la medicina y al padre de una
niña de 10 años, trasplantada de un riñón, cuyo trasplante, logrado con
esfuerzo supremo, está a punto de perderse y, con él, la vida de la niña,
porque en Venezuela, justo en el Hospital J. M de Los Ríos, centro hospitalario
público donde fue intervenida exitosamente, no existen las condiciones y las medicinas para evitar el rechazo del
órgano trasplantado y, además, como si fuera poco lo anterior, el órgano ha
sido afectado por una bacteria, debido a las pésimas condiciones de higiene y
salubridad del hospital. Una verdadera tragedia humana y en el gobierno bailan
y ríe de contentos.
En la entrevista en referencia, los médicos entrevistados, con larga trayectoria y experiencia como
especialistas y en la dirección de
hospitales públicos y privados, dieron
cuenta de la gravísima situación que estamos viviendo los venezolanos en
materia de atención médica hospitalaria. Las cifras, publicadas o no, sobre
mortalidad infantil, morbilidad infantil y general, desnutrición, etc, que
defenestraron a una de las Ministras de Salud, se quedan cortas ante la
realidad médica asistencial que denuncian los venezolanos ilustres
entrevistados, a quienes no se les puede calificar de opositores, sino de
médicos, humanos, con ciencia y conciencia del deber médico, dispuestos a abandonar su oficio, si es
necesario, antes que incurrir en
violaciones a la ética médica y a su razón
como seres humanos.
Venezuela está enferma es el
calificativo dado. Luego de años de gloria, si se quiere, de la medicina
venezolana, con indicadores de salud comparables a los de cualquier país
desarrollado, hemos llegado al foso, al
precipicio, en caída libre. En Venezuela muere, hoy, el que tiene
recursos económicos y el que no tiene para procurarse servicios de atención
médica y medicinas. El dinero no sirve para atender problemas de salud en el
país, simplemente, porque las instituciones públicas y privadas de salud, están
destruidas, desmanteladas, con equipos de alta tecnología dañados, sin insumos,
sin medicinas, sin personal, quirófanos infectados, sin aire acondicionado, en
fin, un “sistema” de salud en ruinas. Acudir
al médico, al parecer, ya es una
práctica innecesaria, pues, el médico muy poco puede hacer, si ordena
determinado récipe y el paciente no consigue las medicinas o no tiene acceso a
ellas, ordena un examen diagnóstico especializado y no puede ser realizado, ordena una
intervención quirúrgica programada o de emergencia y no hay como llevarla a
cabo. Los venezolanos estamos definitivamente, condenados a muerte.
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