Absalón Méndez Cegarra
Para escuchar a los voceros
principales de la iniciativa -
convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y sus posibles bases de la convocatoria, así,
como a la caterva de sumisos acólitos que le acompañan,
incluyendo, supuestos abogados constitucionalistas, se requiere armarse de
valor y tomar una buena dosis de dramamine para contener las náuseas, pues, es
tal el cúmulo de disparates, contradicciones y mentiras que divulgan, que, al
parecer, estamos ante una improvisación más de consecuencias impredecibles.
A estos señores antes de
hilvanar tantos disparates les
convendría revisar el pensamiento y doctrina de verdaderos juristas formados en el campo constitucional que
tenemos y hemos tenido en Venezuela, con
obra escrita sobre la materia, entre otros, José Gil Fortoul, Ambrosio Oropesa,
Humberto J. La Roche, José Guillermo
Andueza, Allan R. Brewer Carías, Ricardo
Combellas, Jesús María Casal, Julio César Fernández, Tulio Chiossone y José M.
Delgado Ocando. Pero, sí, el sectarismo
nos lleva a despreciar la doctrina patria, giremos la vista a la doctrina
internacional y revisemos las obras de Karl Loewenstein, Ferdinad La Sallé, Manuel
García-Pelayo y el jurista italiano
Paolo Biscaretti di Ruffía, para solo citar unos pocos.
Una revisión de la obra jurídica
de éstos y otros connotados jurista nacionales y extranjeros no le vendría nada
mal a estos voceros y a su séquito y, temo, que a sus abogados asesores, para quienes, al parecer, la
Constitución, es, hoy, al igual, que
ayer, una norma acomodaticia que se puede interpretar de cualquier manera y
amoldarla al antojo del poder, es decir, lo que algunos autores, han señalado
como la confección de “un traje a la medida”.
En este momento se impone en
Venezuela por parte de los medios de comunicación masivos y del sistema
educativo formal, en todas las instancias, informar sobre aspectos básicos,
esenciales, de la Constitución, qué es, su elaboración, contenido, por qué y
para qué de una Constitución, sus clasificaciones, etc, a los fines de crear
una cierta cultura ciudadana que evite tanta falsedad y engaño por parte de los
interesados en elaborar dicho traje a la media.
En Venezuela se había avanzado mucho en el empoderamiento de la gente de
lo establecido en la Constitución de 1999 y, precisamente, por ese avance, es
que la gente rechaza, hoy, la iniciativa
y convocatoria a una ANC para redactar una “nueva Constitución” porque entiende
que la vigente lo que requiere es cumplimiento pleno, no derogatoria.
La teoría y doctrina constitucional
nos enseña, que, el término constitución, es multívoco. Hay que tener precisión cuando
se utiliza en un sentido o en otro. Nos enseña
a distinguir en sentido jurídico-político,
una Constitución originaria de
una Constitución derivada; una rígida, de una flexible; republicana,
monárquica, socialista, popular; federal o centralista; ideológica-programática
o utilitaria; real o ficticia; escrita o no escrita, consuetudinaria. Para algunos autores, estas clasificaciones lucen obsoletas, por oposición a las
clasificaciones modernas: Constitución
“sustancial”; “formal” y “documental.
Constitución “nominal”; “normativa”; y,
“semántica”.
La Constitución del 99, es, en
principio, originaria, rígida, republicana, federal, programática, escrita, formal
y normativa. Pero, la necesidad de la camarilla gubernamental de permanecer en el poder y arrebatar las
atribuciones de la Asamblea Nacional, depositaria de la voluntad popular, única
excusa no expresa para el cambio de traje, pretende hacer de la Carta Magna del
99, legado de Chávez, un pacto ficticio,
que no emane de un “cuerpo electoral
interpelado necesariamente mediante referéndum” (Constitución “Formal”,
según Biscaretti), convirtiéndola, a la
postre, en una Constitución “semántica”, a decir de Eduardo Rozo, citando a
Loewenstein, “(…) tipo de Constitución que, en lugar de servir de limitación
del Poder, la Constitución es aquí el instrumento para estabilizar y eternizar
la intervención de los dominadores fácticos de la comunidad. El traje no es en
absoluto un traje, sino un disfraz”. Es decir, que a los hijos de Chávez,
beneficiarios de su legado hereditario, les resulta, ahora, incómodo, someterse
a los dictados de un pacto político-social que juraron cumplir cabalmente hasta morir.
El pueblo, en su casi totalidad,
se ha pronunciado en contra de la patraña gubernamental de escamotear la
Constitución, simplemente, porque un
sector de sus redactores, encuentra, ahora, difícil hacer realidad lo pactado.
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