Absalón Méndez Cegarra
El Diario Panorama
de Maracaibo, Estado Zulia, en su edición del día 19-03-2017, publicó una nota
que calificó, así: “11 “elefantes blancos” de Odebrecht en Venezuela”.
Odebrechet es la empresa de nacionalidad brasileña, constructora de grandes
obras de ingeniería, esparcidas por el mundo entero. Su carta de
presentación en nuestro país la
identifica, así: “Odebrecht Venezuela. 25 años contribuyendo con el crecimiento
de Venezuela”. La empresa está siendo investigada en muchos lugares del planeta
por supuestos hechos de corrupción, mejor, compra de altos funcionarios
públicos, para lograr jugosos contratos, capaces de enriquecer a muchos de
manera directa e indirecta. Pero, fue necesaria la caída de dos presidentes de
Brasil, estrechamente ligados con la empresa para que se levantara la lápida que mantenía sepultada el enorme caso de corruptela administrativa que
vincula y compromete a Jefes de Estados y equipos de gobierno completos en
muchos países.
Para las
naciones involucradas con la empresa en
este gigantesco episodio de vulnerabilidad del poder con la compra de
voluntades, entre ellas, Venezuela, el problema no es sólo de dinero perdido,
mal habido, se trata de algo más, proyectos de construcción, de
infraestructura, necesaria para el país, iniciada su construcción,
pagada la obra, no concluida,
paralizada; pero, inaugurada estruendosamente por el gobierno nacional en
demostración franca y abierta de fraude al Tesoro Nacional, irrespeto a los
ciudadanos e irresponsabilidad gubernamental impune. El cementerio de obras
inconclusas en Caracas y el resto del país sobrepasan con creces los “11
elefantes blancos” que denuncia el Diario Panorama.
Brasil, otrora
gigante económico latinoamericano, camina de fraude en fraude, generando la
mayor desconfianza del mundo. Ayer, el
fraude Odebrecht; hoy, el de la exportación de carne adulterada, causante de
quién sabe tantas intoxicaciones, enfermedades y muertes, que bien, pudiese ser
calificado de genocidio y crimen de lesa humanidad. La llamada izquierda
latinoamericana, bautizada en tiempos recientes, como “socialismo del siglo
XXI”, con varios jefes de Estado a la cabeza en rol de dirigentes, dan a
conocer un proceso bastante complejo en el acontecer político latinoamericano
digno de estudio a profundidad, pues, tal parece que la pasantía por la
formación teórica del marxismo-leninismo y las estadías en los países del socialismo real donde se formaron muchos de estos “líderes”
del robo y la corrupción, fue la escuela preparatoria para iniciarse en el delito
organizado a gran escala, lo que contraría absolutamente la prédica de antaño
que el socialismo era la nueva ideología de la redención social de los pueblos
hambrientos y oprimidos de la tierra. El socialismo que enarbolan estos
marxistas de pacotilla no es más que el socialismo del robo en nombre del
proletariado. ¡Enorme frustración y desengaño! Muerte de ilusiones juveniles.
Flaco servicio el que le hacen estos delincuentes a la teoría marxista.
Pero, Brasil,
no anda ni ha andado sólo en estas grandes pillerías, le han acompañado y
acompañan otros países y políticos dirigentes del orbe. La corrupción administrativa
requiere de dos manos: la que ofrece y la que
da y recibe. Se trata de un delito con varios actores. Hasta estos
momentos ocultos, encubiertos, porque aun disfrutan de las mieles del poder
como sucede en Venezuela, cuna principal de la exportación del delito brasileño,
en la que no ha quedado incólume ni siquiera la supuesta grandeza y
heroicidad de la guerrilla colombiana.
Chávez y Maduro fueron grandes aliados de Lula. Igualmente, Fidel, Raúl, Evo,
Rafael, Cristina, Ernesto y muchos más. El gobierno nacional, anticipándose a
los acontecimientos, ha prohibido hablar
mal de Chávez. El agua derramada no se puede recoger. El mal está hecho.
Odebrecht hermanó a buena parte de los Jefes de Estados
latinoamericanos en la corrupción y hoy
los expone ante el mundo como los grandes corruptos de la humanidad. Odebrecht
es la constructora de la corrupción. Por esta y otras razones, el Presidente de
Odebrecht debería salir de la cárcel y conferírsele de inmediato el Premio Nobel en Economía, pues, se trata de un zar de las finanzas, un mago
de los negocios y, sobre manera, un
conocedor a fondo de las miserias del poder político y de su debilidad por el
dinero, fragilidad y facilidad para empeñar voluntades.
Brasil y
Odebrecht, todavía, tienen mucho que
decir y hacer en América. Corresponde el
turno a la compra-venta de basura para alimentar los CLAP.
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