Absalón Méndez Cegarra
A los venezolanos, de manera increíble
e inexplicable, de la noche a la mañana, pareciera que nos ha aplastado una
lápida, que una pesada carga nos ha caído encima y se ha apoderado de nosotros,
paralizándonos. La elección fraudulenta
de una ANC, su instalación sombría y sus primeras actuaciones, nada pacíficas
por lo demás, han sido para los
venezolanos un cataclismo, hemos quedado mudos e inactivos. Estamos seguros que muchos venezolanos no comparten
esta opinión de desánimo, porque, según juzgan, y, están en lo cierto, no lo
niego, se han logrado muchas cosas impensables meses atrás.
Hoy, queremos referirnos a un
tema que nos preocupa sobremanera. Se trata de la vida y conducta universitaria. Comparto el que en la dinámica del país hay
asuntos prioritarios y asuntos secundarios; pero, nos resulta difícil
establecer linderos entre unas y otras
cuestiones. No hay duda que lo prioritario es salvar el país y, luego, salvar
la institucionalidad. Pero, en nuestra humilde opinión, la Universidad Nacional
es el país.
Vemos, con preocupación y alarma,
que la Universidad Central de Venezuela (UCV) se encuentre de vacaciones, con
sus espacios vacíos, desolada, inactivada, con su comunidad disfrutando o no, un descanso,
para la gran mayoría de sus miembros, inmerecido. La UCV tiene paralizada o semi-paralizada
aproximadamente dos años, producto de
paros, algunos, justificados, otros, no, decretados arbitrariamente por autoridades universitarias, por sindicatos
y gremios, o, por sindicatos y gremios, con el beneplácito de las autoridades.
A partir del momento que se iniciaron las acciones de calle en Venezuela, abril
2017, y,
aparecieron las dificultades ciertas para la movilización en la ciudad,
el Consejo Universitario de la UCV y de otras Universidades, tomó la decisión de no decidir, al acordar lo
que denominó “flexibilización”, lo cual fue entendido como no hacer nada, cada
quien, permanezca en su casa tranquilo,
no se mueva. Los argumentos para paralizar cada vez que nos viene en gana,
sobran. Cualquier cosa que ocurre en el país es un motivo para suspender
actividades académicas: docentes, de investigación y extensión universitaria.
Cuando éramos estudiantes universitarios, allá, por los años 60; sí, en un país lejano como Egipto, había una epidemia de gripe, aquí,
los estudiantes salíamos a protestar, ahora, no, todo es calma y tranquilidad.
La consigna de entonces era “estudiar y luchar”; la, de ahora, es “vagar y cobrar”. Los únicos y exclusivos perjudicados son los
estudiantes, quienes se resignan a perder semanas, meses y años de actividad,
porque profesores, empleados administrativos y obreros están de paro, por no se
sabe cuál razón ¡Ah!, eso, sí, los
alumnos pierden clases, sus años escolares; pero, los trabajadores no dejamos
de cobrar completo y regularmente, sin importar sí los sueldos alcanzan o no
para sobrevivir. En nuestro criterio, y,
asumo toda la crítica que sobrevenga, hasta la expulsión gremial, no tememos a
nada de ello, ni siquiera a que se nos califique que nos hemos colocado del lado del gobierno,
esto es una gran irresponsabilidad con nuestras obligaciones laborales y el
cumplimiento del deber y una actitud criminal con los estudiantes, con los
jóvenes, precisamente, con el futuro del país. Lo extraño, es, que los
estudiantes se marchen para sus casas sin decir nada, sin exigir el
cumplimiento de obligaciones por parte de quienes reciben un pago por la
prestación de un servicio: la docencia, que no lo prestan. En otras ocasiones,
las puertas del CU y decanatos se
hubiesen venido al suelo y las autoridades estuviesen secuestradas. Hay que
reconocer una cosa, un grupo pequeño de estudiantes se quedó en las calles y
ofrendó su vida a la tiranía, a la represión, ojalá, y, la causa, no haya sido
inútil; pero, otro cantar hubiese sido
sí tuviésemos a todas las universidades del país activas, cero vacaciones, como
muestra de lucha, rebeldía, desobediencia y desacato. Piensamos, en nuestro
fuero interno, que, de alguna manera,
actuamos en complicidad con los que promovieron el estado de cosas que
estamos viviendo los venezolanos.
En septiembre, sí, es que para ese momento, queda, todavía, algo de país y de Universidad,
regresaremos a las aulas, luego del
receso vacacional, nos reencontraremos con una Universidad mucho más
deteriorada que la que dejamos sola en abril y temo que hace dos años. Ignoro
la cara que los profesores presentaremos a los estudiantes que retornen, pues,
muchos ya han desertado y se han marchado en búsqueda de mejores horizontes.
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