Absalón Méndez Cegarra
Venezuela, cumple,
inmerecidamente, 18 años de mal gobierno, lo
que ha significado para sus habitantes 50 años de atraso y deterioro
alarmante de su calidad de vida.
En el año 1998, con apoyo popular
y de los factores reales de poder, mediante elecciones libres, universales y
secretas, conquistó la Presidencia de la República un oficial de mediana
graduación de las FAN, quién había fracasado, años atrás, en un intento del
Golpe de Estado contra un gobierno constitucional, encabezado por un demócrata
a carta cabal. En el año 1999, este militar golpista, inicia su primera gestión de gobierno proclamando la solución de los problemas
nacionales con lo que cautivó una importante militancia que al final se convirtió en una clientela política
corrupta y mercenaria. Las palabras pronunciadas en el discurso
de toma de posesión, suerte de carta de redención social, política,
económica y cultural, muy pronta se desvaneció como el agua entre las manos.
Tres hechos importantes, en nuestro
criterio, fueron determinantes, los tres,
profundamente lamentables. La
llamada “vaguada de Vargas”; el Golpe de Estado del año 2002; y, el incremento
del precio del petróleo en el mercado internacional.
Con la “vaguada de Vargas”, se
consolidó la corrupción administrativa en el país y el sector militar entendió
el mensaje que en Venezuela se podía robar los dineros públicos impunemente. El
Golpe de Estado dio a conocer al Presidente todo el poder que tenía y el uso
que podía hacer del mismo. Y, la subida de los precios del petróleo, permitió
la entrada de dinero en abundancia, de
manera exorbitante, en un país sin planes para utilizar el exceso de recursos en programas de inversión
orientados a alcanzar el desarrollo y progreso social, razón por la que la
renta petrolera se convirtió en factor de corrupción, atraso económico y social, creando las bases
para un gobierno despilfarrador, ostentoso, mesiánico, populista, entreguista y
ramplón.
Venezuela desde el año 1999 hasta
el presente, ha tenido continuamente un gobierno desastroso el cual ha llevado
el país a una situación deplorable y ruinosa, sumiendo al pueblo en una
situación de miseria y pobreza no
frecuente en el planeta, en particular, en países favorecidos por inmensas
riquezas naturales. Venezuela, es el único país petrolero en ruinas,
empobrecido, endeudado y vendido a los nuevos imperios políticos, económicos,
comerciales y culturales.
Investigaciones y estudios realizados en el
mundo para conocer las diversas realidades de los pueblos, revelan que nuestro país se ubica en los últimos lugares en cuanto se refiere a desarrollo, crecimiento
económico, progreso social y cultural, calidad de la democracia, innovación,
ciencia y tecnología, desarrollo industrial, educación, salud, nutrición,
infraestructura física, agricultura, servicios, etc; pero, ocupa los primeros
lugares, cuando se trata de corrupción administrativa, totalitarismo,
represión, delincuencia, narcotráfico, inflación y
crimen organizado. Venezuela, es, en consecuencia, el país paradójico. A mayor
cantidad de recursos disponibles, mayor atraso, subdesarrollo, entreguismo y dependencia.
Pero, la dinámica nacional es
esencialmente compleja, difícil de entender bajo cánones convencionales. El mal
gobierno que hemos tenido los venezolanos durante los últimos 18 años ha dañado
el tejido social a tal punto que la miseria es reconocida por un sector mayoritario de la población
como una virtud; y, la corrupción administrativa, para el resto
de la población, como una gran oportunidad para el enriquecimiento sin causa,
lo que merece ser reconocido y premiado.
Ambas virtudes, han creado la sociedad parasitaria del no trabajo, al parecer,
el mejor estadio para una población que no cree en el trabajo como valor y
factor de desarrollo individual y social. A esta conclusión debemos llegar al
analizar los resultados electorales del pasado 15 de octubre, los cuales
hablan, más allá de los supuestos o reales actos fraudulentos, de una población
masoquista que brinda elogios y gratificaciones
a quienes le han robado el futuro, robado sus esperanzas y condenado al
hambre, la miseria y a morir de mengua por falta de atención médica y medicinas
para curar las nuevas y las emergentes enfermedades.
Este fenómeno social debe ser
estudiado a profundidad. Pues, no es posible, entendible mucho menos, que una población que
se queja a diario por los graves problemas políticos, sociales y
económicos que tenemos, premie al creador de este desastre nacional con el favoritismo
electoral.
Comentarios
Publicar un comentario