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MULTIPOLARIDAD DEL PODER PÚBLICO EN VENEZUELA

                              

                                                                                                                         Absalón Méndez Cegarra

En varias oportunidades, en este espacio y en otros, hemos señalado con preocupación que Venezuela se ha convertido en un gran laboratorio de experimentación política. Entre nosotros, la organización, el sistema político no marcha con normalidad, como lo pauta el ordenamiento jurídico que crea y regula dicho sistema político. La Constitución y la Ley van por un lado y la dinámica real del Poder Público va por otro, lo que plantea la necesidad de su análisis, porque podría pensarse en una situación de anomia; pero, imaginamos,  que las cosas van mucho más allá de la anomia, es algo que hemos optado por llamar la multipolaridad del Poder Público.
La doctrina constitucional y la ciencia política nos enseñan a diferenciar entre Estado y Gobierno, de ahí, que se hable de formas de Estado y formas de Gobierno. Esta diferenciación la encontramos con nitidez en los artículos 4 (forma de Estado) y 6 (forma de Gobierno) de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Ahora bien, la columna vertebral de la parte orgánica de la Constitución, es, en verdad, la forma de organización del Poder Público. La parte dogmática de la Constitución y otros aspectos contenidos en ella, sirven, simplemente, de decorado, en nuestro criterio. En el desarrollo constitucional y legal del Poder Público encontramos la esencia, el fundamento de la organización política en sentido formal y, en la vida diaria, encontramos la esencia de la organización política en sentido real.
Llamamos multipolaridad del Poder Público, a falta de mejor término, no a la polaridad partidista-ideológica reinante en el país, sino a las distintas cabezas que se erigen como poderes-cuasi Estados o cuasi gobiernos-  en la vida pública venezolana, situación, como hemos señalado, extremadamente compleja de comprender y, más aun, de explicar.
En Venezuela tenemos una forma de Estado y una forma de Gobierno, consecuencialmente, una forma de organización del Poder Público, pautada expresa y taxativamente en  el texto constitucional vigente.  Pero, tal cosa no pasa de ser una formalidad, lo que los constitucionalistas denominan  “hoja de papel”. Sin trascendencia alguna. Un traje para comparecer en sociedad.  En segundo lugar, tenemos, otro polo,  el tipo de Estado real, el que crea y sirve de sustento al gobierno y al Pode Público, es decir, la organización política que crean los factores reales de poder, en el caso de Venezuela el PSUV y las FAN. Este es el verdadero Poder Público, el que no atiende a ninguna regularidad, el que no cree en Estado de Derecho, en el principio de legalidad, en la separación orgánica de las ramas del poder público, en derechos humanos, en fin, en nada, lo que se resume en la famosa frase atribuida a Luis XIV: “El Estado soy yo”. Polo éste en propiedad llamado “Estado Forajido”, “Estado Fallido”. Un tercer polo, lo constituye, la Asamblea Nacional, debida y legalmente electa, integrada por Diputados, representantes directos de la población venezolana, con facultades para dictar el ordenamiento jurídico y controlar las ramas del Poder Público; pero, a la que el polo político real que gobierna y se traduce en el Estado, es decir, los factores reales de poder, ignoran, desconocen y atropellan, con lo cual se violenta e ignora la voluntad popular expresada libremente mediante el voto universal, secreto y directo. El cuarto polo, vamos a llamarlo de poder estatal-político, es,  esa cosa rara, ese  esperpento que se ha dado en denominar Asamblea Nacional Constituyente, creada de manera inconstitucional e ilegal, la cual, con un actuar tragi-cómico pretende refundar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y dictar una nueva Constitución  y, mientras, tanto, dicta actos según los constituyentistas de marras, que van desde qué cosa y cómo podemos comer los venezolanos hasta el sometimiento y subordinación de todos los poderes públicos, bien o mal constituidos.
Finalmente, tropezamos, con otro polo de poder real, el de la población llana, pura y simple, que ha llegado a la conclusión que no existe ni reconoce  Estado alguno,  ni gobierno, ni Poder Público, ahora, sí, una situación anómica, extremadamente grave y peligrosa, pues, puede imponerse fácilmente, como ya lo estamos viendo, la “Ley de la Selva”. Cada quien crea y aplica su propia ley. Y, en esta conducta reina la autarquía y la impunidad total. La indisciplina social global, pues, carecemos de todo: servicios públicos, administración de justicia, alimentos, medicinas, etc, que nos   debemos procurar de cualquier manera, a riesgo de la vida misma si es necesario.



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