Absalón Méndez Cegarra
Venezuela, durante toda su
historia republicana, ha sido un país receptor de población migrante. El pueblo
venezolano se ha caracterizado por su hospitalidad y amplitud de pensamiento en
cuanto a movimientos migratorios, independientemente de las causas o motivos
que lleven a las personas a tener que migrar de su país de origen. Venezuela ha
sido y es puerta abierta al mundo.
La Venezuela actual o, la que
dejamos hace 20 años, es impensable sin el aporte de quienes un buen día
decidieron formar parte de esta tierra sin ser nativos de ella. Los alemanes de
la Selva Negra fueron traídos a las montañas altas de la región central para
construir patria grande como lo revela, hoy, la Colonia Tovar, poblada por
gente honesta y trabajadora. Luego, vienen los expulsados europeos, víctimas de la
primera y segunda guerra mundial y, también, de la guerra civil española. Con
estas corrientes migratorias se nutre el campo venezolano, la industria, el
comercio, la academia y la investigación científica. En la década de los años 50 llegan a Venezuela los
migrantes italianos y portugueses a construir el “gran ideal nacional”. Es la
época de la modernización, en especial, de la ciudad capital. Finalmente,
Venezuela atrae la migración por razones políticas (exiliados políticos)
proveniente del Cono Sur y por razones socio-económicas y de desplazamientos de
población de los países andinos.
Con estos componentes migratorios
se forma el arco iris poblacional que es
hoy Venezuela. Tierra amplia, generosa y buena. Pero, Venezuela, también, ayer,
por motivos políticos, envió a muchos venezolanos al exilio. Y, hoy, por causas
mucho más complejas, es exportador neto de población, invirtiéndose totalmente
la relación receptor/exportador.
Los analistas del proceso
migratorio venezolano y los que enfilan sus investigaciones al tema de la
ocupación territorial señalan que Venezuela ha sido un país pasivo, libertario,
que, en los momentos que su población
tuvo que salir de sus fronteras, fue para liberar a pueblos subyugados,
nunca para colonizar y dominar. Por eso, es muy lamentable lo que estamos
viendo en estos momentos difíciles y cruciales de la patria venezolana. El
petróleo venezolano ha servido para muchas cosas, entre otras, para comprar
voluntades, adquirir armamentos y pagar
soldados mercenarios para que vengan a asesinar a nuestros nacionales.
La diplomacia petrolera se ha
retratado totalmente en las recientes actividades de la Organización de Estados
Americanos (OEA). Un pequeño grupo de países, hasta hace poco colonias, amamantados por la ubre petrolera, se ensañan contra Venezuela y se
alegran de ver sufrir a su pueblo. Países amigos de Venezuela, según reportan
algunos visitantes, como Colombia,
Dominicana y Panamá, hasta ayer, buenos
vecinos, hoy, nos maltratan, nos humillan y ofenden, pues, al parecer somos los
pobres del mundo, y, la pobreza, contrario a lo que se piensa, genera rechazo, repulsión, apesta, posiblemente, reacciones bien ganadas, pues, hasta hace poco tiempo, algunos venezolanos con posibilidades económicas, fuera del
país, se comportaban ostentosamente.
El hecho insólito que tenemos en
la actualidad es la presencia de fuerzas invasoras y de soldados mercenarios´ enviados por Cuba y
Bolivia, para acribillar a los venezolanos que luchan contra un
régimen oprobioso, cruel, asesino,
violador de los derechos humanos, total y absolutamente deslegitimado. Pronto llegará el día en el cual Venezuela se vea en la imperiosa necesidad de
revisar las relaciones con gobiernos y pueblos de estos países, así como de
todo El Caribe. Es inadmisible para un pueblo fraterno como el venezolano, que
ha abierto sus puertas a todo el que ha querido venir a convivir con nosotros,
sin discriminación alguna, al contrario, concediéndole sitial de honor, que
tengamos, formando filas de esa vergüenza que es en los momentos la guardia
nacional y la policía nacional, cubanos y bolivianos, vestidos de verde oliva,
asesinando a nuestra juventud, el futuro de la patria. El odio y el
resentimiento no son sentimientos queridos por los venezolanos; pero, las heridas causadas por estos mercenarios
durarán tiempo en sanar. La presencia de cubanos y bolivianos en la sociedad
nacional no es bienvenida. Con sobradas razones, aun, rompiendo con nuestra
acendrada tradición hospitalaria, fraterna, debemos decir a los “cubanos y bolivianos” que han pretendido hacer de Venezuela su
colonia, su patio trasero, no los queremos en nuestro territorio. No es
xenofobia. Es, rabia, sentir y
dolor nacional.
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