Absalón Méndez Cegarra
En Venezuela, posiblemente, en otros países, el tiempo de un
dirigente político suele medirse por generaciones. Las generaciones tienen
indudablemente que ver con la edad
cronológica, pero, sobre todo, con algún hecho o acontecimiento histórico. En
Venezuela, se habla, por ejemplo, de la generación del año 1928; 1936; 1945; 1958; 1999, para
referirse a la camada de dirigentes políticos que surgió a la luz pública en contra de la dictadura de J.V.Gómez; el
amanecer democrático con E. López Contreras; la revolución de octubre; la lucha
contra Marcos Pérez Jiménez; y, la hija de las intentonas de golpe de Estado
del año 1992, que alcanzó el poder en el año 1999.
Cuando se habla de generaciones
se piensa que se suceden unas a otras en forma lineal y que se van sustituyendo.
En el caso venezolano la situación es completamente diferente. Una generación
se convierte en obstáculo de la siguiente. La posibilidad que tiene un líder
político de surgir con luz propia es
cometiendo parricidio, es decir, matando al padre de la generación anterior, dividiendo
el partido, o, sometiéndose, sumisamente, a la voluntad del Jefe del partido.
Los partidos políticos de la
Venezuela moderna dan cuenta de este fenómeno político generacional. Acción
Democrática y su fundador, Rómulo Betancourt, no permitieron el despunte de
jóvenes como Domingo Alberto Rangel y Américo Martín, para citar solo algunas jóvenes promesas. COPEI y su
fundador, Rafael Caldera, obstaculizaron el liderazgo de jóvenes como Eduardo
Fernández y Oswaldo Alvarez Paz. El partido Comunista, igualmente, abortó a
Pompeyo Márquez y a Teodoro Petkoff.
La generación nacida al calor de
los golpes de Estado fracasados intentados por militares liderizados por Hugo
Chávez, tiene una existencia efímera,
debut y despedida, debido a la inconsistencia política ideológica de las
organizaciones políticas que la acunaron y de sus padres putativos. Dos
momentos estelares (2014-2017) sirvieron para que un grupo de jóvenes, recién
dejadas las aulas universitarias, fuera conquistado por organizaciones
políticas de reciente aparición (Voluntad Popular, Primero Justicia, Un Nuevo
Tiempo) y, cual trapiche, lo triturada inmerecidamente. La generación política
de Julio Borges, Enrique Capriles, Leopoldo López, y, por supuesto, con retardo
generacional, Henry Ramos Allup, Manuel Rosales
y Henry Falcón, entre otros, se apropió del Movimiento Universitario
“Manos Limpias” y de la “Salida”, a sus
integrantes, los incorporó a su seno y, a unos les ensució las manos
tempranamente; y, a otros, los llevó al
matadero para sacrificarlos durante cuatro meses de calle, de confrontación
pública, que el gobierno se encargó de calificar de terrorismo.
Del movimiento “Manos Limpias” no
queda ni el recuerdo. Sólo personas muertas, heridas y presas por
“guarimberos”, tal fue el calificativo dado por el gobierno. La “salida” tiene un saldo más dramático. Más
de un centenar de muertos, miles de heridos y miles de detenidos. Alcaldes y Magistrados, presos y en exilio. Esta
“salida” fue provocada y convocada por las organizaciones políticas lideradas
por Borges, Capriles, López y Falcón; pero, los que salieron a la calle a
exponer sus vidas fueron Pizarro, González, Guevara, Olivares, Paparoni y otros, hoy arrinconados
como niños regañados, mientras el nido de serpientes de donde vienen negociaba
y negocia parcelas de poder con el gobierno nacional, a espaldas del pueblo de Venezuela, el cual se siente
brutalmente engañado y traicionado.
El 15 de octubre constituyó un
terremoto para la mal llamada oposición reunida en la MUD, la cual aspiraba un
triunfo electoral, que de entrada se sabía perdido; pero, había que participar
para que la MUD legitimara a la ANC, al CNE, al TSJ y a Maduro. La MUD regaló
las elecciones regionales al PSUV,
sacrificando la base juvenil del grupo
partidista, falsamente unido, y, nos atrevemos a decir, su futuro como
instancia política.
Pizarro, Olivares, González,
Guevara, Paparoni y muchos más, lamentablemente, han muerto políticamente antes de tiempo,
prematuramente, lo confirma su desaparición física de la escena política post
15 de octubre, lo que constituye una lástima, una pena, porque estos jóvenes se
mostraban como una verdadera promesa
para el cambio y la transformación social. Sólo una sincera
reflexión sobre los errores cometidos,
colocar las cosas y
responsabilidades en su justo lugar, los librará del ostracismo al que fueron conducidos por sus captores
políticos. Éstos señores no podrán seguir engañando a la sociedad nacional.
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