Absalón Méndez Cegarra
La base que sustenta al gobierno
nacional y sus instituciones es el engaño, la falsedad y la mentira. La
comunidad internacional y los
venezolanos conocen suficientemente lo
que sucede en el país El gobierno se empeña en mentir. En propagar,
interna y externamente, la especie que
aquí no sucede nada. Todo está perfectamente bien. Además, tenemos un
Presidente de la República, amigo de todos, no insulta ni maltrata a nadie, amigo de la
clase obrera, quien, además, ruega a sus adversarios políticos que se sienten
alrededor de una mesa para conversar, dialogar y analizar las nimiedades que
ocurren en el país, y, para que no quede dudas de su afán de diálogo, trae como
testigo a su Santidad el Papa Francisco. La canciller de la República, quien,
con solo oírla hablar, produce repulsión, se ha hecho experta en el arte de mentir y se molesta cuando en los
foros internacionales se burlan en su
propia cara de la maraña de mentiras que
utiliza para defender lo indefendible, mostrando fotografías tomadas especialmente
para justificar el mentir y el engaño y, todavía, tiene la osadía, la
pretensión, que los países del planeta le crean, ignorando que más tarda ella
en recibir tales fotografías que el mundo en enterarse, en vivo y en directo,
del acontecer político, económico y social
venezolano.
Una cosa es ver directamente y
participar activamente de las luchas que libra el pueblo venezolano para salir
de la pesadilla gubernamental que nos ha tocado en suerte; y, otra, muy
distinta, es ver los toros desde la barrera, esperar que nos cuenten lo
sucedido.
El día martes 4 de abril del año en curso el
pueblo de Caracas salió a las calles a protestar pacíficamente, molesto por la
serie de arbitrariedades y abusos que viene cometiendo el Poder Ejecutivo,
Judicial, Electoral y Ciudadano. La población no logró concentrarse. Todas las
calles y avenidas de acceso al sitio seleccionado de concentración, Plaza
Venezuela, fueron tomadas por la Guardia Nacional y por la Policía Nacional
Maduristas. El despliegue militar y policial fue exorbitante. Nunca visto. La
represión fue, sencillamente, criminal. Se impidió cualquier tipo de avance de
los manifestantes. Todos quedaron
atrapados en la Avenida Libertador, a la altura del Centro Comercial Los
Cedros. La Guardia Nacional y la Policía hicieron demostración del armamentismo
con el que han sido dotadas y activaron todo el poder ofensivo contra un pueblo inerme
e indefenso. Los recursos económicos con los cuales se podría satisfacer el
hambre del pueblo y la falta de medicinas, se utilizan en comprar armas para
arremeter brutalmente contra el pueblo. Mientras esto sucedía, el oficialismo
marchaba tranquilo por las calles de Caracas dando vivas al dictador que agrede
y atropella al pueblo, lo cual es costumbre del oficialismo cada vez que los no
afectos a la dictadura intentan tomar la calle pacíficamente.
Lo sucedido el día 4 de abril
deja varias lecciones necesarias de ser asimiladas. Primera, la gran mentira
gubernamental de “todo el poder para el pueblo”. Falso. Lo que el gobierno ha
prometido y cumple, enarbola y hace gala
de ello, es su promesa de “toda la
policía y cuerpos armados contra el pueblo” para impedir que hable mal de la
dictadura. Segunda, la infiltración de la marcha con policías y colectivos
armados, vestidos de civil y en motos particulares, que se enfrentan, inclusive
a los policías y guardias uniformados. Ellos son los que fomentan los
disturbios, lanzan piedras y otros objetos, se agreden unos a otros para
presentar un saldo de víctimas. Tercera, algo sumamente grave, policías vestidos de civil, armados, disfrazados de periodistas. Presenciamos un espectáculo
sumamente interesante. Dos muchachos,
jóvenes, con carnet de periodistas, fueron brutalmente atacados por
uniformados, les destrozaron sus cámaras fotográficas y le robaron sus
pistolas. Se aliaron a golpes y se amenazaban unos a otros con denunciarse ante el Ministro Reverol, si
no les entregaban sus pertenencias. Cuarta. Lo más sorprendente. El gobierno no
las tiene todas consigo. Hablando con los policías de manera civilizada nos
manifestaron estar de acuerdo con la lucha que el pueblo desarrolla, pues,
ellos, son pueblo, también, y sufren las mismas penurias de casi todos los
venezolanos, excepción hecha de los gobernantes. Acuden a las calles a
resguardar el orden público porque los mandan y ese es su trabajo; pero, lo
hacen, algunos, por supuesto, en contra de su voluntad; otros, los delincuentes
a sueldo, se solazan agrediendo a los manifestantes.
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