Absalón Méndez Cegarra
En el programa radial matutino del afamado locutor Juan Manuel La Guardia, mejor conocido como “Full Chola”, correspondiente a la edición del día 25-11-2016, refirió una anécdota atribuida al General Juan Vicente Gómez, en tiempos de su ejercicio como Presidente de la República. Señaló el locutor, que, Gómez, acostumbraba, de vez en cuando, visitar algunas dependencias públicas para cerciorarse de su buen o mal funcionamiento. En una ocasión se le ocurrió anunciar su visita al Hospital Psiquiátrico de Caracas. El Director del Hospital y el personal a su cargo, se encargaron de preparar a los pacientes hospitalizados para que cuando llegara el Presidente aplaudieran, gritaran viva el Presidente y dieran vítores por su llegada, como en efecto sucedió. El Director del Hospital observó que tres pacientes se mostraron imperturbables, no aplaudieron, ni gritaron. Al retirarse el Presidente Gómez, el Director del Hospital se acercó a los pacientes que no habían manifestado alegría alguna y les preguntó, el por qué. La repuesta de los pacientes no se hizo esperar: Doctor, “porque no estamos locos”.
La anécdota es sumamente oportuna y pertinente, independientemente, de su veracidad. En la semana del 20 al 26 de noviembre el Presidente de la República actual, con lo cual no lo estamos comparando con Gómez, pues, no existe patrón de comparación alguno, no ha dejado trabajar a sus subalternos ni estudiar a los estudiantes. Todos los días los ha convocado a Miraflores para que lo aplaudan y festejen cualquier cosa, entre ellas, su cumpleaños. La población que acude a estos actos, de obligatoria asistencia para sus súbditos y fieles colaboradores, igual, para sus mercenarios, es preparada, previamente, sobre los momentos en los que deben aplaudir a rabiar, el tipo de elogios presidenciales, los vivas a Chávez y a Maduro, ahora, a Fidel, y a sus ejecutorias gubernamentales, y, por supuesto, los ataques al imperialismo, sin identificar a cuál imperialismo se refieren, pues, ahora, existen varios; a la oposición; a los empresarios que trabajan; y, en fin, a los millones de personas que están en desacuerdo con el proceso de destrucción nacional llevado a cabo por el gobierno nacional, atribuido a terceros, mediante el expediente de la “guerra económica” y la “campaña mediática”.
Para evitar las deserciones, los supervisores dotan de vestimenta adecuada a los feligreses presidenciales, ofrecen carburante en especie y metálico, transporte, pasan lista e imponen sanciones que incluyen el despido de la función pública, razón por la que la carrera administrativa no existe, no hay funcionarios públicos, sino trabajadores contratados por el sector público, por lo que se puede salir de ellos sin cumplir procedimiento alguno.
El Director del Hospital Psiquiátrico de Gómez, preguntó, por el silencio de tres pacientes, y, recibió la repuesta correcta. Sólo a una persona loca se le podía ocurrir celebrar la visita de Gómez Los tres pacientes, como los niños y los borrachos, dijeron la verdad. No estaban locos, no tenían motivo alguno para aplaudir. Y, es que hay que estar loco de remate para aplaudir la gestión gubernamental de Chávez y Maduro. Dos alquimistas de la destrucción. Reyes Midas al revés. Todo lo que tocan los pulverizan, lo destruyen.
La gran dificultad que tenemos los venezolanos es la de poder entendernos y entender lo que nos sucede. Resulta tarea sumamente compleja conocer y lograr explicar la grave situación que vivimos. Para el gobierno no hay nada que explicar. Todo marcha bien. Las pequeñas y temporales dificultades que padecemos tienen su origen en la conspiración internacional contra Venezuela que ha hecho disminuir los precios del petróleo y en la guerra económica establecida por la oposición y la burguesía nacional. Al lograr vencer estos pequeños obstáculo las cosas marcharán sobre rieles perfectamente alineados. Para la oposición o los sectores adversos al gobierno, todo se reduce a la salida de Maduro de la Presidencia de la República. Mientras tanto, la población, el venezolano común y corriente, los trabajadores, se mueren de hambre y de mengua esperando medicinas y asistencia médica. El signo monetario se ha pulverizado, ha perdido totalmente poder adquisitivo. Hoy, pueden llenarse de mercancías, importadas o no, todos los anaqueles de auto mercados y abastos del país, los productos quedarán para la exhibición, pues, no hay dinero para adquirirlos.
Ahora bien, entre los venezolanos comunes y corrientes, que nos estamos muriendo de hambre y mengua, encontramos, extrañamente, dos grupos, como en la anécdota de la visita del General Gómez al Hospital Psiquiátrico. El grupo de los que aplauden las ejecutorias del Presidente Maduro, es decir, los “locos”, con el respeto que merecen las personas con padecimientos mentales. Y, el grupo, de los que no aplauden nada, simplemente, porque no están “locos”, aunque, podría decirse, que estamos en el borde de la locura debido al poder de atracción que la insania mental tiene y, según el decir, no se sabe quiénes son los “locos”, sí, los que están de un lado o del otro. Esto tiene que ver con el concepto de “normalidad” en el ser humano.
El concepto de “normalidad” es tema de discusión no superada de la Psiquiatría como rama de la medicina y de los psiquiatras. ¿Quién es normal? No lo sabemos. Todo depende del patrón de normalidad que se utilice. No hay duda que la Psiquiatría tiene mucho que decir en la Venezuela actual. Más allá de adhesiones afectivas o compradas a un determinado sector, resulta complejo entender y mucho más aún explicar la conducta sado-masoquista de un sector de los venezolanos, los que a diario, voluntaria u obligatoriamente, uniformados, de paso, se juntan para dar vivas y glorias al Presidente Maduro y a su gobierno por habernos condenado a morir de hambre y haber empobrecido a la casi totalidad de la población en Venezuela, al punto que nos hemos convertido en los miserables del mundo, tal es la recepción que recibe el venezolano fuera de nuestras fronteras. Posiblemente, las personas que buscan restos de comida en los basureros están más cuerdas y, los que todavía, no lo hacemos, llamamos “locos”, que los que acuden al Palacio de Miraflores a escuchar las pamplinas presidenciales y a desgañitarse en vítores ante la magistral obra gubernamental, aunque al llegar a sus casas, sí es que llegan vivos, no encuentren ni siquiera un mendrugo de pan para saciar el hambre propia y la de sus hijos. Al parecer, asunto de psiquiatras. Estamos o no estamos locos lo venezolanos o nos falta poco.
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