Absalón Méndez Cegarra
Los acontecimientos más recientes en materia de política monetaria y las decisiones desacertadas e improvisadas, cuya autoría, se atribuyen al Presidente de la República, revelan ante la sociedad nacional y el mundo entero que el gobierno no disfruta de buena salud mental, al contrario, padece de un desequilibrio psíquico que obliga a pensar en una junta médica psiquiátrica, que no incluya al alcalde del Municipio Libertador, por supuesto, a los fines de determinar si el Presidente y buena parte de su equipo de gobierno están en condiciones mentales de continuar en el ejercicio de sus cargos. El poder enferma, ciertamente; pero, en nuestro caso, el haber dispuesto del cargo de Presidente de la República, como si se tratase de un regalo, hecho a una persona no preparada psíquica e intelectualmente para el cabal desempeño de la magistratura del Estado, tiene que haber producido en el recipiendario de tan altas responsabilidades, una perturbación mental que merece ser atendida con urgencia antes que tal desequilibrio contamine a la población entera y pasemos de la neurosis colectiva que ya tenemos a una situación psicótica, de total disociación de la personalidad individual y del carácter nacional.
En menos de 30 días, el Presidente de la República y su equipo de gobierno ha tomado en serie, entre otras decisiones disociativas, las siguientes: La Superintendencia de Bancos, ordena a la Banca Nacional que a partir del ¡° de diciembre, la máxima cantidad de dinero que podrá ser retirada de la Banca es Bs 10.000, por operación diaria, lo que genera en la población una gran preocupación e incertidumbre que conduce a un retiro masivo de dinero el cual es pagado con billetes de baja denominación; el Presidente de la República, ordena a la Banca, que a las personas jubiladas y pensionadas se les cancele sus mesadas pensionales con billetes de alta denominación; el Presidente de la República, en un arranque de locura, sin explicación alguna, previo a un feriado bancario, decreta que en 72 horas toda persona que posea billetes de Bs 100,00 debe, obligatoriamente, deshacerse de ellos, pues, salen de circulación. En adelante, el Jefe del Estado, prorroga el lapso, lo recorta, lo vuelve a prorrogar, lo recorta, nuevamente, gira instrucciones de todo tipo, para después, dejar sin efecto lo aprobado y volver a la situación anterior, es decir, conceder plena vigencia al billete de banco en cuestión, en momentos que la población se había desprendido de ellos, comercios y servicios no los aceptaban y quien o quienes los poseían en abundancia, provenientes de negocios no lícitos: militares, empresarios y altos funcionarios gubernamentales , lograron, con éxito, lavarle la cara a la ilicitud, como muy bien lo ha reseñado la prensa internacional; pero, los signos de la insania gubernamental no terminan en estas decisiones disparatadas. Hay otros. Desde la jefatura del gobierno se miente abiertamente, se falsifica la realidad, se atribuye responsabilidades propias a terceros, se inventan hechos, acontecimientos que no sucedieron, se agrede a gobiernos extranjeros, se crean mitos y fantasmas como los de la guerra económica, para justificar errores propios.
Una situación como la producida por la torpeza gubernamental solo puede explicarse por vía de un estado de insania gubernamental. El artículo 232 constitucional establece que el Presidente de la República es responsable de sus actos; por consiguiente, el Presidente debe responder por el daño patrimonial causado a millones de venezolanos; pero, sobre todo, por el sufrimiento causado a la población en diversos aspectos de su vida, pues, las medidas absurdas adoptadas la ha dejado sin dinero para adquirir los bienes y productos escasos que se consiguen, a precios super elevados, para satisfacer sus necesidades básicas. El artículo 233 de la Constitución, establece con claridad meridiana, que la incapacidad mental es causal de destitución del Presidente de la República, situación que se dio en la República del Ecuador, cuando un pueblo atormentado eligió a un enfermo mental como Presidente de la República. En nuestro medio, tenemos, también, un lejano antecedente, la sola postulación para presidir la República, llevó al postulado a enfermar de la mente, lo que obligó la búsqueda de nuevo candidato.
La enfermedad mental es humana, como cualquier otra enfermedad; no hay nada cuestionable en ello. Lo censurable es que se deje en manos de una persona enferma la conducción de la sociedad, la calidad de vida y el bienestar de todo el colectivo nacional.
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