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GANADOR QUE NO COBRA, PIERDE

               
                                                                                                                         Absalón Méndez Cegarra

Los juegos de envite y azar, las apuestas en general, lícitas o no,  tienen su código secreto y, algunas veces, no tan secreto. Una vieja canción mexicana califica las deudas de juego como deudas de honor y éstas se cobran y pagan como sean, inclusive, con la muerte del deudor. 
La referencia al carácter de las apuestas viene al caso al analizar la situación política que estamos viviendo en Venezuela. Los venezolanos somos de mente olvidadiza. Muy rápidamente olvidamos el pasado,  los hechos y sus autores, aún, los  más recientes. Posiblemente, se trate de una virtud y no de un defecto. 
Los historiadores afirman que los hechos históricos no se repiten. Que un hecho histórico no puede llevarse a un laboratorio para reproducirlo en los mismos términos y condiciones que le determinaron originalmente, como ocurre con otro tipo de experimentos. La regla es verdadera. Pero, no niega que hechos relativamente similares logren repetirse, ciertamente, bajo circunstancias totalmente diferentes, particularmente, en el campo de la política. 
La historia política venezolana reciente da cuenta de episodios relacionados con la Presidencia de la República  y otros Poderes Públicos, en  los que el ganador, por no cobrar, pasó a ser perdedor.  
De acuerdo con algunos historiadores patrios y analistas políticos, en el año 1952, Jóvito Villalba, candidato a la Presidencia de la República por el Partido Unión Republicana Democrática (URD) gana las elecciones; pero, éstas  le son arrebatas por Marcos Pérez Jiménez, es decir, ganó, no cobró, y, perdió. Más actualmente, Andrés Velásquez, del Partido la Causa R, gana las elecciones presidenciales, no cobró, y, aparece como ganador Rafael Caldera. En pleno siglo XXI, Enrique Capriles Radonsky, compite electoralmente con Nicolás Maduro, gana las elecciones,  “mata el tigre; pero, le  tiene miedo al cuero” y, aparece ganador Nicolás Maduro. Así, llegamos al punto donde queríamos llegar. Al 6D. La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) obtiene en las elecciones parlamentarias un rotundo y contundente triunfo que le da mayoría absoluta y calificada en la Asamblea Nacional. Inexplicablemente, el triunfo la emborracha y aturde, que permite que el  partido oficialista perdedor, el cual había atropellado a la bancada opositora integrada inicialmente por 67 diputados hasta más no poder, aparezca de pronto como el  partido ganador a tal punto que ata de pies y manos a la bancada triunfadora arrinconándola totalmente hasta desaparecerla como cabeza de la representación popular, es decir, de la Asamblea Nacional. 
En el boxeo, cuando un  boxeador  tiene a su contrincante contra las cuerdas, debe rematarlo, porque si le permite tomar aire y recuperarse, los puntos de los jueces en las  tarjetas pueden cambiar rápidamente de posición. Esto, y, no otra cosa, es lo que ha sucedido en la Asamblea Nacional después de las elecciones del 6D. Ese día, la MUD ganó claramente las elecciones parlamentarias y el oficialismo acusó la derrota. Los 65 diputados de la bancada, hasta ese día, minoritaria y opositora, permitieron que la Asamblea Nacional, haciendo uso de una y mil triquiñuelas, violando la Constitución de la República y la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, designara a los Magistrados del TSJ, para sustituir a unos Magistrados que se prestaron  a jubilarse prematuramente, en franca y abierta violación de la ley.  Ese, en nuestro criterio, es el pecado original de la MUD, pues, lo 65 diputados de la otrora oposición, han debido decirle al país y al mundo, que el mismo día de la instalación de la nueva Asamblea Nacional, con mayoría opositora plena, sería reformada la Ley del TSJ y la designación de los magistrados anulada por inconstitucional e ilegal. Igualmente, la Asamblea Nacional, como Poder Público autónomo e independiente, ha debido solicitar  al Presidente de la República las pruebas de su nacionalidad o doble nacionalidad y, en caso de no presentarlas, anular el acto de toma de posesión del cargo de Presidente de la República. Del mismo modo, proceder a  convocar  una Asamblea Nacional Constituyente para refundar la República. Plantear este tipo de cosas, diez meses después, sólo porque el gobierno (jueces mercenarios y el CNE) haciendo uso nuevamente de sus argucias, suspendió  la recolección de manifestaciones de voluntad  para hacer posible el referendo revocatorio que daría al traste con la gestión de Nicolás Maduro, es una verdadera ingenuidad y, en política, las ingenuidad se paga y se pagan caro. Cuando se gana y no se cobra, se pierde. 
La MUD, en funciones como mayoría parlamentaria, ha hecho demasiadas concesiones al gobierno y al PSUV. Ha comprado, inclusive, el discurso del diálogo y ha entrado en componendas, se sospecha, inclusive, que la casa por cárcel de un alto dirigente político fue cambiada por el revocatorio, dando tiempo a la cuadratura del círculo, es decir, a  que el PSUV, que no es un niño de pecho, tomara aliento  para arremeter con toda la fuerza que da el poder y, más aun, cuando éste se acompaña de dinero. Así, las cosas, el  Ejecutivo Nacional y sus órganos subordinados: TSJ y todo el aparato de administración de justicia; el Poder Electoral y el Poder Ciudadano, acabaron con el Poder Ejecutivo, lo sometieron y anularon totalmente. Lo curioso de este asunto es que la bancada oficialista de la Asamblea Nacional, llámese PSUV, la cual no cree en el Poder Legislativo, no lo  considera para  nada,  sus actos  son nulos por voluntad del TSJ y  el  Presidente de la República lo ignora y patea cuantas veces quiere, lo acusa de inconstitucional, ilegal e ilegítimo, se mantiene con pie firme en la Asamblea, los diputados de la “bancada de la Patria” piden la palabra,  intervienen y votan, con lo que lo legitiman. El PSUV, si no acepta al Poder Legislativo, por encontrarse en minoría, debe retirarse, simplemente,  del hemiciclo parlamentario, al no hacerlo y hacer vida plena en éste,  lo está reconociendo por lo que sus actos deben ser respetados y acatados.  Y, el discurso de inconstitucionalidad, ilegalidad e ilegitimidad se viene al piso. Carece de sentido. Es absurdo. Con el asalto armado a la Asamblea Nacional liderizado por la cabeza política del Municipio Libertador todos los diputados del PSUV deben perder su condición de diputados. Debe levantarse su inmunidad parlamentaria. Los hechos ocurrido son delictivos, cometidos en flagrancia, no son hechos en ejercicio de la función parlamentaria.  Deben ir presos todos. La repuesta de la MUD, al parecer, es sentarse a dialogar, ahora, con la bendición papal. ¿Qué cara le va a presentar la MUD al país, a los venezolanos y al mundo entero? La cara de un ganador que no supo cobrar y por eso perdió. 

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