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DICOTOMÍA ABSURDA

                                                                   
                                                                                                                          Absalón Méndez Cegarra

El Presidente de la República, en su desesperación por permanecer en el poder, posiblemente, obligado por la dirigencia cubana y  los supuestos amigos con quienes convive, ignorante que son ellos  los que lo  están conduciendo al precipicio, le ha planteado al país una dicotomía absurda: Constituyente o Guerra. A la iniciativa de solicitar una convocatoria para la formación de una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) la identifica con la paz. Y, a la guerra, al parecer,       con el malestar que padece la mayoría de los venezolanos.
La dicotomía, es decir, la separación en dos partes, de lo que está sucediendo en Venezuela entraña una lectura incorrecta de la crisis nacional y una miopía tremenda en materia política y de conducción del gobierno, explicable por la calidad de sus asesores y por quienes la sociedad nacional entiende son los verdaderos gobernantes de Venezuela: la pésima, criminal y corrupta  dirigencia del PSUV, y, la  de un brazo, en mala hora, de las FAN, capaces, ciertamente, de llevar a una lucha fratricida al  pueblo venezolano.
Se equivoca rotundamente  Maduro,  cuando  plantea al país las alternativas de Constituyente o Guerra. Una ANC, según  informa la teoría constitucional,  se estatuye y conforma  para crear una “nueva” Constitución, es decir, un pacto político-social, porque se entiende  que el  vigente se ha agotado por diversas causas y, ya, no sirve para garantizar la dinámica del Estado y establecer las relaciones entre el Estado y sus administrados. En ninguna parte del mundo, se piensa en una “nueva” Constitución para evitar o frenar una conflagración armada o para someter a un pueblo molesto, inconforme, que  pide  comida, medicinas y, lo más curioso, respeto y aplicación de la Constitución y de las leyes. La conflictividad social, política y económica reinante en Venezuela no la ha creado la Constitución y la Ley, la ha  creado, paradójicamente, la no aplicación y vulneración de ellas. En consecuencia, lo que vivimos es obra de quienes hasta ayer se ufanaban de haber dotado  al país de la “mejor Constitución del mundo”,  sin duda, un buen pacto político-social;  pero, que, como castillo de naipes, se ha venido al suelo por inexistencia de voluntad  y capacidad política para hacerla  efectiva y convertirla en Constitución auténtica, real, y, no, en “hoja de papel”, que es la Constitución Bolivariana, legado hereditario de Chávez para una fracción del país que la ha  utilizado a su antojo, cual traje a la medida.

En  la Venezuela actual se pueden sancionar y promulgar mil Constituciones y la crisis política,  económica y social continuará profundizándose hasta que los venezolanos que hemos decidido resistir y  permanecer en el país, posiblemente, porque no tenemos otra  opción,  seamos, todos, aniquilados o, por el contrario, triunfemos, como así va a suceder, en nuestras demandas. De allí,   la advertencia dicotómica de Maduro: Constituyente o Guerra. Maduro, lanza un trapo rojo que denomina Constituyente, blandiendo la Constitución de 1999, porque no puede ir en contra de su padre putativo; pero,  no,  para hacerle frente a la crisis, sino para justificar la guerra, por cuanto una Constitución como la del 99, impide la instauración de una dictadura militar o militar cívica como la que se ha hecho del poder  en Venezuela  por actos fraudulentos.

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