Absalón Méndez Cegarra
La política, más allá de su conceptualización teórica, es una actividad de servicio público. Surge y aparece asociada a la cosa pública, al gobierno, a la res pública. La política y el ser político entraña una vocación, un proyecto político e ideológico. Un político sin proyecto, sin ideología, es una nulidad. El político ambiciona el poder; pero, ese poder debe ser para ponerlo al servicio público, al bienestar de la humanidad. Ya, lo decía nuestro Libertador Simón Bolívar: “un talento sin probidad es un azote”.
En el año 1998, mediante elecciones libres y democráticas, llegó al poder en Venezuela una casta de militares aliada con civiles, encabezada por un hombre sin talento y sin probidad, movido, por alguna razón, por sentimientos innobles, por resentimientos inexplicables, sin ideología política, sin proyecto político alguno, un aventurero de la política que encontró poderosos aliados en los factores de poder en Venezuela para el momento, quienes, en un comienzo, lo estimaron como el “gendarme necesario”, un instrumento útil, a quien podían manejar alegremente para mantener sus intereses de clase. Se equivocaron totalmente. No contaron con la experiencia cubana y la influencia que tendría en una mente inmadura políticamente Fidel Castro.
El golpe de Estado del año 2002 hizo conocer y poner al descubierto la verdadera personalidad e intencionalidad del líder fracasado de la intentona golpista del año 1992. En ese momento rodó por el suelo la careta y el ropaje del líder redentorista y, nació, el líder autoritario, el dictador, el resentido social.
En ausencia de un proyecto político- ideológico distinto al mesianismo y a la idea de la destrucción nacional, surgió la improvisación como forma de gobierno.
El ordenamiento jurídico auspiciado por el líder en su proyecto de “transformación revolucionaria”, marco regulatorio de la actuación gubernamental perdió vigencia prontamente y, el líder, cual caudillo, se encargó de configurar su propio esquema de funcionamiento, el cual mantuvo por años hasta que dejó como legado a su sucesor quien se encargó de perfeccionarlo a partir del año 2013.
El líder - gobierno nacional que se enquistaron en el poder desde el año 1999, advirtieron al país y al mundo que no creían en la Constitución y la Ley como marco regulatorio del ejercicio del poder político, por eso el líder dijo jurar ante una “Constitución Moribunda”.
El líder, creó su nuevo disfraz, ahora, constitucional. Hizo elegir una Asamblea Nacional Constituyente, con mayoría plena a su favor. Y, al igual que Juan Vicente Gómez, puso en vigencia una nueva Carta Política que le permitió refundar la República, su República, su carta de presentación ante el mundo entero como demócrata y líder popular, defensor del Estado de Derecho y de los Derechos Humanos de la ciudadanía; pero, todo era una farsa, una gran mentira y burla al país, La CRBV, no ha sido más que una entelequia, una simple hoja de papel, una tira de goma que se estira y encoge al gusto del poderoso.
El artículo 2 de la CRBV, establece, que: “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento
jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo”.
25 años después de vigencia de esta dogmática constitucional, “los valores superiores” son otros, todos opuestos a los constitucionales.
Agrega la CRBV, en el artículo 3, los fines esenciales del Estado y, establece, que, “la educación y el trabajo son los procesos fundamentales para alcanzar esos fines”
¿Qué ha ocurrido en Venezuela con la educación? Ha sido destruida totalmente. No existe, más allá de la denominación legal, Sistema Educativo Nacional.
Los niveles educativos integrantes del supuesto Sistema: inicial, media y superior, sufren un gravísimo deterioro en todos sus aspectos: instalaciones destartaladas, sin maestros y profesores, debido a los salarios de hambre que reciben, sin alumnos y sin actividades docentes, pues, el horario académico, se ha reducido a escasos dos ratos a la semana, cuando profesores y alumnos pueden sufragar los costos del pasaje y de la alimentación.
El artículo 102 de la Constitución, establece, que: “la educación es un derecho humano y un deber social fundamental, es democrática, gratuita y obligatoria”. No, la educación en Venezuela no es un derecho humano y, menos aún, fundamental. Hay una enorme masa de niños y jóvenes sin escuela, liceos y universidades. Niños y jóvenes que no encuentran cupo y, si lo encuentran, no pueden hacerlo efectivo, por cuanto las condiciones de vida no se lo permiten. A la escuela no se puede ni debe asistir con el estómago vacío. El Estado venezolano viola y niega el derecho humano a la educación. Muchas familias en Venezuela, carecen de alimentos, razón por la que la deserción escolar es muy alta en todos los niveles de la educación. Se estima que más de un 60% de los niños y jóvenes en edad escolar no asisten a la escuela o liceo, entre otras cosas, porque carece de sentido, los maestros acuden en el mejor de los casos dos ratos a la semana, o, simplemente, no van, la remuneración que perciben, mal llamada salario, no les alcanza ni para el pasaje. En las escuela y liceos privados no solo se vulnera el derecho a la educación y los derechos del niño. Se secuestra la documentación del niño por falta de pago y se impide la asistencia a clases por la misma razón.
La educación no es democrática. En algunos niveles de la educación se ha impuesto un pensamiento único, que deja de lado el pluralismo y el libre juego de ideas y pensamientos. La educación ha dejado de ser gratuita. Hay que tener mucho dinero para sufragar el costo de la educación y, no nos referimos a la educación privada, esa es otra cosa, inaccesible para la gran mayoría de las familias venezolanas.
El gobierno nacional ahoga y asfixia a las universidades públicas otrora autónomas. Lo más novedoso, las deja sin alumnos, pues, OPSU asigna un porcentaje mínimo de alumnos. La educación se hunde en el fango gubernamental.
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