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EXPROPIAR ES ROBAR

 Absalón Méndez Cegarra

Con esta frase lapidaria enfrentó la señora María Corina Machado al presidente Hugo Chávez en una de sus peroratas insultantes acostumbradas en la Asamblea Nacional. El presidente quedó paralizado, sin poder dar respuesta alguna. Igual ocurrió, cuando en la sede de la OEA, el Rey de España lo mandó a callar la boca. En esta ocasión se hizo el desentendido el que no había oído nada, pero, igual, calló la boca.

Hugo Chávez introdujo en Venezuela el mal hablar como forma de comunicarse un Jefe de Estado con el pueblo y dirigirse a las personas. Esta práctica nefasta, nunca vista en los presidentes que han regido la República desde 1811 hasta 1999, ha sido seguida religiosamente por el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro Moros y, por la cúpula del PSUV y, en oportunidades, por la cúpula militar.

Es un trato insolente, soberbio, agresivo, preñado de odio y resentimiento social. La forma como Nicolás Maduro se dirigió al presidente de la República, en la alocución que se permitió tener tan pronto el CNE le concedió una victoria electoral falsa, es inaceptable para cualquier ciudadano, más aún, si se trata del Jefe de Estado de una nación hermana, con la cual nos unen lazos y vinculaciones históricas.

El lenguaje presidencial no se corresponde con la sanidad mental que se espera del presidente de todos los venezolanos. No es un lenguaje ponderado, pensado con la cabeza y no con el corazón. Es un lenguaje emocional y a las emociones hay que saberlas abordar y controlar. El presidente Maduro agrede, por cualquier cosa, a hombres y mujeres, a los adultos mayores, a los trabajadores a los apellidos, en fin, a toda persona que estima no le alaba y adula sus patanerías. Y, mucho peor, lo hace el segundo a bordo del PSUV, a quien solo verlo hablar y gestualizar, produce nauseas.

El presidente de la República hace cada vez más un buen uso del mecanismo de defensa proyectivo. Coloca en terceras personas lo que él y su equipo de colaboradores hacen cotidianamente.

Cosechan en grandes proporciones el odio y lo destilan por todas partes, luego, se lo atribuyen a la extrema derecha, a los enemigos. Generan violencia, han armado a la población, a los colectivos, los mandan a masacrar a las personas que protestan pacíficamente y, posteriormente, señalan que es la oposición la generadora de violencia. Ningún sector de oposición ha hablado en Venezuela de guerra civil, de baño de sangre, de revolución armada. Esas ideas e intenciones son del chavismo-madurismo y de nadie más. Cometen fraude electoral y se lo atribuyen a otros. Hay que ser bien brutos para atribuirle a la oposición una alteración al sistema automatizado electoral que termina dando como ganador al candidato – presidente, “cachicamo, trabajando para la lapa”, dice un refrán popular llanero. Hablan de paz y desarrollan la guerra, de personas “carnes de cañón” y son ellos los que lanzan a la calle a miles de motorizados armados y a colectivos, mercenarios, con paga mediocre. Dicen que los” apellidos” tienen a sus hijos en el exterior, cuando, la verdad es que quienes tienen a la familia viviendo a las anchas en el exterior, es la nomenclatura chavista – madurista. Todo lo que dicen y atribuyen a terceras personas se les revierte de inmediato.

Lo ocurrido en Venezuela, el domingo 28J, es digno de admiración. Fue el resultado de un giro importante del hacer política en el país. Un cambio estratégico importante. La relación cara a

cara y un discurso pacifista, fraterno y de reconciliación nacional dio extraordinarios resultados. La Plataforma Unitaria no concibió la contienda electoral como un enfrentamiento entre hermanos, sino como una confrontación de ideas y de dos tipos o manera de hacer política: una pacífica y una violenta, agresiva e insultante.

Triunfó el pacifismo. La decencia política. La firmeza en el actuar moderadamente, La integración de la población sin odio, la reconciliación de todos, muy distinto al otro esquema virulento, ofensivo, retador, como si una contienda electoral fuera una guerra entre enemigos y no entre contendores que luchan por un ideal político.

La contienda electoral 2024 fue programada por el gobierno con todos los aires a su favor. El acto electoral lo fijó en la fecha que el gobierno estimó más conveniente, desarrolló proselitismo político dentro y fuera de los lapsos establecidos por el árbitro electoral. Utilizó los recursos del Estado para la promoción política. Copó todos los medios de comunicación social inclusive, los de su supuesto enemigo, los Estados Unidos de América. Se hizo de una pluralidad de candidatos para aparentar amplitud y tolerancia. Persiguió y encarceló a cientos de activistas políticos considerados sus adversarios y mil cosas más que ensombrecieron la contienda electoral. Lamentablemente, el candidato –presidente no pensó que, así como el poder engrandece, también empobrece. 25 años de populismo ramplón, de mentiras y engaños, de empobrecimiento colectivo, de corrupción generalizada, de enfrentamientos absurdos, de desvinculación con la comunidad internacional, de socialismo “tapa amarilla”, le granjearon rechazo en todos los sectores de la vida nacional. Rechazo que se manifestó en las urnas electorales el 28j.

El candidato – presidente perdió abiertamente las elecciones del 28J. Esto lo sabe el CNE, Maduro, la cúpula militar, el PSUV y el mundo entero. Otra cosa, es no querer reconcer la paliza infligida y, se entiende, por cuanto el chavismo – madurismo tienen mucho que perder. Aferrarse al poder es su tabla de salvación.

El presidente electo, Edmundo Gonzáles Urrutia, ha lanzado otro tipo de salvavidas. El de la reconciliación y el entendimiento en un país en el que cabemos cómodamente todos. En la arena política, así, como en la vida misma, se gana y se pierde. Hay que saber ganar y hay que saber perder. A quien no le gusta perder, que no apueste. Sí, Maduro no estaba dispuesto a perder el poder, no ha debido convocar a elecciones presidenciales y comprometer garantías para su ejecución. Con declararse dictador y enviar al pipote de la basura a la Constitución de la República y demás leyes es suficiente. Nadie se lo impide. Pero no se disfrace de demócrata cuando no lo es.

Negocie con el nuevo presidente una salida favorable para su cofradía y no cause mayores daños a Venezuela y a los venezolanos. No expropie el futuro. No robe unas elecciones que le dijeron hasta aquí llegamos con su revolución de mentiras y fracasos.

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