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EL ACUERDO DE BARBADOS


 Absalón Méndez Cegarra.

Barbados, es una isla de las Pequeñas Antillas, colonia inglesa, independiente desde el año 1966, cuya capital es Bridgetown. Ha alcanzado gran notoriedad en Venezuela debido a ese peregrinar de las mesas de diálogo ideado por el gobierno nacional y sectores identificados como oposición, ahora, bajo el escudo de plataforma unitaria.

La sociedad venezolana, en los últimos años, ha tenido conocimiento informal, por las redes sociales, básicamente, de una serie de reuniones denominadas “mesas de diálogo”, integradas por representantes gubernamentales y, supuestamente, por representantes, digamos, de la sociedad civil, auto designados por algunos partidos políticos aceptados, queridos y legitimados por el gobierno, pero, que, internamente, no gozan de total aceptación y reconocimiento de los venezolanos, con militancia reducida como lo demuestran las cifras de participación en eventos nacionales y regionales; por consiguiente, no son representativos del querer y sentir nacional. Estas “mesas de diálogo” se celebran y desarrollan siempre en secreto, a puertas cerradas y en lugares distintos al territorio nacional (Noruega, Cuba, México, Barbados), cual se tratase de fuerzas en disputa, en rebelión o beligerantes, tipo FARC-Estado Colombiano, y, no, de venezolanos interesados en vivir en libertad, con pluralismo de ideas y democráticamente. Las reuniones terminan en acuerdos que nunca son dados a conocer públicamente, por lo que el país desconoce la agenda de las reuniones, los puntos tratados y sus alcances y logros. Los invitados y convocados a la “mesa de diálogo” son siempre las mismas personas, por lo que ya parece un club de amigos que asisten con regularidad a un sitio para llevar a cabo una partida de dominó o, mejor, de naipes, por aquello que cada uno guarda en la manga una carta ganadora.

El presidente Nicolás Maduro se autoproclama como el adalid de la convocatoria e invitación al diálogo. Se ufana de haber invitado al diálogo más de mil veces. Lo que no se le ocurre decir a Nicolás Maduro, es que cada vez que invita al diálogo establece condiciones, lo cual es un proceder totalmente contrario a una negociación de cualquier tipo. En una mesa de negociación los participantes se sientan a su alrededor a intercambiar ideas, analizar posiciones contrarias, superar conflictos y llegar a consensos. Sí, esto no es posible, y las precondiciones son las que guían la negociación, la mesa de diálogo se disuelve naturalmente. Con puntos de honor enfrentados, nadie puede negociar.

En el caso venezolano, hemos dicho, que los resultados de las continuas y casi regulares “mesas de diálogo” son desconocidos por casi todos los habitantes del país. Nadie publica y hacer circular un documento oficial que de cuenta de los acuerdos alcanzados en dichas mesas. Tan pronto finaliza el diálogo, como si se tratase de jugadores tramposos, unos y otros, las partes dialogantes, se acusan mutuamente de incumplir los acuerdos logrados. Los venezolanos vemos con estupefacción los reclamos sin saber a que responden. Transcurrido un tiempo, sin que se cumpla nada, se vuelven a reunir, retoman el diálogo, y el juego continúa.

Los venezolanos no somos tontos ni ignorantes. Todos sabemos que se trata de un juego perverso. Una estrategia distractora del gobierno para ganar tiempo que le permita armar su andamiaje de burla y engaño al pueblo. Lo preocupante es que un sector político privilegiado, selecto, actúe en nombre del pueblo y sin consultarlo, llegue a supuestos acuerdos que comprometen a la colectividad

en general. Hace algún tiempo, el doctor Luis Fuenmayor Toro, ex rector de la UCV, hizo un llamado en este sentido, en artículo publicado por este semanario La Razón. Ese es un reclamo válido y plenamente justificado. ¿Por qué los convidados al banquete son siempre las mismas personas y toldas políticas?

El” Acuerdo de Barbados”, al que se refieren con frecuencia tirios y troyanos, ¿en cuál lugar reposa? ¿Existe, acaso, un documento escrito, suscrito por las partes, que pueda ser leído por cualquier interesado? ¿Cómo saben los venezolanos que cosa fue acordada? Se ha podido haber acordado un exterminio, como lo estamos viendo, y el pueblo ayuno de ese acuerdo.

Gobierno y oposición irrespetan al pueblo venezolano cuando sin explicación alguna afirman que se está violando el” Acuerdo de Barbados”. El mismo presidente de la República, el presidente de la Asamblea Nacional y el segundo a bordo del PSUV, advierten, a cada momento, que la oposición está violando el “acuerdo”. De inmediato, responden los aludidos, diciendo, exactamente, lo mismo, que el gobierno viola el “acuerdo”. Será, mucho pedir, al gobierno y a la oposición, se sirvan publicar el “acuerdo” para que el pueblo se entere de lo acordado, no conocido, pero violado.

Este tipo de acusaciones mutuas lograron su estrellato en los actos recordatorios y conmemorativos del 23 de enero del año 1958, cuando fue derrotada la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, efeméride celebrada, curiosamente, por un gobierno totalitario y antidemocrático, que se niega a cumplir con la Constitución y la Ley, impidiendo la realización de elecciones libres e independientes, como modalidad política para que el pueblo venezolano se dé su propia forma de gobierno; y, por una oposición, que, en la legendaria Plaza de la Urbanización Altamira, proclamó el fin del régimen totalitario y el advenimiento de la libertad y la democracia en Venezuela.

Ahora bien, las cosas no quedan en discursos de plaza pública. Los mismos se hacen acompañar de represión, hostigamiento, violencia y privación de libertad de personas, siempre acusadas de traición a la patria. Lo llamativo de la violencia gubernamental es que rodó al suelo la careta que ocultaba la represión y la instigación a delinquir. El gobierno se ha salido de todo marco de legalidad y ha creado una fuerza política, distinta a los servicios de seguridad del Estado, para amedrentar, vejar y atropellar a los venezolanos, bautizada, irrespetuosamente, con el nombre de “Furia Bolivariana”, ofensa inmerecida al Libertador Simón Bolívar, tardará muy poco tiempo para que se establezca en Venezuela una organización criminal, una delincuencia organizada que se etiquete, también, de Bolivariana. Respeten, por favor, no mancillen el glorioso nombre de nuestro Libertador.

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