Es tradición personal y colectiva que al finalizar un año se haga un balance, un inventario, se decía antes, de lo acontecido durante los 12 meses del año, tanto de lo bueno como de lo malo sucedido, lo que da lugar al establecimiento de propósitos, objetivos y metas a alcanzar durante el año que se inicia, también, a corregir acciones, modificar conductas, a hacer propósitos de enmienda, en fin, cambiar de estilo de vida y forma de comportamiento. Estas promesas, por lo general, se desvanecen muy pronto y, lo prometido cambiar, se reactiva con fuerza inusitada. Cambiamos, sin cambiar nada. Todo sigue igual.
En Venezuela, llevamos años con promesas de cambio. Los gobiernos son diestros en crear y abrigar esperanzas en la población. Navidades felices y metas prometedoras por lograr. Los años pasan y las promesas también. Lo prometido y no cumplido en el año que fenece se convierte en nueva promesa para el año venidero y, así, sucesivamente.
Los venezolanos estamos cansados de tanto engaño. Hemos sido víctimas de las siete plagas, la más nefasta, el gobierno que nos dimos en el año 1999, creyendo, ingenuamente, que había llegado el redentor que nos redimiría como pueblo empobrecido y explotado; pero, lamentablemente, la redención se convirtió en latrocinio, corrupción y destrucción de la economía nacional y de los valores y principios que, alguna vez, nos identificaron como pueblo trabajador y decente. Hoy, somos un pueblo sumergido en la pobreza y con un tercio de la población fuera del territorio nacional.
Venezuela y los venezolanos no la tenemos nada fácil. El despotismo ha anunciado por diferentes vías que llegó para quedarse. Los gobernantes electos cuentan con el rechazo de más del 80% de la población. No hay forma ni manera que la camarilla que encabeza el actual presidente de la República pueda mantenerse por la vía electoral en el país. Tendrá que optar por otros caminos. La vía electoral está cerrada para ellos, cualquiera sea el candidato presidencial, lo que no significa negar la importancia política del PSUV, fuerza política y electoral nada desestimable; pero, como van las cosas, al chavismo decente, que lo hay, bien le valdría y convendría cambiar de tercio oportunamente y aprovechar la ocasión para reconstruirse como fuerza política con ideología y liderazgo diferente.
La recomendación es válida para los sectores que se autodenominan opositores, sin serlo. Estos falsos opositores son vulgares negociadores, colaboradores y oportunistas, tan desacreditados como los lideres de PSUV. Ellos no representan a nadie, solo a sus propios intereses personales.
Y, son tan responsables del desastre que es la Venezuela actual como los gobernantes directos en casi un cuarto de siglo.
Al parecer, solo queda una tabla de salvación. El 80% o más de la población que no cree ni en unos ni en otros, no por antipolítica, ni anti-partidismo, sino porque no encuentra en unos y otros mensaje ni mensajeros con credibilidad.
Corresponde al pueblo de Venezuela darse su propio destino. Y, este año 2024 es una gran oportunidad para alcanzarlo. La unidad en torno a un candidato o candidata es fundamental para lograr el cambio que el país necesita. Una persona sola no lo hace todo pero la participación colectiva, animada por buenos propósitos, con firmeza y voluntad, si puede crear las condiciones para encaminar a Venezuela hacia un destino diferente al que tenemos en la actualidad. Ello supone, en sentido figurado, borrar del escenario político venezolano a quienes, disfrazados de líderes políticos, empresariales, sindicales, gremiales, etc, cargan sobre sus espaldas la responsabilidad de la crisis de nuestro hermoso país.
El candidato o candidata que encarne el sentir del pueblo venezolano debe comprometerse con el país y su gente y hablarle muy claro a la comunidad internacional, en buena medida, también, cómplice de lo sucedido en Venezuela.
El próximo gobierno de la República debe poner al servicio del mejoramiento de las condiciones de vida de los venezolanos las riquezas del país. No puede haber excusa posible. Existen temas que deben ser declarados de urgencia nacional. Entre otros: la deuda externa mal habida, las relaciones internacionales, los procesos integracionistas, la inversión extranjera, el retorno de los militares a su actividad profesional, el fomento del empleo decente, la independencia nacional, la descentralización, la autonomía de los poderes públicos, los servicios básicos, la reconquista de la seguridad jurídica, la repatriación de capitales y de nuestro capital humano, la restitución del derecho de propiedad, la educación en todos sus niveles, el sistema de salud público, la reactivación del aparato productivo y la seguridad social de todos los venezolanos.
Quien asuma la candidatura unitaria de los venezolanos en la contienda electoral que sustituirá al actual gobierno, sin estridencias de ninguna naturaleza, al contrario, con serenidad y firmeza. debe decirle, desde ya, al país nacional, lo que hará al llegar al poder. No, promesas falsas, demagógicas. Sí, reconstruir el país, requiere y amerita sacrificios, los venezolanos los haremos, siempre y cuando, el sacrificio signifique salir del foso en el cual nos encontramos actualmente.
Los calificativos de derecha e izquierda, socialismo y capitalismo, neoliberalismo y populismo y, más, ya no le dicen nada al pueblo venezolano y del mundo, son términos vacíos de contenido, vulgarizados. Las herramientas de la dominación son las mismas. Imposible pensar que los gobiernos, por ejemplo, de Venezuela, Colombia, Chile, Nicaragua, en nuestra América Latina y Caribeña, son socialistas, tampoco, neoliberales. Ideológica y prácticamente no son nada de como suelen etiquetarse o gustan que se les etiquete.
Venezuela es un campo de experimentación política. Interesante sería definir un proyecto de país distinto, cuyo norte sea la seguridad social y el bienestar de todos los habitantes del territorio nacional, para ello es necesario trabajar, producir riqueza, si no se produce riqueza no hay nada para distribuir o repartir.
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