PODER DESESTABILIZADOR
Absalón Méndez Cegarra
Un gobierno que a diario se
siente amenazado y que todo le parezca acción desestabilizadora es un gobierno
débil, tambaleante, carente de legalidad y legitimidad. El gobierno, por su
propio bien, debe analizar profundamente qué cosas lo hacen sentir sin fuerza, sin apoyo, ni siquiera de sus propios adeptos. Al parecer
la procesión va por dentro. La erosión y desmoronamiento gubernamental está en
su propio seno. Como se decía antes, en la teoría marxista, que el capitalismo llevaba en su seno el germen de su propia destrucción.
Ahora, las cosas han cambiado, quien lleva el germen de su propia destrucción,
es el socialismo real, no otra cosa que ficciones del modo de producción
socialista, buena excusa para el enriquecimiento personal a costa de la riqueza
social producida y el empobrecimiento total de la población, pues, a juzgar por
los hechos, la pobreza, la miseria de las masas populares, es el mejor ambiente
para que nazca y crezca esa ficción socialista, revolucionaria, que lo destruye
todo, menos la sed insaciable de poder y riqueza de un pequeño grupo, que, al contrario de lo que se pensaba y piensa teóricamente, nada tiene que ver con
el proletariado ; pero, mucho con el
nacimiento de una nueva casta, que, en
buena hora, ha sido denominada “boliburguesía”, con una diferencia notable, la
burguesía de otrora, creadora de
empresas, industrias, innovadora, etc, se enriqueció mediante el trabajo y,
también, la explotación de los trabajadores, en cambio, esta “boliburguesía” es
abiertamente ladrona, parasitaria,
corrupta y destructora.
En Venezuela, es necesario
decirlo a los cuatro vientos, existe
solo un factor de
desestabilización del Estado de Derecho, el orden social y la convivencia pacífica de los
venezolanos. Ese factor se denomina
Poder Público Nacional y sus ramas separatorias. Quien, en la actualidad, conspira y atenta
contra la estabilidad de la vida nacional, son las ramas ejecutiva, judicial,
ciudadana y electoral del Poder Público, las cuales han montado una verdadera
cayapa contra la rama legislativa, nada más y nada menos, que contra la legal y
legítima representación del pueblo venezolano.
En el pasado reciente, cuando
todo era hegemonía presidencial, y las ramas del Poder Público estaban
subordinadas al Presidente de la República,
las llamadas “mujeres del Presidente”, que llevó a la cárcel al periodista que
tuvo la osadía de dar a la luz pública lo que toda la gente comentaba
abiertamente, la Asamblea Nacional, como no hacía nada, no molestaba a nadie,
toda su actuación era correcta, apegada estrictamente a la Constitución; pero,
ahora, como dicha hegemonía ha comenzado a extinguirse, entonces, la Asamblea
Nacional no representa al soberano, no tiene facultades legislativas ni de
control de la Administración Pública Nacional. La comparecencia de los
ciudadanos y de los funcionarios públicos a la Asamblea Nacional, cuando ésta es requerida por el órgano
legislativo es obligatoria, y, su no
comparecencia, se califica como desacato, al igual que ocurre cuando un ciudadano es citado por un Tribunal
de la República o se niega cumplir con una medida judicial; sin embargo, los
genios de la cabeza del Poder Judicial han decidido que tal acto no es
obligatorio y el Poder Ciudadano ha prohibido a los Contralores asistir a la
Asamblea Nacional sin autorización de la jefatura de dicho Poder. Así, las
cosas, el Poder Legislativo, la representación constitucional y legal del
pueblo soberano, la expresión cabal de la voluntad popular, es desconocida, ignorada y burlada por las
restantes ramas del Poder Público, en una actuación desestabilizadora de la
institucionalidad de la nación.
La fracción mayoritaria de la
Asamblea Nacional, en nuestra modesta opinión, ha comenzada a hacer el
ridículo, a desgastarse inútilmente en un teatro de comedia que ya comienza a
surtir efectos negativos en la opinión pública. Han transcurrido más de
noventa días desde la fecha de
instalación de la nueva Asamblea Nacional y, ni uno sólo de sus actos ha
contado con el apoyo y respaldo de las demás ramas del Poder Público, a todo
evento, con excepción de la Ejecutiva, subordinadas o, al menos, designadas por
el Poder Soberano que significa la
representación popular. Bajo tales condiciones y circunstancias, ¿qué sentido tiene el seguir calentando asientos,
curules, suele llamarse, en el palacio legislativo? La opereta debe terminar.
Y, ahora, es que procede un parlamentarismo de calle, mejor dicho, un choque de
trenes, un enfrentamiento abierto, franco y sincero entre la representación de
la voluntad popular y sus entidades
subordinadas. No es posible admitir que el Presidente de la República, aun, sin
recibir una ley sancionada debidamente por el Poder Legislativo, la niegue,
condene y rechace, ya, ni siquiera se molesta
en hacer observaciones como lo ordena la Constitución, sino que procede
a remitirla de inmediato al TSJ para que
esta otra rama del Poder Público, la califique de inconstitucional. Tiene
razón, entonces, esa revelación genial del Foro venezolano, diputado Pedro
Carreño, cuando, con voz engolada, dice que los 54 diputados que conforman la
bancada de la patria están allí para que los 109 diputados de la oposición, de
la burguesía nacional, de los acólitos del imperialismo norteamericano, no se
salgan del carril, violen el Estado de Derecho y la Constitución de la
República, y, por lo que vemos, lo están logrando con creces, pues, hasta este
momento, ha sido imposible que cuatro diputados electos, puedan tomar posesión
de sus cargos y que la agenda parlamentaria de la nueva mayoría pueda ser
desarrollada con éxito. En consecuencia,
la minoría parlamentaria es la que sigue marcando la pauta de la vida nacional,
desestabilizando el cuerpo entero de la nación.
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