“RIESGO MORAL”
Absalón Méndez Cegarra
En fecha reciente, enero de 2016,
fue publicado, en Colombia, por la Editorial Planeta, el libro: “Orden y
Decadencia de la Política. Desde la Revolución Industrial hasta la
Globalización de la Democracia”, de Francis Fukuyama. La obra completa de Fukuyama, y, en particular, “Orden y Decadencia de la
Política”, debería ser de lectura
obligatoria de gobernantes y líderes políticos en Venezuela, pues, en dicha
obra, el autor da cuenta de lo que él denomina “desarrollo político”, no otra
cosa, que una revisión exhaustiva de la política a lo largo de la historia de
la humanidad, con énfasis en el mundo actual,
su presente y futuro mediato e inmediato. Suerte de radiografía
diagnóstica del acontecer político y lo que ello ha significado y significa
para el desarrollo económico y bienestar
de la población mundial.
La obra de Fukuyama, sienta sus bases de sustentación
en el libro de Samuel P. Huntington: “El orden político en las sociedades en
cambio”, 1968, quien, como lo advierte Fukuyama, llegó a establecer, que: “el
desarrollo político era un proceso separado del crecimiento económico y social,
y que para que un sistema de gobierno pudiera ser democrático, antes tenía que
proporcionar un orden básico”. Por orden básico, debemos entender la creación,
fortalecimiento y consolidación de un marco político, administrativo y
gubernamental, es decir, un Estado que sirva de soporte a un buen gobierno.
Ejes vertebradores de la obra de
Fukuyama, lo constituyen el desarrollo
de tres instituciones políticas fundamentales, a saber: “El Estado, el principio
de legalidad y los procedimientos de promoción de la responsabilidad
democrática y de gobierno”. Estos tres ejes teóricos, validados en la práctica
socio-política e ideológica, en la creación y formas de Estado y de gobierno,
representan el estetoscopio, el termómetro y el bisturí con
los que el autor ausculta y hace
escisiones en el cuerpo y tejido
político de la historia de la humanidad.
“El Estado, señala el autor, a
diferencia de una banda o una tribu, posee el monopolio de la coerción legítima
y ejerce dicho poder sobre un territorio determinado”, lo cual resulta una
interesante definición de Estado que reconstruye, con mayor precisión, la clásica definición de Estado a partir de
los llamados elementos o componentes determinantes del Estado: Territorio,
Población y Gobierno. Esta consideración permite al autor, de inmediato, pasar
revista a las clases teóricas de Estado, para traer al presente los tipos de
Estado establecidos por Max Weber.”Estados Patrimoniales” y “Estados Modernos”. En el Estado patrimonial, “(…) el sistema de
gobierno se considera un tipo de propiedad personal del gobernante y la
administración del Estado es esencialmente una extensión de su casa”. El Estado
moderno, por el contrario, “(…) es impersonal: la relación de un ciudadano con
el gobernante no depende de vínculos personales, sino simplemente del estatus
de ciudadano. La administración del Estado no está formada por la familia y los
amigos del gobernante; la contratación administrativa se basa, por el contrario,
en criterios impersonales como el mérito, la formación, o los conocimientos
técnicos”.
Por ahora, dejemos a un lado, los
otros dos ejes fundamentales: “el principio de legalidad” y la “responsabilidad
democrática”, para centrar el interés en el tipo
de Estado patrimonial, en una de sus reformulaciones actuales, el “neo
patrimonialismo” y en su concreción populista de seudo redistribución de la
riqueza social, aplicado, todo ello, a una realidad concreta, el Estado
venezolano de la contemporaneidad.
La caracterización del Estado
patrimonial de Weber parece ser tomada del Estado venezolano actual. En la formación del Estado venezolano hemos
pasado por distintos momentos. Lograda la independencia política de la Corona
Española, los héroes de la guerra independentista se repartieron el territorio
nacional para dar lugar al caudillismo militar y civil que culmina con la
dictadura de J.V.Gómez, quien hizo de la Hacienda Pública, su hacienda
particular y de la función pública un club de familiares y amigos leales.
Fallecido Gómez, se abre un paréntesis democrático, que permite sentar las
bases de un Estado Moderno, paréntesis que se prolonga hasta 1999, con algunas
fracturas, sin duda, cuando llega al
poder otra figura militar y hace retroceder la dinámica política nacional a los
tiempos de Gómez.
Hugo Chávez, restaura y da vida al Estado
patrimonial. En adelante, Venezuela pasa a ser un bien propio de los “Hijos de Chávez” y su administración
una exclusividad de amigotes, compañeros militares y familiares que se apropian
del país, al punto de crear una suerte de dinastía, al igual que en Cuba, sostenida,
a plenitud y a las anchas, con los
recursos de todos los venezolanos. Para lograr tal propósito, era necesario
debilitar al máximo la institucionalidad política y los soportes de la
democracia; pero, al mismo tiempo,
había, igualmente, la necesidad de legitimarse en el poder, mediante el
establecimiento de la socorrida “política del goteo”, es decir, una política
social del Estado, o, propiamente, del gobierno, en apariencia universalista,
reivindicatoria de derechos humanos, orientada a ocultar el fenómeno de la
pobreza mediante un artificio o ficción de superación o solución, cosa, que, al
parecer, logró gran éxito legitimador.
A esta política redistributiva de
riqueza social, vale decir, programas sociales asistenciales, en Venezuela, “
grandes y micros misiones sociales” ,
recurso al que acuden con frecuencia los
gobiernos autoritarios, en busca
de legitimidad social; pero, débiles, fallidos
y forajidos en cuanto a institucionalidad se refiere, los economistas, según Fukuyama, denominan: “riesgo moral”, por
considerar, como sucede en nuestro país,
que se trata de programas sociales que procuran “(…) recompensar a las
personas según su nivel de ingresos en lugar de según su esfuerzo, el gobierno
no fomenta el trabajo (…) ése fue el caso de los antiguos países comunistas
como la Unión Soviética, donde “el gobierno fingía que nos pagaba y nosotros
fingíamos trabajar”. El gobierno, cerró, por una semana la producción nacional
y prohibió, por igual término, el derecho-deber de trabajar. Ese es el “riesgo
moral”; pero, así, avanzamos, a paso de vencedores, hacia la sociedad del no trabajo.
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