MIEDO Y RESIGNACIÓN
Absalón Méndez Cegarra
El Papa Francisco, como buen
observador y analista político, gran conocedor de la realidad económica, social
y política del mundo actual, se nos ha revelado como un mensajero de la fe,
esperanza, misericordia y paz. El Papa monitorea a diario el acontecer de todos
los pueblos del planeta y se ha constituido en un faro de luz en una noche
demasiado oscura.
El Papa, en el corto período de
su episcopado, ha enarbolado dos banderas de extraordinaria importancia y
significación, verbalizadas, así: “No tengamos miedo”. “No caigamos en la
tentación de la resignación”. El Papa, coherente con su misión evangelizadora,
se ha convertido en el portavoz de un
mensaje de aliento para los pueblos del mundo, el cual, a su vez, es un reclamo,
no sólo a la Iglesia Católica, sino a toda la humanidad. Un llamado de alerta, toque de alarma, un despertar. Este llamado de alerta
y despertar está fundado en los
Evangelios y Hechos de los Apóstoles que narran las tentaciones que el demonio hizo a Jesús, cuando el hijo de Dios se internó en el desierto (“Evangelio de San Lucas” (4,1-13)) y, cuando los Apóstoles se rebelaron
contra los sumos sacerdotes, por
prohibirles predicar la palabra de Jesús. (“Hechos de los Apóstoles” 5,12-42).
Miedo y resignación son
sentimientos paralizadores, desactivadores de la acción humana, castrantes. El
miedo, es fruto del terror; y, la resignación, es fruto de la impotencia, del no poder hacer
nada. Los seres humanos no podemos permitir que los miles de diablos rojos de
la actualidad, mediante el terror nos
infundan miedos que nos inmovilizan y, menos aún, podemos permitir que por
miedo nos resignemos a soportar todo tipo de tropelías, humillaciones y violación de los derechos
humanos.
¿Cómo entender el mensaje papal dirigido a los pueblos cuando los alienta a
no tener miedo y a no resignarse, en el contexto del mundo actual? Sencillamente, un llamado a la rebelión, a la protesta, a salir de la esclavitud, a no
dejarse tentar por los nuevos demonios, a levantarse contra el opresor. A decir,
está bueno, ya, Hasta aquí. Basta de atropellos.
El Papa, en la homilía de la misa
celebrada en el Estadio Venustiano Carranza, el día 16-02-2016, en el estado de
Michoacán, ciudad Morelia, en su reciente visita a México, justo en el corazón de uno de los
pueblos mexicanos mayormente sometido a miles de vicisitudes, pidió al pueblo mexicano “no dejarse vencer
por la resignación”. La resignación es obra del demonio. La resignación es una
tentación que impide caminar.
El mensaje papal es
fácilmente transportable a Venezuela y,
además, oportuno y necesario. Venezuela, en el presente, es un país sometido a las más crueles privaciones
de todo tipo y a los más indeseables sacrificios. Un país destruido totalmente en lo económico,
político, social y cultural. Un país que se cae a pedazos. En ruinas, en venta
al mejor postor. Que derrochó al máximo, cual irresponsable botarate, una
herencia recibida de la naturaleza y,
como rico dispendioso, en poco tiempo permitió que los ladrones de
nuevo cuño, la clase en el poder, junto con los chulos latinoamericanos se llevaran toda la riqueza social y dejaran a la nación como un cuero seco.
Algo ha ocurrido en el carácter
nacional, en la venezolanidad, que hemos permitido semejante situación. Las
ciencias sociales, políticas, jurídicas
y humanísticas tienen un reto en el campo de la investigación histórica,
jurídica y social. Es necesario indagar para conocer el tipo de virus inoculado en el ser de cada uno de los venezolanos que nos impide, ciertamente,
caminar. Los demonios, los diablos rojos de hoy, quienes usurparon el poder un fatídico 4 de febrero
de 1992, han sembrado a Venezuela de terror y, ese terror, nos ha conducido a
sentir miedo y el miedo a la resignación, toda vez que no hacemos nada para
vencer ese miedo enfermizo, paralizante.
Resulta inexplicable, que ante
las atrocidades cometidas por el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial contra la
voluntad popular, contra la soberanía popular, aquí no ocurra nada. El Poder
Judicial se ha convertido en un supra-poder al cual hay que acatar, aun cuando
sus decisiones sean total y absolutamente fuera de lugar y carentes de bases de sustentación
jurídica. La cúpula del poder judicial está comprando todos los boletos de una rifa que conduce a anarquizar y des
institucionalizar la República. Podemos llegar a un momento en el cual el
pueblo, por mandato de la cúpula judicial, se declare en desacato del
ordenamiento jurídico impuesto, pues, los seres humanos no estamos obligados a
cumplir una ley cuando ésta es injusta y, cuando la misma emana de una
instancia no competente para dictarla. Lo que estamos viendo es que la Asamblea
Nacional es una rama del Poder Público Nacional
carente de competencias, cuyas decisiones no deben ser acatadas por nada
ni por nadie, todo ello por mandato de una rama del Poder cuyos integrantes,
paradójicamente, son designados por la Asamblea Nacional, es decir, una suerte
de matricidio político; pero, es que tampoco pasa nada, no hay reacción alguna,
ante la ausencia de alimentos, medicinas, falta de agua, electricidad, pésimos
servicios públicos, narcotráfico, aumento de la carga tributaria, ausencia de
divisas, bonificación del salario, incremento del precio de la gasolina,
devaluación de la moneda, delincuencia
desatada, tráfico enloquecedor, violación de derechos humanos e inflación galopante. Gremios, sindicatos,
partidos políticos, asociaciones, estudiantes, profesores, trabajadores, en
fin, hombres y mujeres de la nación venezolana estamos arrinconados,
paralizados por el miedo y, el resultado, ha sido la resignación ante lo
imposible. Al parecer, tiene razón el autor Yuval Noah Harari, cuando en su
libro: “De animales a dioses”, señala, que: “Nuestros primos chimpancés suelen
vivir en pequeñas tropillas de varias decenas de individuos (…) El miembro
dominante, que casi siempre es un macho, se llama “macho alfa”. Otros machos y
hembras muestran su sumisión al macho alfa inclinándose ante él al tiempo que
emiten gruñidos, de manera no muy distinta a los súbditos humanos que se
arrodillan y hacen reverencias ante un rey”. Venezuela, para mayor desesperación, según vemos, tiene,
también, sus chimpancés y su “macho alfa”. No al miedo y a la resignación.
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