PUEBLO TRAICIONADO
Absalón Méndez
Cegarra
El mundo se le ha venido encima al gobierno nacional. El
discurso gubernamental luce desvencijado. Ya, nadie cree ni confía en
sus promesas. El pueblo sabe que todo es un engaño. El pueblo al que
tanto se invoca cuenta sólo como clientela electoral. Se le utiliza a su
antojo, se le exprime, humilla y veja, y, luego, se desprecia y lanza
al basurero, como bagazo, aparta y retira como algo que afea y hace
estorbo.
Al gobierno y al partido de gobierno le ha pasado lo
de “Chacumbele”, personaje de la realidad cubana, inmortalizado en una
famosa canción: “Chacumbele, él mismito se mató”. La tenebrosa y
azarosa situación que dejó el mal llamado comandante eterno, en su paso
por la vida, después de cultivar afectos y fidelidades con un
discurso, al parecer, creíble para muchos, preñado de demagogia y
populismo barato, pedestre, encantador de serpientes, se le ha volteado
totalmente a quienes dicen llamarse hijos putativos, herederos de un
pesado fardo, cuyas espaldas, débiles al fin, resultan incapaces de
soportar.
Un día, relativamente lejano, el país, “amaneció de
golpe”, tal reza el título de una película venezolana, y, la gente se
llenó de alegría, fe y esperanza en el tiempo por venir. Un grupo de
jóvenes militares, apoyados irrestrictamente por universitarios,
acostumbrados a pescar en río revuelto, dio rienda suelta a sus ansias
de poder y alteró la vida institucional de la nación para dar paso a
otra revolución de pacotilla, que, al igual que “La Libertadora”, traía
en sus alforjas “nuevos hombres, nuevos ideales”. Todo era mentira.
Improvisación. Sed de poder. Afán de destruir una sociedad, alterar el
orden de las cosas para imponer el caos, la anarquía, la incapacidad, el
robo y la corrupción de todo tipo. La población fue usada como
portaestandarte. Al pueblo se le prometió villas y castillos, se ganó su
confianza, su apoyo y, a cambio de ello, se le dio, por un lado,
migajas; y, por otro lado, lo más dañino y destructivo que puede existir
en una sociedad: odio, rencor y la oferta de una vida fácil, regalada,
sin valores, anómica; en síntesis, se abonó una tierra, posiblemente,
fértil para que crecieran las más bajas pasiones humanas. Al pueblo no
se le empoderó de la ley, de la organización, del trabajo creador,
honesto, del Estado de Derecho, del respeto a los derechos humanos, de
la necesidad de la seguridad social, de la justicia, de la libertad e
igualdad, de la importancia de la educación; al contrario, se le
empoderó de la violencia y se le dieron todas las facilidades para su
puesta en marcha con la mayor efectividad posible: armas, medios de
transporte, drogas, dinero fácil, impunidad ante el delito, invasión de
propiedad, zonas de paz, es decir, distribución del territorio, se
borraron las fronteras entre autoridad y delincuencia para hacer de ello
una sola cosa y, lo más importante, se le hizo creer al pueblo llano
que, en verdad, era el soberano y, que, la forma de ejercer la
soberanía era el caos, la mediocridad, la ineficiencia, la aniquilación
de lo bueno y necesario para que una sociedad progrese y se desarrolle
en paz y bienestar y los seres humanos se realicen mediante la educación
y el trabajo. Los resultados están a la vista. La cosecha ha sido
pródiga. La semilla creció como se esperaba. La cría de cuervos dio sus
buenos frutos, hoy, sacan sus ojos, a quienes la estimularon.
El
discurso de la señora Lisney Bermúdez, según la información, hermana de
uno de los detenidos en la Cota 905, a raíz de los actos perpetrados por
los cuerpos de seguridad del Estado en contra de toda una comunidad,
con o sin razones para ello; pero, a todo evento, arbitraria, abusiva,
atropellante, fuera del marco de la legalidad, publicitado por el
periódico digital La Patilla( 20-07-2015), el cual corre como pólvora
por las redes sociales, es, por demás, elocuente, revelador de la
conducta ciudadana descrita previamente, sin que tal cosa implique
generalizaciones, por cuanto hay que eliminar plenamente de la mente del
venezolano que toda persona que habite en zonas de pobreza, privadas de
todo lo necesario para vivir humanamente, es, por definición
delincuente. La gran mayoría es gente honesta, honorable y trabajadora,
digna de reconocimiento por su sufrimiento vital y no de demonización.
Quienes hemos vivido en algún momento en esos lugares podemos hablar con
propiedad.
La señora Bermúdez, con rabia reflejada en su rostro,
con furia; pero, no con impotencia, al contrario, con mucha fuerza y
firmeza en cada una de sus palabras, ha dicho lo siguiente: “Nuestro
único delito es el de ser pobre. Son unos cobardes. Maduro estás matando
a los nietos de Chávez, está pisando todo lo que hizo nuestro
comandante, nosotros lo pusimos donde está y nosotros lo vamos a baja,
él está ahí por los sectores populares”. Patética sentencia de un pueblo
que ha sido traicionado por sus ídolos, por los gobernantes de turno,
herederos, como hemos dicho, de un discurso engañoso, populista; pero,
que cautivó adeptos, seguidores, correligionarios y fe en la redención
social. El discurso de la señora Bermúdez, respetable y digno del
sentimiento popular, contradictorio, pero, explicable, en lo que
respecta al Presidente fallecido, pues, lo que estamos viviendo es obra
suya, de “aquellas aguas, vienen estos lodos”, es premonitorio de lo que
vendrá en un futuro próximo. Pensamos que ha llegado el momento de
decirle al pueblo la verdad. El país más rico del mundo se ha
empobrecido totalmente. Estamos en ruinas y, todavía, no hemos tocado
fondo. Ha caído en manos de un grupo de asaltantes de caminos, incapaces
e ineptos. Hijo de Atila, rey de los Hunos, quien saqueó a Italia, de
quien se dice, que, viéndose perdido, incendió la ciudad de Roma. El
incendio de la patria es de otro tipo. Consiste en destruir la economía,
lo que ya ha ocurrido, vender y cambiar por baratijas la soberanía y
riqueza de la nación. Comprar conciencias y lealtades transitorias. Dar
pena ajena en la comunidad internacional. Incentivar patriotismo y
nacionalismos baratos. Vaciar sus arcas para el enriquecimiento
personal. Aniquilar la pobreza, masacrándola. Cerrar toda posibilidad de
vivir en la tierra que nos vio nacer. El pueblo manso, manipulado;
pero, sabio, comienza a darse cuenta que ha sido traicionado.
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