EL PRESO NÚMERO UNO
Absalón Méndez Cegarra
Leopoldo
López es el preso número uno de la dictadura militar instaurada en
Venezuela hace dieciséis años, encabezada, por el fatídico “comandante
eterno” y sus sucesores, el infame diputado, capataz de hacienda, y,
quien le sirve, supuestamente, la cabeza del gobierno nacional. No es
posible engañar más. Venezuela, “tierra de gracia”, como la bautizó
Cristóbal Colón, se encuentra en manos de una dictadura militar,
atrasada, ignara, incapaz e incompetente, corrupta, oprobiosa, infame.
Venezuela, al igual que otros países latinoamericanos, ha tenido
dictaduras, crueles y despóticas, sin duda, inhumanas, no
justificables, ni admirables; pero, ninguna, como la que tenemos y
hemos tenido en el país durante los últimos dieciséis años, porque ésta,
cínicamente, se disfraza de democracia. Lo poco moderno o
progresista que tiene el país es atribuible a gestiones anteriores a
esta dictadura, aún, cuando el poder dictatorial denosta de lo hecho;
pero, no puede mostrar nada, ni compararse con nada, pues, no hay obra
alguna que mostrar ni comparar. La llegada al poder de Hugo Chávez y su
equipo de socialistas incompetentes, ha significado el mayor atraso y
ruina para el país y su economía. ¡Qué decepción para un pueblo que
abrigó una esperanza de redención y buen gobierno! Qué creyó,
firmemente, en la capacidad de profesionales formados en las
principales Universidades del país y del exterior, muchos de ellos,
profesores universitarios. Ayer, teóricos del socialismo, fervientes
defensores del socialismo como modo de producción económico- social
orientado al desarrollo, la justicia y el bien común de la población
en su conjunto; hoy, practicantes de la corrupción y el latrocinio.
Vulgares amantes del dinero fácil, corruptos, enemigos del trabajo y de
los trabajadores, como lo han demostrado fehacientemente en sus
gestiones de desgobierno, con lo cual han dejado mal paradas las
bondades del socialismo, al igual que lo sucedido en otras latitudes. Al
parecer, para ellos, la teoría, no se lleva bien con la práctica, o,
mejor dicho, una cosa es la prédica del discurso y, otra, muy distinta,
la acción práctica, el ejemplo.
¿Alguien, podría encontrar alguna
diferencia, entre el actuar que condenó a la cárcel y muerte a Pío
Tamayo, Leonardo Ruíz Pineda, Alberto Carnevali, Ligia Gouverneur,
Alberto Lovera, Jorge Rodríguez, para citar, sólo, algunos mártires, con
lo que sucede en la actualidad? El amigo y profesor, Agustín Blanco
Muñoz, respondería a la pregunta, diciendo, que, se trata de la
misma libertad. Para muestra, las muertes impunes de Bassil Da Costa y
Juan Montoya.
Pensamos, que la Universidad venezolana, jamás
imaginó que de sus entrañas naciera tamaña barbaridad. Nadie puede creer
que de las aulas de las Escuelas de Derecho, de Economía, del Centro de
Estudios del Desarrollo, de Ingeniería, Farmacia, Medicina, Agronomía,
de la Academia Militar, etc, nacieran los monstruos que desgobiernan el
país y lo han destruido totalmente. Nos preguntamos: ¿Cómo puede un
abogado, por ejemplo, que se desempeñe como juez o magistrado del
aparato de administración de justicia y, al mismo tiempo, como docente
universitario, impartir clases de derecho y explicar a sus alumnos,
atrocidades como las cometidas por la juzgadora de Leopoldo López, o,
la decisión ultra rápida del TSJ sobre el no acatamiento de
la
sentencia del CIDH? Seguro, les dirá, si tiene algo de vergüenza,
“hagan lo que yo digo, más, no hagan lo que yo hago”. El discurso sobre
los derechos humanos, el respeto a la dignidad humana, los tratados y
pactos sobre derechos humanos suscritos y ratificados por Venezuela, la
comunidad internacional, han sido lanzados al basurero. Y, con ellos,
los artículos 19 y 23 de la Constitución de la República. Estamos en
presencia de la negación del Estado de Derecho. El Estado, es, el
Presidente, y, nadie, más. Él es la ley. La hace a su saber y entender y
ordena su cumplimiento. Lo demás, es adorno, decorado.
Leopoldo
López ha sido juzgado y condenado por delitos que no cometió, que sólo
están tipificados como tales en la mente enferma de sus juzgadores,
torturadores y carceleros. En el juicio, a Leopoldo López, sí, a tal
jugarreta de mal gusto puede llamarsele así, es fácil, identificar, como
acostumbra hacerlo el gobierno ante cualquier delito cometido en contra
de algún súbdito suyo, autores intelectuales y autores materiales. Los
primeros, están plenamente identificados; y, los segundos, son los
escribientes, los “mujiquitas”, jueces, policías, fiscales, testigos,
etc, a quienes se les utiliza y paga para que embardunen cuartillas de
papel con declaraciones de testigos falsos, fiscales y policías a sueldo
y, por supuesto, jueces provisorios, condenados a ser destituidos si no
complacen a los autores intelectuales, quienes hacen de la ciencia
jurídica, del Derecho, lo más torcido que mente humana alguna puede
imaginar. Ya, una vez, supimos de este proceder, cuando un juez
provisorio, por vacaciones del titular, amigo y paisano nuestro, doble
colega, fue encargado de enviar a la cárcel a Henrique Capriles R;
luego, de semejante hazaña, fue condenado al ostracismo por sus
mandantes. Así, paga el diablo a sus servidores. Y, así, seguirá
pagando.
Leopoldo López, es inocente, el mundo entero lo sabe. A
López se le juzga y encarcela por miedo, por temor, pues, constituye una
fuerte y poderosa amenaza, no sólo para el gobierno, sino, también,
para muchos líderes rancios que alardean de opositores, pero, que no son
otra cosa que “colaboracionistas” del régimen de turno a los fines de
mantener sus negociados, privilegios e intereses.
Con Leopoldo
López ha sido encarcelada la libertad y la justicia en Venezuela.
Justicia y libertad están presas y son las acompañantes de Leopoldo.
Ellas saldrán pronto. La “generación del 28” fue a dar a la cárcel,
entre otras cosas, por la inteligencia de la juventud, al identificar,
simbólicamente, la reina de los estudiantes con la “libertad”. Esa
misma libertad saldrá a la calle y, el lugar que ocupa Leopoldo, deberá
ser ocupado por otros, precisamente, por quienes, sí, han cometido
delitos de lesa humanidad, no prescriptibles. El pueblo de Venezuela,
sacará, seguro, y, muy pronto, a Leopoldo y a todos los presos políticos
de la cárcel. Dejará de ser el preso N° 1 de algunos personeros.
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