PRESUPUESTO UNIVERSITARIO 2015
Absalón Méndez Cegarra
Las Universidades Nacionales Autónomas
y de vieja data se enfrentan, nuevamente, a una situación presupuestaria que no satisface, en lo más mínimo, las
perspectivas para su crecimiento y desarrollo. La asignación presupuestaria que
acuerda el gobierno para estas Universidades, a través del Ministerio de
Educación Superior, ahora, con un nombre extenso, producto de la improvisación
y del pretender que con cambios de
nombre se resuelve los problemas, es una constante desde mediados de la primera
década del siglo que corre velozmente. El presupuesto universitario se mantiene
en una cifra fija, no se incrementa, porque para el gobierno nacional en
Venezuela no ocurre nada, no hay inflación, no hay pérdida del poder
adquisitivo de la moneda, no se necesita importar con divisas a valor libre nada, no hay incremento de la
matrícula estudiantil, no hay reposición de cargos, no hay que hacer
mantenimiento de instalaciones y equipos, no hay investigación, no hay
publicación, no hay asistencia a eventos, no hay intercambio científico, no hay
jubilaciones, no hay obligaciones laborales que cumplir, no hay providencias
estudiantiles, en fin, hay un inmovilismo total. Algo, así, como un paraíso
terrenal, un mundo de quietud y felicidad plena, donde todos hemos alcanzado,
con el sólo anuncio en el Plan de la Patria, el “buen vivir”.
La distribución del presupuesto
universitario, desde siempre, no responde a criterio técnico alguno y, menos
aún, a la observancia de las leyes y demás normas que regulan la materia, tal
es el caso de la forma como la Ley indica debe elaborarse el presupuesto y las
instancias que deben dar su aprobación. El presupuesto universitario es
caprichoso, para llamarlo de alguna manera, responde más al juego del gato y el
ratón que a otra cosa. En las universidades hay dependencias administrativas,
técnicas, especializadas en materia presupuestaria. A ellas se les pide, de la
noche a la mañana, que elaboren el presupuesto y en un ejercicio de artificios
mágicos lo elaboran y envían a la OPSU, instancia que lo lleva al CNU para su aprobación,
previo el respectivo recorte, por cuanto estas
instancias, de antemano, sin presupuesto alguno, ya saben cuánto van a
asignar a cada Universidad, con independencia de lo que ellas han dicho que
requieren, eso no cuenta, ni interesa. La asignación de la cuota presupuestaria
de cada universidad la decide el gobierno y punto. Lo que deviene, al final, en
un premio o un castigo. A las llamadas universidades oficialistas, se les premia por su obediencia perruna; a las que, según el gobierno y en apariencia,
le son adversas, se les castiga, colocándolas al borde del
colapso, de la muerte.
Ahora bien, de la misma manera y
con la misma fuerza que condenamos y rechazamos la conducta gubernamental
respecto al trato presupuestario que suele dar a algunas universidades, debemos
rechazar, también, el actuar universitario de autoridades y gremios. Las universidades,
como hemos afirmado, ignoran los preceptos legales y participativos para la
elaboración presupuestaria. No hay transparencia ni instancias de control.
Nadie puede saber, salvo el gobierno, que, si lo sabe, sí el monto del
presupuesto calculado por las universidades
es real, objetivo, y se corresponde con los requerimientos de la
comunidad universitaria o, por el contrario, es abultado, y se pide cien para
que concedan cincuenta, porque se sabe que con esa cantidad se puede funcionar.
Esta práctica perversa, que existe y el gobierno la conoce y utiliza a
perfección, produce laceraciones en varios frentes. En la universidad, como un
todo, sin duda; en sus instalaciones y equipos; en la docencia, investigación,
extensión y servicios a la comunidad; pero, lo más grave, es que el déficit
presupuestario se cubre a expensas del incumplimiento de las obligaciones
legales y contractuales con sus trabajadores, en especial, con los miembros del
personal docente y de investigación y, de allí, que a las autoridades
universitarias o, a algunas de ellas, para no generalizar, les resulte cómodo
no afanarse por la cuestión presupuestaria, pues, al fin y al cabo, las víctimas son los trabajadores y
los estudiantes, a quienes se les
estimula, por debajo de la mesa, sin ponerse al frente de la lucha, como corresponde a todo patrono o
empleador, para que salgan a la calle,
se conviertan en carne de cañón, exigiendo presupuestos justos, ¿para qué y
para quién?, por cuanto una vez lograda alguna reivindicación las autoridades
la administran a su real saber y entender, adoptando, ahora, sí, la conducta
del patrón ruin y miserable, que niega a los trabajadores sus derechos
laborales.
Por estas y otras razones no
vemos con buenos ojos los acuerdos alcanzados en la Asamblea de Profesores de
la UCV, celebrada en fecha reciente, en la que se hace un llamado a retomar el
conflicto y se pide el auxilio de los estudiantes, a quienes, en los primeros
meses del año, se les dejó solos y sin apoyo en sus justas luchas de protesta
por la situación que agobia a todos los venezolanos. Los estudiantes y jóvenes,
sólo ellos, pusieron los muertos,
heridos y los miles de detenidos y sometidos a juicio. Durante las protestas
sociales no hubo marchas ni concentraciones, encabezadas por autoridades
universitarias, ni requerimiento de recursos. No hacía falta nada.
Pero, hay otro elemento que llama
a reflexión. Resulta difícil comprender
que en el momento justo que el Ministerio de Educación Superior
aprobaba la cuota presupuestaria de las Universidades, se celebraba una reunión
del CNU y, todos los asistentes, rectores de AVERU y de ARBOL, representantes
de Universidades Privadas, representantes estudiantiles y profesorales, todos,
al unísono, alababan al Ministro por su
ejemplar actitud; pues, bien, corresponde, entonces, a los rectores, no a los
profesores, trabajadores y estudiantes,
mantener abiertas las puertas de las universidades, cumpliendo con las
obligaciones laborales tal cual han sido acordadas, y, las académicas en general, o, en su defecto,
asumir la responsabilidad de cerrar las puertas universitarias. No más engaños,
ni subterfugios. Aquí no se trata de hacerle el juego al gobierno, este
juego está en pleno desarrollo y tiene
actores fundamentales.
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