LEGADO DE TERROR
Absalón Méndez Cegarra
La palabra legado tiene en los diccionarios
de lengua castellana y en los diccionarios jurídicos diversas acepciones. En el
campo jurídico es donde podemos encontrar un amplio desarrollo de esta
institución que data de tiempos inmemoriales, por cuanto, de manera genérica,
puede utilizarse como representante de alguna dignidad imperial o eclesiástica,
o, como “manda o donación testamentaria”; en consecuencia, Guillermo
Cabanellas, en su Diccionario de Derecho
Usual, examina con detalle la institución tanto en el Derecho Administrativo; en
el Derecho Canónico; en el Derecho Político y en el Derecho Civil; describe los
distintos tipos de legados; y, además, agrega, que, el legado, “posee tres
significaciones en materia testamentaria: a) disposición liberal del testador,
contenida en una cláusula del testamento; b) acto jurídico, caracterizado por
la transmisión de una cosa o derecho del
patrimonio del causante al del legatario; c) la cosa o derecho legado”.
En Venezuela, en los últimos dos
años, luego del fallecimiento de un Presidente en pleno ejercicio de sus funciones, a los fines de
continuar con el culto a su personalidad y la adulancia indebida, tan de
su agrado, y, sobre todo, propiciar su
beatificación, al menos política, para crear bases de legitimidad y
reconocimiento en un pueblo mítico, engañado con fábulas de “buen vivir”, se ha
venido utilizando el término legado bajo una concepción muy distinta a la jurídica,
digamos, más bien, en sentido socio-antropológica; es decir, legado como obra que un ser humano deja como contribución
a la humanidad para el engrandecimiento de las personas. En esta connotación
de la palabra, resulta necesario distinguir entre legados buenos, positivos; y,
legados malos o negativos.
La historia de la humanidad da
cuenta de la trayectoria vital de una serie de hombres y mujeres que han
brillado y merecen el reconocimiento universal, en todas las épocas, por sus
contribuciones al desarrollo de la humanidad en distintas facetas: filosóficas,
artísticas, pictóricas, musicales, teatrales, actorales, literarias,
científicas, religiosas, guerreras, militares, industriales, manufactureras,
agrícolas, pecuarias y muchas más. La institución de los Premios Nobel,
independientemente de su origen, desde su establecimiento por Alfred Nobel,
tiene como objeto reconocer, anualmente, la obra humana en determinados campos:
la paz, la economía, la literatura, la medicina.
Desde la antigüedad hasta nuestros
días, han brillado, por sus aportaciones a la humanidad y, ésta los recuerda y
celebra su memoria, hombres y mujeres como Aristóteles, Platón, Sócrates, Miguel Ángel,
Leonardo Da Vinci, Justiniano,
Jesús, Agustín, Napoleón, Cervantes, Kant, Marx,
Adam Smith, Keynes, David Ricardo,
Shakespeare, Gandhi, Hemingway, Einstein,
Curie, Freud, Fleming, Dalí, Edison, Darwin, Marlene Dietrich, Disney,
María Félix, Ford, Bolívar, Martí, Picasso, Martin Luther King, Nelson Mandela, Gallegos, García Márquez, Soto, para solo
citar algunos, pues, la lista es inmensa. Su obra, legada a la humanidad, es testimonio de un dominio de determinado
campo del saber; pero, también, una
contribución al progreso material y espiritual de la persona humana; por
consiguiente, el legado de estos hombres, entendido como contribución general,
universal, al desarrollo de la humanidad,
no en el sentido testamentario, es un legado positivo. Ahora bien, junto a este
legado tenemos, también, el legado de otros hombres que han sembrado de miseria,
terror y destrucción el mundo, por
ejemplo, Atila, Nerón, Stalin, Hitler,
Mussolini, Franco, Hussein, Kim Il Sung,
Gadafi, Duvalier, Castro, Videla,
Pinochet, cuyos, legados, sin duda alguna, son negativos. Todos, sin excepción,
hombres de poder, de gobierno, que han
despreciado el ser humano, irrespetado su dignidad y utilizado el poder para
causar mal a sus semejantes, sus pueblos los recuerdan con horror por sus
fechorías, por lo que no debe ser ni existir.
En Venezuela se ha venido reconociendo méritos y bondades a un
personaje que, ciertamente, ha dejado un legado a la sociedad nacional; pero,
no un legado de bienes, de creaciones positivas; sino, por el contrario, de
terror, destrucción y muerte, nada digno de recordación o merecimiento.
La herencia que hemos recibido
los venezolanos en 15 años de desgobierno es el despilfarro de una inmensa
fortuna; el endeudamiento nacional hasta los tuétanos para saciar la voracidad,
no del capitalismo, como se predica con furia, sino del socialismo del siglo
XXI; la entrega sumisa de la soberanía nacional a los vividores de ocasión; la
destrucción del aparato productivo nacional; la incapacidad gubernamental; el
abuso del poder; la prohibición de la libre movilidad; el incremento de la delincuencia de todo tipo; el fomento de la
impunidad; la inseguridad ciudadana; la represión; la limitación de la libertad
de expresión, como consecuencia del apoderamiento de todos los medios masivos
de comunicación; la violación de los derechos humanos; crisis sin precedentes
en el campo de la salud y la educación; la precarización del empleo y del
salario; desvalorización total del signo monetario nacional y de los símbolos
patrios; éxodo, casi masivo, de venezolanos hacia el exterior, con la
consiguiente fuga de talento humano, del capital humano, y la pérdida de
recursos en su formación y preparación; la pretensión de establecer un
pensamiento único y una dictadura electoral, como nueva forma de gobierno; la
creación de una nueva “clase social”: la mendicidad, parasitaria de las migajas
que suelta el poder para su legitimación, por tanto, un antivalor del trabajo
honrado y honesto; y, lo más grave de
todo, la siembra de odio, rabia, rencor, división social y desprecio por el opositor
que ha cambiado por completo el carácter nacional, la forma de ser del
venezolano, su generosidad y solidaridad. La no creencia en nada ni en nadie.
Este es el legado que ha recibido el pueblo venezolano. Un legado de terror.
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