Absalón Méndez Cegarra
El pasado domingo 30 de marzo del
año en curso, en la plaza Brión de Chacaíto, Distrito Capital, tuvo lugar una
concentración de andinos residentes en la ciudad Capital, con el objetivo de
brindar apoyo y solidaridad a la protesta pacífica, convertida, hoy día, en resistencia, que adelantan
y mantienen nuestros paisanos en los Estados Táchira, Mérida y, parcialmente,
en Trujillo, ante la arremetida brutal de las fuerzas armadas, especialmente,
el componente Guardia Nacional , los cuerpos policiales y de seguridad del
Estado y los grupos civiles armados.
La convocatoria a la
concentración fue idea e iniciativa de
un pequeño grupo de personas, andinas, al tanto de la situación que se vive en
ciudades como San Cristóbal y Mérida, por lo que, al final, el acto tuvo tres
grandes propósitos, a saber: 1. Informar a los asistentes sobre la verdad de
los hechos. 2. Propiciar la creación de un frente unificado de colaboración
solidaria. 3. Acompañar en todo el territorio la lucha de resistencia ya
iniciada.
Intervinieron, como oradores e
informantes, una nutrida representación de andinos en Caracas; pero, lo que más
llamó la atención fue el número de asistentes
y la participación de una pléyade de jóvenes estudiantes universitarios,
dirigentes estudiantiles, cargados con
un mensaje fresco; con alforjas llenas
de fe y esperanza por una Venezuela mejor; un liderazgo propio, auténtico, preñado de valentía, pundonor y valores patrios,
demostrado o probado en la práctica; todo lo cual despertó gran alegría entre los asistentes, por cuanto dio
aliento, insufló en los corazones
pasión, amor, y, en la mente y espíritu,
confianza y seguridad por el
cambio que se avecina. Y, tal como lo
enseña la historia, la chispa del cambio
puede comenzar, como en efecto ha
sucedido en el pasado, en la Provincia, donde
menos se piensa, en los pueblos
interioranos, fuertemente castigados por gobiernos sátrapas, ignorantes de la
capacidad de los pueblos para aguantar y resistir; pero, también, para decir
basta, cuando se superan ciertos límites, francamente intolerables, como ha
sucedido y está sucediendo en la Ciudad de la Cordialidad, San Cristóbal, y,
en la Ciudad de los Caballeros, Mérida.
En estas importantes ciudades de Venezuela, pobladas por gente honesta y
trabajadora, amante de la paz, con motivos suficientes para protestar y elevar
su voz de malestar, ahogada por múltiples problemas, el gobierno nacional y
regional ha querido silenciar el descontento a fuerza de represión, uso
indiscriminado de las armas, hostigamiento,
tortura , privación y encarcelamiento de quienes, decididamente, a costa
de su propia vida, han salido a la calle a protestar, con lo que se han montado sobre sus hombros
todo el malestar y descontento de
la población, de la casi totalidad del país.
San Cristóbal y Mérida han sido
tomadas por un ejército de ocupación, el cual está integrado, para mayor
malestar, por componentes militares cubanos, es decir, una fuerza militar
extranjera que avasalla la patria de Bolívar, traída por el gobierno nacional y
regional, auténtico acto o delito de traición a la patria, el cual el gobierno
endilga a otros, como remordimiento de conciencia. Este ejército ametralla a la
población, la castiga inmisericordemente, y, ante tales hechos, aspira que la
población aguante sumisamente. El gobierno se ha equivocado de banda a banda.
Lo que nació, localmente, como una
manifestación de protesta estudiantil ante la inseguridad que se vive en
Venezuela y en las Universidades Nacionales, se ha extendido, como pólvora, a
lo largo y ancho del país. En la actualidad, es todo un movimiento nacional de protesta ciudadana por los cientos de males que aquejan
a los venezolanos y la incapacidad de los gobernantes para asumirlos y
buscarles solución.
El gobierno nacional, sin duda,
desconoce la historia venezolana, o, por el contrario, la conoce muy bien y
tiene temor que algunos acontecimientos
se repitan. Táchira y Mérida han escrito
páginas heroicas en la historia de Venezuela. Por las venas de los tachirenses
y merideños corre sangre indígena y
comunera, sangre libertaria. En sus territorios se dieron importantes batallas
y, en Mérida, Simón Bolívar, recibe, por primera vez, el título de Libertador;
por consiguiente, es gente de paz, pero, que no teme a la guerra, razón, por la
que el gobierno nacional, se ha encontrado en estos pueblos, con un bloque o
frente de resistencia. Lo único que le ha faltado al gobierno nacional para acabar con este foco de resistencia, es
bombardear a la población y, sus intentos para producir miedo y temor, los ha realizado con el sobrevuelo de aviones militares.
Existen innumerables formas de resistencia pacífica. Los
estudiantes, inteligentes, sin duda, las están poniendo en práctica. Venezuela
está colmada de obstáculos y de barreras políticas, sociales, jurídicas, administrativas,
sociales y culturales y, al parecer, éstas pasan con gran indiferencia. Lo que
preocupa a algunos sectores son las
llamadas barricadas, que, el gobierno califica de “guarimbas”, las cuales, a todo evento, constituyen formas
de protesta ciudadana. Ellas impiden,
ciertamente, el libre tránsito y causan molestias en la población; pero,
hay que entender que son medios de lucha y de resistencia, ellas adquieren el
carácter de medios de defensa y protección de los manifestantes ante la arremetida
militar y policial, con todo un equipamiento de guerra, destructor de todo lo
que consigue a su paso, incluyendo,
vidas humanas.
Por consiguiente, las mal llamadas “guarimbas”, son,
verdaderamente, trincheras, y, las mismas, son espacios de protección, similares a las
que a diario construyen las fuerzas militares y policiales. Pero, estas
trincheras de la población, no son para alimentar la guerra y las ansias de matar, por el contrario, son zonas, campos o espacios que buscan y
propician la libertad de un pueblo subyugado. Bajo este concepto debe
entenderse el uso de trincheras, por lo que resulta absurdo que se inculpe y
destituya a alcaldes por no evitar su instalación. Sí, el gobierno nacional,
piensa, que es fácil acabar con la resistencia de un pueblo decidido a luchar
por su libertad, él, cuenta con más
potencial bélico que un alcalde para
impedirlo, por qué no lo hace, simplemente,
porque no puede, porque el sentimiento
libertario es más fuerte que las balas. Las trincheras respiran libertad.
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