SOCIALISMO CORRUPTO
Absalón Méndez Cegarra
Absalón Méndez Cegarra
En el pensamiento socialista
denominado pre-científico y en el científico, así, como en las
corrientes post-marxistas, no es posible encontrar algún rasgo de
corrupción en el modo de vida que deriva de su aplicación práctica.
Teóricamente, el socialismo, es impoluto, en él no cabe ninguna maldad
humana.
El socialismo real conocido es otra cosa. Una
tergiversación total de lo que enseña la teoría socialista, no en balde
se dice, que, la validez de la teoría es la práctica real; y, que, la
realidad, es más terca que la teoría. Con lo que se quiere significar
que, por lo general, la teoría va por un lado y la realidad por otro.
Hace
muy poco días escuchamos decir al Vice-Presidente del PSUV, que, la
preocupación de algunos países de la comunidad internacional por
Venezuela se debía a que aquí se estaban haciendo cosas muy buenas. El
Vice-presidente del PSUV tiene toda la razón, le asiste la verdad. Por
primera vez, no miente. Aquí, estamos haciendo una cosa muy bien, la
cual pasará a la historia como legado de la “revolución bolivariana” y
del “socialismo del siglo XXI” y, por supuesto, del imperio Odebrecht.
En Venezuela, el gobierno nacional ha socializado la corrupción. La
corrupción ha pasado a ser un elemento más en la definición del
socialismo, lo cual significa una contribución venezolana importante en
el proceso de la construcción del socialismo y muerte del capitalismo.
En
Venezuela, hoy día, no existe una sola actividad; y, casi, podríamos
decir, exagerando, no hay persona alguna, que no resulte corrupta por
acción u omisión. Quizá, sin quererlo, los venezolanos nos hemos vuelto
corruptos para el bien de la patria y sus instituciones y, en su
auxilio, ha acudido para su facilitación y modernización, el llamado
gobierno electrónico, con cuya implantación se procuraba, según la ley
que lo regula, aligerar los trámites y procedimientos y, por supuesto,
buscar la economía de la administración del Estado. El resultado ha sido
todo lo contrario. La administración del Estado está obstruida como
consecuencia del gobierno electrónico.
Todos los servicios, desde
los más elementales, básicos, como puede ser la obtención de la cédula
de identidad, hasta los más complejos, como la obtención de una patente
de industria y comercio o una licencia de licores, están sometidos a un
procedimiento que comienza con solicitar una cita por la página web
(gobierno electrónico) del servicio o institución facultado por la ley
para atender los requerimientos ciudadanos, muchos de ellos, a título
gratuito, pero, resulta, que, la fulana página no abre nunca para los
ciudadanos de a pie, sólo lo hace para los gestores internos y externos o
la mezcla de ambos, únicos poseedores de la llave, el misterio o la
combinación que permite abrir la red. Esto tiene un costo exorbitante
que debe pagarse en dólares, el cual fluctúa diariamente, en horas,
según las fluctuaciones del mercado, de manera tal, que una apostilla de
un documento cualquiera, hoy, puede ser cotizada en la mañana en 40 $ y
en la tarde en 100$. Al día siguiente, como fue nuestro caso, en 500$.
La tarifa para un pasaporte se cotiza entre 3.000 y 6.000 $. No hay
escrúpulo alguno. Las tarifas se fijan desde el interior de la
Institución y buena parte de los gestores son funcionarios públicos
adscritos a la institución obligada por la Ley a atender debidamente al
ciudadano y prestar con la celeridad del caso (principios de celeridad y
economía de la Administración Pública) el servicio al usuario.
El
signo identificador del “socialismo bolivariano”, definitivamente, es,
la corrupción. Este socialismo necesita de la corrupción como los
organismos vivos necesitan del oxígeno para seguir viviendo. Venezuela
ha pasado, en pocos años, a ocupar los primeros lugares entre las
administraciones públicas más corruptas del planeta, con una
característica adicional, la impunidad. La sola denuncia es causal para
la persecución. Se considera delito de traición a la patria.
Recientemente, el Jefe del Estado venezolano, se molestó y descalificó
las acciones de la Procuraduría del país azteca porque “agredió” a
algunas empresas mexicanas que exportaban hacia Venezuela productos
alimenticios de mala calidad y a precios elevados. Lo lógico, hubiese
sido, que el Presidente de la República felicitara a México por esas
acciones y se sumara a ellas; pero, no, acudió al expediente fácil de la
“guerra económica” y “bloqueo” contra Venezuela, cuando él y todo el
mundo sabe el antro de corrupción en el que se ha convertido la
importación de alimentos para las cajas CLAP.
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