DESASTRE MADURO
Absalón Méndez Cegarra
Lo que ha sucedido en México con motivo de la toma de posesión de Manuel López Obrador, como nuevo Presidente del país azteca, otro demagogo de marca mayor, identificado, también, con la etiqueta de izquierda, al igual que Hugo Chávez y Nicolás Maduro, es motivo de vergüenza para los venezolanos en cualquier lugar donde nos encontremos.
En el acto protocolar, en el momento que el Presidente López Obrador, saludó la presencia en México de Nicolás Maduro, la sala en pleno, con sus invitados especiales, se convirtió en una algarabía, gritos, pitas y pañuelos blancos salieron a relucir por todas partes para condenar su presencia, llamándolo abiertamente “dictador”. Ni siquiera la comedida, sumisa y parcial Telesur dejó de captar la pancarta que claramente decía: “Maduro no eres bienvenido”. Este recibimiento había sido anunciado con antelación por lo que Maduro ha debido abstenerse de asistir; y, así, nos hubiese ahorrado a los venezolanos el presenciar este espectáculo bochornoso de repudio, suerte de interpretación mexicana del rechazo que tenemos los venezolanos por su gestión como gobernante, el cual no puede ser expresado libremente en nuestro país por la represión a la cual ha sometido a la población. El hombre es tozudo y piensa que es un gobernante bien querido, aquí, en Venezuela, y, en todos los países del globo.
El gobierno de Maduro se ha convertido en un verdadero desastre. Ha pulverizado por completo la economía venezolana. Ha cambiado la idiosincrasia del pueblo venezolano, al punto que nada anima a celebrar, como en el pasado, las festividades navideñas.
La especialidad de Chávez y Maduro ha sido amargarles la vida a los venezolanos. Llevamos, ya, casi 20 años, sin que los venezolanos logremos reunirnos en familia para festejar la navidad y la llegada de un nuevo año.
Chávez, inauguró su gestión con la “tragedia de Vargas”, un fenómeno natural, no imputable, por supuesto a él; pero, lo que sí es imputable a su persona es lo que sucedió en torno a dicha tragedia, pues, con ella, comenzó el robo a manos llenas con el llamado Fondo Único Social (FUS) y la entrega a una parcialidad de las Fuerzas Armadas de las mayores oportunidades para el enriquecimiento indebido en virtud del uso de gigantescas cantidades de dinero, incluyendo la ayuda solidaria del exterior, sin ningún tipo de control, ni supervisión. A partir de ese fatídico diciembre no hemos podido levantar cabeza. Siempre se ha interpuesto algo que oscurece y perturba la alegría navideña. Este año, naturalmente, no podía ser la excepción. El 20 de agosto, Maduro adoptó un conjunto de medidas que anunciaban la ruina del país y de los venezolanos. Cientos de trabajadores perdieron sus empleos por el cierre de empresas e instituciones ante la imposibilidad de hacer frente a las nuevas erogaciones patronales. Las medidas fueron una declaración de aumento de todos los bienes y servicios, incluyendo, los servicios públicos, que, a decir verdad, no se prestan ni existen. El CNE, por su parte, convocó a elecciones municipales, violando todos los lapsos y fechas que establece la Constitución. Para completar la faena, el Jefe del Estado, anuncia el 29 de noviembre otras medidas absolutamente absurdas e incoherentes, totalmente demagógicas e impensadas que sepultaron toda ilusión de querer pasar unos días navideños en aparente calma y tranquilidad, pues, en un país en crisis profunda, ignorada, sólo por Maduro y su equipo de ágrafas en materia económica, los anuncios presidenciales terminan siendo gasolina para combatir un incendio.
Maduro no tiene ni la menor idea de ser trabajador o empleador. Menos, de materia presupuestaria. Su pasantía por El Metro de Caracas, no le dejó más que reposos; y, ahora, como empleador, carece de elementales conocimientos para calcular el costo de una nómina laboral. En Venezuela, existe la costumbre, en muchas empresas privadas, de liquidar a los trabajadores al finalizar el año y pagar las utilidades, según los términos establecidos por la Ley, para lo cual el empleador hace las reservas correspondientes. Los empleadores privados que no lograron hacerlo antes del primero de diciembre, sus costos laborales se multiplicaron por 2,5, por obra y gracia de Maduro. ¿De dónde va a sacar el empleador, empresario o ama de casa, recursos para pagar una nómina que de la noche a la mañana se le incrementó considerablemente, sin posibilidad alguna de trasladarla a un tercero? El resultado: inflación, menos producción, desempleo, achatamiento de salarios, diáspora, escasez, pobreza, malestar social. Desastre Maduro.
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