PLOMO POR COMIDA
Absalón Méndez Cegarra
Venezuela, ciertamente, es un laboratorio social, político y económico al servicio del mundo. Es un gran centro de experimentación. También, es, el espejo en el que deben mirarse todo los países de la tierra. En el laboratorio social y político y en el centro de experimentación que es Venezuela hoy, se investiga y crea, con el mayor rigor científico, con ayuda de terceros, sobre cómo hacer las cosas al revés. Así tenemos, por ejemplo, que confundimos revolución por involución; progreso por atraso; riqueza por pobreza. Se gobierna mal y se aparenta que se gobierna bien, que aquí no está pasando nada. Somos una colonia o protectorado de Cuba, China o Rusia y manifestamos que somos independientes, libres y soberanos. Regalamos nuestras riquezas nacionales y simulamos que somos nacionalistas y anti imperialistas. En el laboratorio, fabricamos mentiras para convertirlas en verdades oficiales y hay gente que las compra. Se vende una imagen de eficiencia gubernamental, pero hemos creado la sociedad del no trabajo y de la ineficiencia total. El gobierno proclama a los cuatro vientos que es constitucionalista, defensor de la Constitución, pero, no cree en ella, no la respeta ni aplica, al contrario, la viola e ignora. No funciona la separación de poderes, el Ejecutivo lo puede todo, pero afirmamos que existe independencia de las ramas del Poder Público Nacional. La revelación del siglo es el golpe de Estado que ha dado el Poder Judicial. Un órgano subalterno, subordinado, designado, no electo (el TSJ), cuya regulación emana de un acto del Poder Legislativo, impide a éste cumplir con las atribuciones que le confiere la Constitución. El Presidente de la República, mediante uso de un lenguaje escatológico, insulta a cuanta persona pasa por delante y, luego, dice, ser un hombre de paz y llama al diálogo. La cabeza del Poder Judicial se integra con personas carentes de credenciales y capacidades para el ejercicio de la magistratura, son ilegales e ilegítimas, pero, se presentan como grandes jurisconsultos, garantes de la constitucionalidad. La gente, el pueblo, está pasando hambre; sin embargo, se dice en los foros internacionales que Venezuela importa y tiene comida para alimentar a tres países de nuestro tamaño poblacional. La gente se muere por falta de asistencia médica y medicinas, pero, se dice que tal cosa no es cierta, que los hospitales están bien dotados, las farmacias igual, por consiguiente, se rechaza la ayuda humanitaria. Se elimina de un plumazo la noción de función pública y los servidores públicos se convierten en funcionarios al servicio del partido de gobierno. En fin, se desgobierna, por falta de capacidad o por maldad, se es autoritario y dictatorial, pero, el desgobierno se autocalifica de eficiente y democrático, constitucional. Sobre el Presidente de la República no se conoce nada, ni siquiera su origen, su partida de nacimiento, pero, ha sido Vice-presidente, Presidente del Poder Legislativo, Diputado y Canciller. Su única y mejor credencial es la de reposero en la Compañía Metro de Caracas, lugar exclusivo en el que aparece en nómina, donde nació su vocación y desgano por el no trabajo. Y, el proyecto de investigación de mayor envergadura, de este laboratorio nacional, es la entrega de la escasa producción de alimentos al partido de gobierno para ser distribuida únicamente entre sus mercenarios (PSUV-CLAP), el resto de la población que se muera de hambre. No importa. Para el pueblo sobra represión, plomo parejo y gas del bueno. Sólo un genio
de la política puede estar al frente de este laboratorio de casi un millón de kilómetros cuadrados y un personal de 30 millones de personas. Tiene que ser lo más parecido a Atila, Hitler, Hussein, Stalin o Fidel. Un mundo al revés y, a tal cosa, la llamamos gobierno nacional.
Pero, Venezuela, no sólo es laboratorio de experimentación política, en el que se convierte la dictadura en democracia, que es bastante pedir, sino, además, es un espejo en el que deben mirarse todos los países, pues, sólo mediante arte de magia (corrupción, robo descarado), es posible que un país rico, con territorio despoblado y escasa población, en menos de veinte años, haya pasado de ser un país atractivo para muchas personas del mundo a ser un país despreciado y miserable, inclusive, para sus propios nacionales; de ser polo de atracción de población ha pasado a ser exportador de población. Milagros de este tipo, o, mejor, descubrimientos científicos, propios de la ciencia política, sólo es posible alcanzarlos en el laboratorio político que es la Venezuela actual.
La población venezolana, sin eufemismo alguno, está viviendo los rigores de un grupo en el poder que desde hace 17 años se propuso y, lo ha logrado con creces, acabar con el país y llevarlo a la ruina más infame. Las personas salen a la calle en busca de comida, hacen colas infinitas para hallar un mendrugo de pan y a cambio reciben su ración de plomo. Represión, plomo y cárcel es la garantía que el gobierno ofrece a los venezolanos. El pueblo está molesto, tiene rabia, coraje, sale a la calle a protestar por la falta de servicios, la ausencia de alimentos, medicinas y todo tipo de bienes y, el gobierno, lejos de entender la situación, hacer consciencia de su incapacidad, mediocridad e ineficiencia, lo agrede, veja, humilla y atropella. Los cuerpos de seguridad del Estado, los militares, absurdamente, cumplen órdenes que van en contra de su propia voluntad, pues, hace pocos días escuché decir, en voz alta, a un Coronel del Ejército, en una panadería, que ellos, los militares, estaban sufriendo, al igual que los demás venezolanos, la mala situación que vivimos. No está lejos el día que veremos y escucharemos la noticia que un soldado o policía mató a su mamá o a su hijo, al tratar de impedir, a sangre y fuego, un saqueo, una manifestación, una barricada. A los soldados de Venezuela debemos decirles que la ley injusta no obliga a su cumplimiento; por consiguiente, una orden injusta, que vaya en contra del pueblo, no debe ser cumplida, puede y debe ser desobedecida. Los generalotes ladrones y corruptos, viven bien. La tropa, no. Señores soldados de la patria, la gente quiere y necesita comida y medicinas. Reserven el plomo para sus guerras ficticias.
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