ENTRE ESTADOS-NACIONES NO HAY AMIGOS
Absalón Méndez Cegarra
El mundo de las relaciones internacionales es en extremo complejo. La historia de la humanidad da cuenta de la serie de fricciones que se producen entre los pueblos casi por cualquier causa. Las guerras de diverso tipo y signo son reveladoras de los conflictos que se suceden en las relaciones entre imperios y colonias, entre pueblos avanzados y atrasados, limítrofes y no limítrofes, vecinos y no vecinos, ricos y pobres, partidarios de ideologías políticas y religiosas y no partidarios, en fin, los seres humanos, al parecer, sentimos placer al guerrear, no en vano una de las industrias más prósperas y desarrolladas del mundo, es la industria armamentista, es decir, el arte de la guerra, de matar, de la muerte.
Entre los Estados-naciones o los estados nacionales de la actualidad, pero, tampoco, en el pasado, hay relaciones de amistad, sólo existen intereses. Los Estados en la comunidad internacional se relacionan por intereses, no por amistad, vecindad o afinidad. Naciones y gobiernos nacionales que, ayer, guerrearon y se mostraron al mundo entero como acérrimos enemigos, hoy, son “buenos amigos”: Cuba y Estados Unidos; Vietnam y Estados Unidos; Venezuela y Colombia; Colombia y Ecuador; Guyana y Venezuela; Argentina y Gran Bretaña. El Derecho Internacional es la creación humana para procurar ciertas reglas de convivencia, dicho, en otros términos, para garantizar la paz. Las relaciones internacionales y los estudios sobre dichas relaciones constituyen el mayor esfuerzo para entender, comprender y explicar la dinámica internacional. La diplomacia es el bálsamo que han creado las naciones del mundo para disimular la guerra y atenuar los conflictos, ocultar odios y rivalidades y, sobre todo, manejar los intereses nacionales bajo la cubierta de la amistad y hermandad entre los pueblos del mundo. A la diplomacia le ha nacido un hijo o varios hijos, según el plano de los intereses en juego. Para los intereses económicos y comerciales, tenemos el arbitraje internacional y la solución de conflictos mediante la negociación; para los asuntos políticos, el diálogo; y, para conflictos bélicos, las comisiones de paz, mediadoras, negociadoras y de buena voluntad.
En Venezuela se vive una situación particularmente difícil. Bajo un ropaje democrático-electoral se ha cobijado una ruptura del ordenamiento jurídico nacional, un abandono total del Estado de Derecho y de las más elementales normas de la convivencia ciudadana. En el pasado reciente todo ello fue apoyado y aclamado por la comunidad internacional, pues mediaba en la relación con el Estado venezolano la distribución entre hermanos de la riqueza petrolera nacional. Venezuela era el centro de atención mundial, todos los países hermanos querían un pedazo de la torta y, así fue repartida. Venezuela tenía muchos amigos. Hoy, esos amigos, la miran de reojo, la apoyan en circunstancias especiales cuando media un interés particular: un voto favorable en los organismos internacionales, diferimiento de pago de deudas, en fin, favores recibido o por recibir.
La situación reciente en la Organización de Estados Americanos (OEA), en la que el Secretario General, mediante documentado Informe de 132 páginas, pasa revista al sinnúmero de alteraciones del orden constitucional en Venezuela, invoca la aplicación de la Carta Democrática Interamericana, instrumento de relaciones de convivencia internacional, suscrita por Venezuela,
ha puesto a prueba al gobierno nacional y a la comunidad americana y caribeña. El gobierno, como es su costumbre desde tiempos de Chávez, se ha derramado en improperios e insultos de tono subido contra el Secretario General de la Organización, al igual que ocurrió con el anterior Secretario General, el señor Insulza; pero, sólo, cuando muy diplomáticamente, este señor profería algo que molestara la sensibilidad del gobierno, pues, de no ser así, era ensalzado y glorificado.
La OEA, es, una organización querida y odiada por Venezuela al mismo tiempo. Forma parte de ella desde su origen, la utiliza cuando le conviene y la rechaza e insulta cuando no le conviene. El Presidente de la República, seguramente, desde el cuarto oscuro de su ignorancia, ha perdido los estribos, avergonzando al pueblo de Venezuela. Utilizando un lenguaje y expresión grosera e insultante, propia de los bajos fondos, fuera de toda consideración y respeto, que no necesita explicación alguna en el país y fuera de él para entender el mensaje, ha pedido al Secretario General de la OEA, elegido con el voto favorable de Venezuela, “que enrolle la Carta y se la meta por donde le quepa”. ¿Qué puede esperar Venezuela y los venezolanos de un Presidente de la República que se expresa en esos términos ante la aplicación de un instrumento internacional, supranacional, que ha contado con su voto aprobatorio y, que, de conformidad con el artículo 23 de la Constitución, es de aplicación preferente, directa e inmediata, pues, simplemente, se trata de la defensa de los derechos humanos del pueblo venezolano en general, violados abiertamente por el Estado venezolano. ¿Cuál será la reacción del mandatario nacional si los venezolanos le decimos que “enrolle y se meta por donde le quepa el Plan de la Patria, la Constitución y demás leyes de la República, el Decreto de Emergencia Económica, la reactivación de los 15 motores, los CLAP, su partida de nacimiento, su doble nacionalidad, la usurpación del poder y un etcétera extenso? Lo que es igual no es trampa dice el refranero popular. Sí, el Presidente, no cumple con la Constitución y la Ley, los ciudadanos, tampoco, estamos obligados a hacerlo. Por consiguiente, lo que sobreviene es el caos, la anarquía total.
Los venezolanos, a partir de las elecciones del 6D, miramos con buenos ojos a la comunidad internacional. Lamentablemente, hemos sido defraudados. Por intereses económicos y cálculos políticos, los países latinoamericanos y caribeños, nuevamente, nos han dado la espalda para apoyar un gobierno que es una vergüenza nacional. Señor Macri, la marcha en reversa que usted impuso en la OEA es suficiente motivo para que el corazón estalle. Guarde reposo y mantenga la boca cerrada. No entran moscas. Hablar demasiado hace daño. Los venezolanos no queremos
amigos de ocasión.
Absalón Méndez Cegarra
El mundo de las relaciones internacionales es en extremo complejo. La historia de la humanidad da cuenta de la serie de fricciones que se producen entre los pueblos casi por cualquier causa. Las guerras de diverso tipo y signo son reveladoras de los conflictos que se suceden en las relaciones entre imperios y colonias, entre pueblos avanzados y atrasados, limítrofes y no limítrofes, vecinos y no vecinos, ricos y pobres, partidarios de ideologías políticas y religiosas y no partidarios, en fin, los seres humanos, al parecer, sentimos placer al guerrear, no en vano una de las industrias más prósperas y desarrolladas del mundo, es la industria armamentista, es decir, el arte de la guerra, de matar, de la muerte.
Entre los Estados-naciones o los estados nacionales de la actualidad, pero, tampoco, en el pasado, hay relaciones de amistad, sólo existen intereses. Los Estados en la comunidad internacional se relacionan por intereses, no por amistad, vecindad o afinidad. Naciones y gobiernos nacionales que, ayer, guerrearon y se mostraron al mundo entero como acérrimos enemigos, hoy, son “buenos amigos”: Cuba y Estados Unidos; Vietnam y Estados Unidos; Venezuela y Colombia; Colombia y Ecuador; Guyana y Venezuela; Argentina y Gran Bretaña. El Derecho Internacional es la creación humana para procurar ciertas reglas de convivencia, dicho, en otros términos, para garantizar la paz. Las relaciones internacionales y los estudios sobre dichas relaciones constituyen el mayor esfuerzo para entender, comprender y explicar la dinámica internacional. La diplomacia es el bálsamo que han creado las naciones del mundo para disimular la guerra y atenuar los conflictos, ocultar odios y rivalidades y, sobre todo, manejar los intereses nacionales bajo la cubierta de la amistad y hermandad entre los pueblos del mundo. A la diplomacia le ha nacido un hijo o varios hijos, según el plano de los intereses en juego. Para los intereses económicos y comerciales, tenemos el arbitraje internacional y la solución de conflictos mediante la negociación; para los asuntos políticos, el diálogo; y, para conflictos bélicos, las comisiones de paz, mediadoras, negociadoras y de buena voluntad.
En Venezuela se vive una situación particularmente difícil. Bajo un ropaje democrático-electoral se ha cobijado una ruptura del ordenamiento jurídico nacional, un abandono total del Estado de Derecho y de las más elementales normas de la convivencia ciudadana. En el pasado reciente todo ello fue apoyado y aclamado por la comunidad internacional, pues mediaba en la relación con el Estado venezolano la distribución entre hermanos de la riqueza petrolera nacional. Venezuela era el centro de atención mundial, todos los países hermanos querían un pedazo de la torta y, así fue repartida. Venezuela tenía muchos amigos. Hoy, esos amigos, la miran de reojo, la apoyan en circunstancias especiales cuando media un interés particular: un voto favorable en los organismos internacionales, diferimiento de pago de deudas, en fin, favores recibido o por recibir.
La situación reciente en la Organización de Estados Americanos (OEA), en la que el Secretario General, mediante documentado Informe de 132 páginas, pasa revista al sinnúmero de alteraciones del orden constitucional en Venezuela, invoca la aplicación de la Carta Democrática Interamericana, instrumento de relaciones de convivencia internacional, suscrita por Venezuela,
ha puesto a prueba al gobierno nacional y a la comunidad americana y caribeña. El gobierno, como es su costumbre desde tiempos de Chávez, se ha derramado en improperios e insultos de tono subido contra el Secretario General de la Organización, al igual que ocurrió con el anterior Secretario General, el señor Insulza; pero, sólo, cuando muy diplomáticamente, este señor profería algo que molestara la sensibilidad del gobierno, pues, de no ser así, era ensalzado y glorificado.
La OEA, es, una organización querida y odiada por Venezuela al mismo tiempo. Forma parte de ella desde su origen, la utiliza cuando le conviene y la rechaza e insulta cuando no le conviene. El Presidente de la República, seguramente, desde el cuarto oscuro de su ignorancia, ha perdido los estribos, avergonzando al pueblo de Venezuela. Utilizando un lenguaje y expresión grosera e insultante, propia de los bajos fondos, fuera de toda consideración y respeto, que no necesita explicación alguna en el país y fuera de él para entender el mensaje, ha pedido al Secretario General de la OEA, elegido con el voto favorable de Venezuela, “que enrolle la Carta y se la meta por donde le quepa”. ¿Qué puede esperar Venezuela y los venezolanos de un Presidente de la República que se expresa en esos términos ante la aplicación de un instrumento internacional, supranacional, que ha contado con su voto aprobatorio y, que, de conformidad con el artículo 23 de la Constitución, es de aplicación preferente, directa e inmediata, pues, simplemente, se trata de la defensa de los derechos humanos del pueblo venezolano en general, violados abiertamente por el Estado venezolano. ¿Cuál será la reacción del mandatario nacional si los venezolanos le decimos que “enrolle y se meta por donde le quepa el Plan de la Patria, la Constitución y demás leyes de la República, el Decreto de Emergencia Económica, la reactivación de los 15 motores, los CLAP, su partida de nacimiento, su doble nacionalidad, la usurpación del poder y un etcétera extenso? Lo que es igual no es trampa dice el refranero popular. Sí, el Presidente, no cumple con la Constitución y la Ley, los ciudadanos, tampoco, estamos obligados a hacerlo. Por consiguiente, lo que sobreviene es el caos, la anarquía total.
Los venezolanos, a partir de las elecciones del 6D, miramos con buenos ojos a la comunidad internacional. Lamentablemente, hemos sido defraudados. Por intereses económicos y cálculos políticos, los países latinoamericanos y caribeños, nuevamente, nos han dado la espalda para apoyar un gobierno que es una vergüenza nacional. Señor Macri, la marcha en reversa que usted impuso en la OEA es suficiente motivo para que el corazón estalle. Guarde reposo y mantenga la boca cerrada. No entran moscas. Hablar demasiado hace daño. Los venezolanos no queremos
amigos de ocasión.
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