Absalón Méndez Cegarra
La mujer venezolana, desde
siempre, ha sido considerada una heroína. A lo largo de la historia patria la mujer venezolana ha escrito páginas de
gloria. No existe un espacio en el que su actuación no sea destacada. Ello
corre para la mujer en general, la de todos los sectores sociales. La mujer
brilla con luz propia como madre abnegada, compañera, trabajadora, agricultora, ama de casa, estudiante,
profesional, gremialista, parlamentaria, gerente,
ejecutiva y gobernante.
Lamentablemente, un actuar incorrecto y una conducta inexplicable, de un grupo
de mujeres, minoritario, por fortuna, digno de estudios psicológicos, han colocado un lunar en la brillante y
destacada carrera de lucha de la mujer venezolana, el cual ensombrece, esperemos que por un instante,
su histórica transparencia de mujer forjadora de caminos y madre de la
libertad, la justicia y la esperanza. La mujer en Venezuela se le identifica
con las mejores causas. Ella es la
paridora de la libertad y la democracia. El lunar al cual nos referimos, con
mucho pesar, lo constituye el actuar, como hemos dicho, de un grupo de féminas, conformado por profesionales de brillante trayectoria, que el gobierno de Hugo Chávez colocó en las
más altas posiciones de los poderes
públicos, seguramente, confiado, en el equilibrio, inteligencia, sabiduría,
mesura, firmeza, ponderación y honorabilidad, entre otros muchos
atributos, que caracterizan a nuestras
mujeres y las enaltecen. Este grupo de mujeres, como lo llamó el periodista
Leocenis García, las “mujeres del presidente”, lo que le significó un juicio, privación de libertad y
el cierre del periódico, acusado de irrespeto por un montaje fotográfico, se ha comportado de manera incorrecta,
reivindicando un rol que, si bien, ayer, estuvo presente en la feminidad, hoy,
ha sido erradicado o va camino a su erradicación, fruto del luchar femenino por
la igualdad de género, el respeto y la
liberación: la sumisión o sometimiento a un tercero. En la actualidad, la mujer
venezolana no necesita someterse ni requiere de un padrino para lucir. La mujer
brilla por sí sola, sin apoyatura. El
pueblo venezolano vio con beneplácito esta nueva conquista femenina y esperaba
de la inteligencia de la mujer en funciones de gobierno un actuar distinto,
diferente, consecuente con su bien ganada fama de buena madre, administradora y
gerente, sabia en la toma de decisiones.
Jamás, venezolano alguno, imaginó que este grupo de mujeres catapultadas por méritos propios a las alturas del poder se volviese
contra el pueblo, hundiese su
libertad, democracia y pluralismo político y social, e, inclusive, aplaudiese ejecutorias
contrarias al más elemental respeto a la dignidad humana y a los derechos humanos, establecidos en
nuestro ordenamiento jurídico, como ha ocurrido con la Jueza Afiuni, mujer
insigne, víctima de los más crueles atropellos, lo que resulta revelador de la
ausencia de Estado de Derecho.
En el presente venezolano, una
mujer de nombre María Corina Machado, a
quien no tenemos el honor de conocer personalmente, se nos muestra digna de
admiración y respeto. María Corina es una mujer valiente y gallarda,
inteligente y aguerrida, madre y profesional, activista política, parlamentaria
de las mejores, representante de lo mejor de la mujer venezolana. Esta mujer ha
levantado la voz para decir basta, no tenemos miedo. La frase viene al caso porque el oficialismo gubernamental con sus hordas de bárbaros, está empeñado en
sembrar terror, odio, violencia y miedo
entre los venezolanos. El miedo es un sentimiento dañino, nefasto, el miedo
paraliza, detiene. Eso es lo que busca el gobierno para seguir a sus anchas,
haciendo lo que le viene en gana, sin el más mínimo respeto por la
institucionalidad. El mejor contexto para ello es una sociedad paralizada, un
pueblo inerte, sin voz, acorralado y sin salida.
María Corina, valientemente, a costa de su
propia vida y la de sus familiares, le ha salido al paso al atropello gubernamental. Desde su destacado papel en SUMATE, hasta su
bien ganada curul de parlamentaria, pasando por la legítima aspiración
presidencial, viene alertando a los
venezolanos de las tropelías y
actuaciones fraudulentas del CNE y de todos los desafueros del gobierno
nacional. Como era de esperar, no tardó la repuesta gubernamental. Y, de qué
manera.
María Corina, fiel representante del pueblo venezolano ante la
Asamblea Nacional, la más votada de todos los diputados electos, el día 30 de
abril, en un acto bochornoso que pasará a la historia negra del país, fue agredida salvajemente por sus colegas diputados
del oficialismo y, lo más triste, por sus colegas diputadas, mujeres que han
jurado respetar la Constitución y leyes de la República y que por su alta
investidura están obligadas a guardar respeto y consideración a todos los
venezolanos, independientemente de la manera de pensar de cada quien.
Este acto deplorable y condenable
deja muy mal parada a la bancada oficialista y a la Asamblea Nacional en su
conjunto como máxima expresión de la soberanía popular y, lo más condenable, es
que se produjo bajo la mirada complaciente y el auspicio y fomento del
Presidente de la Asamblea, posiblemente,
por desconocer el significado de esta rama orgánica del Poder Público Nacional
y, por tanto, fácil de confundir la Asamblea con un cuartel y a los colegas
diputados con la tropa alistada.
Para el Presidente de la
Asamblea, los venezolanos, tenemos que reconocer a juro, por la fuerza, un
gobierno sin base de legitimidad. Ese es un asunto que tiene que resolver el
gobierno. Hasta el momento, el señor Nicolás Maduro es el Presidente de la
República; pero, eso no conlleva a que la población lo legitime y reconozca
como tal. El gobierno, sí busca legitimarse, debe propiciarlo, establecer
puentes, vías de comunicación con la gente, llamar al diálogo, poner freno a la
violencia verbal y física. Un llamado permanente al odio y al resentimiento
social no parece ser el camino correcto.
La diputada Machado es una luz en
el firmamento. El sector oficial se niega a oírla, porque dice la verdad
y, la verdad duele, razón por la que
opta o prefiere el agravio, el insulto, la violencia. María Corina es esperanza
de futuro. Su carrera política es prometedora. Ella está dando la cara y se
está jugando la vida por una Venezuela de signos diferentes.
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