SOCIALISMO NEOLIBERAL
Absalón Méndez Cegarra
Resulta difícil, por esfuerzo que se haga, lograr descubrir
la ideología que inspira y motiva las acciones del gobierno nacional en todos
los planos de la vida del país y, consecuencialmente, de la mal llamada
“revolución bolivariana”.
Estamos frente a una mezcolanza de ideas, producto de
lecturas mal digeridas, y copia de experiencias gubernamentales fracasadas en
el plano real, esbozadas por Hugo Chávez y seguidas de manera torpe por Nicolás
Maduro.
No basta con decir soy socialista, la República es socialista, se requiere hacer tangible el socialismo en tanto formación económica y social en todas sus expresiones y comportamiento social. Venezuela dista mucho del socialismo, concebido como modelo teórico de crecimiento económico, desarrollo integral y convivencia social.
En Venezuela, lo que tenemos por modelo de desarrollo es
otra cosa, algo, que, por comodidad, vamos a llamar, socialismo neoliberal. Del
socialismo, tenemos, un discurso populista ramplón, engañoso, falso y
clientelar. Nunca, socialmente, igualitario, participativo, con soberanía
popular como protagonista y favorecedor de la inclusión social mediante la
superación de las desigualdades, por consiguiente, impulsor de la pobreza de la
gente. Y, del neoliberalismo, tenemos, un Estado-partido-gobierno, enemigo de
los trabajadores, de los productores de riqueza social, a quienes somete a
privaciones diversas, al punto que puede calificarse como política de
exterminio, delito de lesa humanidad, establecido en el Estatuto de Roma.
Los trabajadores públicos y privados son víctimas de la
exacción fiscal, las ansias de dinero del gobierno-partido son satisfechas
hurgando en el bolsillo de los trabajadores. Los trabajadores reciben salarios
de siete (7) bolívares al mes; pero, deben atender la satisfacción de sus
necesidades de alimentación, transporte, educación, salud, vivienda, vestido,
etc. con precios de bienes y Servicios valorados en dólares, euros o pesos
colombiano, lo que está fuera del alcance de la gente, situación que ha
conducido a un incremento alarmante de la pobreza económica y social y de un
éxodo del país que va reduciendo la población nacional a hogares de “nido
vacío”, adultos mayores solos, abandonados, indefensos, condenados a su suerte;
y, muchas veces, cuidadores de nietos.
En Venezuela, desde el punto de vista de la integración
social, puede observarse con gran facilidad y sin necesidad de grandes
investigaciones, empíricamente, la existencia de tres grandes grupos sociales.
Uno, conformado por los ricos de ayer y los nuevos ricos de hoy, es decir, la
nomenclatura gubernamental reciente, los “enchufados” Este sector sigue siendo
el beneficiario de la riqueza social del país y del endeudamiento público. Dos,
los pobres históricos, tradicionales; pero, que hoy disponen de un poco de las
migajas que se caen de la mesa del primer grupo: cajas clap, bonos por
cualquier cosa, etc. Y, el tercer grupo, integrado por las otrora capas medias
de la población, profesionales y técnicos, educadores y otros, que, ahora, en
virtud de la “revolución bolivariana” han pasado a formar el grupo social de
los nuevos pobres.
En la década de los años 80 del siglo pasado logró,
nuevamente, furor el pensamiento liberal, como fuerza impulsora, “mano
invisible” correctora de las desigualdades sociales y reduccionista del Estado,
cuyo rol debía ser el de simple observador.
La tendencia neoliberal, por sus imperfecciones, generó
gran conflictividad social, lo que dio paso al redentorismo político-social en
muchos países del mundo, principalmente, en los pueblos latinoamericanos y
caribeños, Venezuela, entre otros.
De la privatización, mercantilización de la vida social y
reducción del gasto público y social, pasamos a la estatificación, al populismo
demagógico, al control de todo por parte del Estado y, el resultado, es el
desastre que tenemos en el país y en otros muy cercanos que quieren seguir el
modelo venezolano.
Ejemplo, fácil de reconocer, en la
sociedad nacional, es lo sucedido con la remuneración-valoración del trabajo y
de los trabajadores.
En los años del segundo gobierno
del presidente Rafael Caldera, se reformó la legislación laboral, para dar
cabida a las ideas liberales que proclamaban que la crisis social que se vivía
en el momento, era producto de los llamados impuestos a la nómina, es decir,
tributos y pago de beneficios sociales, lo que impedía incrementar el empleo y
mejorar el salario de los trabajadores, así, como su protección social. Tal
situación dio lugar a un cambio sustantivo en la institución laboral conocida
como “prestaciones sociales” y en propuestas de reforma de la seguridad social
de los trabajadores, concretamente, los seguros sociales, cambios que quedaron
plasmados en el acuerdo de la Comisión Tripartita del año 1997 y en leyes
subsiguientes.
La reforma de las “prestaciones
sociales” fue justificada, así: “(…) las transformaciones ocurridas en la
economía del país han hecho inconveniente para los trabajadores, para los
empleadores y para la sociedad en general, la permanencia del vigente método de
cálculo, lo cual ha dado lugar a variados mecanismos de remuneración (bonos sin
efectos salariales) que han contribuido a la distorsión del concepto de
salario, al empobrecimiento de las contribuciones que soportan la seguridad
social y, en alguna medida, el crecimiento de la llamada economía informal” Y,
en lo que respecta a seguridad social, señaló la Comisión Tripartita, que,
estaban, “Convencidos de la impostergable necesidad de avanzar hacia la
constitución de un sistema de seguridad social integral que garantice
protección a los ciudadanos y erradique las prácticas que condujeron al colapso
del modelo vigente”.
Concluido el mandato de Caldera, le sucede en la presidencia Hugo Chávez, quien condenó la gestión de su antecesor y propuso la “revolución bolivariana” Para superar el “robo” causado a los trabajadores con las medidas neoliberales, restituir el valor del salario y del trabajo y su protección social. La revolución ha sido todo un engaño, un fracaso. El presidente obrero se ha revelado enemigo de la fuerza de trabajo, pulverizado el salario, extremado su bonificación e impulsado la desprotección social, todo ello, para dar forma al socialismo neoliberal.
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