TRABAJO DOCENTE
UNIVERSITARIO
Absalón Méndez Cegarra
Uno de los milagros visibles de
la mal llamada “revolución bolivariana” ha sido la precarización total de la
actividad docente en todos los niveles del sistema educativo nacional,
principalmente, en el nivel superior o universitario.
Por razones difíciles de entender
los malos gobiernos de Chávez y Maduro se empeñaron en destruir la educación
universitaria, vejar y humillar al personal docente y de investigación. La
estrategia gubernamental diseñada ha tenido tres frentes de ataque: Uno, crear
universidades sin planificación y dotación alguna e incrementar la matrícula
universitaria para aparentar un logro importante en el campo educativo, en
detrimento de las Universidades Autónomas. Dos, desconocer arbitrariamente logros
laborales alcanzados por los docentes universitarios en cruentas jornadas de
lucha, inclusive, imposiciones gubernamentales, tal es el caso de las Normas de
Homologación, 1982. Tres, creación de un sindicalismo paralelo, afecto al gobierno,
para desconocer los gremios naturales e históricos del profesorado universitario,
tal es el caso de las Asociaciones de Profesores y la Federación que las
agrupa: FAPUV.
Las condiciones generales de
trabajo de los docentes universitarios, así, como su protección social, eran,
en el pasado, una de las mejores del sector laboral público en Venezuela. En el
momento actual, el estado ruinoso de la educación universitaria y el
menosprecio al trabajo docente ha determinado la huida de muchos profesores, el
cabalgamiento de ocupaciones para lograr resistir y el más absoluto desinterés
por esta actividad que no permite ni siquiera un estado de sobrevivencia.
En el año 2004, la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), preocupada por el incremento de la pobreza en
un gran número de países del mundo, lanzó la estrategia de trabajo decente para
luchar contra el flagelo de la pobreza en el planeta.
Una letra es la diferencia entre
trabajo decente y trabajo docente. El primero, refiere a la actividad humana
transformadora de la naturaleza para ponerla al servicio del ser humano mediante
los medios e instrumentos de producción. Esta actividad humana debe realizarse
en ambientes laborales seguros y saludables y debe procurar a los trabajadores
estabilidad en el empleo; remuneración justa que permita al trabajador y a su
familia satisfacer sus necesidades básicas y sociales; y, protección social a
través de los sistemas de seguridad social. Esto es lo que significa un trabajo
decente. Por supuesto, que, en la Venezuela actual, el trabajo docente no reúne
o cumple con ninguno de los atributos señalados. El trabajo docente
universitario, por el contrario, es un trabajo indecente o, no decente,
vilipendiado al máximo, llevado a extremos inimaginables.
La remuneración salarial de un
profesor a dedicación exclusiva a la Universidad, es decir, sin posibilidades
de multiempleo, con la máxima categoría académica en escalafón universitario
(Titular), percibe un salario mensual de 16 $ aproximadamente, calculado a la
tasa de cambio oficial, 0,50 centavos de dólar diario, lo que lo coloca,
automáticamente, por debajo de la línea de pobreza.
Los profesores universitarios,
hoy día, formamos la gran masa de nuevos pobres, la cual, junto con la masa de
pobres históricos, alcanzamos la cifra que la Encuesta sobre Condiciones de
Vida (ENCOVI) ha dado a conocer para el año 2018, según la cual el 92% de los
hogares venezolanos son pobres, de acuerdo a
medición hecha con el Método de la Línea de Pobreza.
Esta situación, por su
persistencia y prolongación en el tiempo, sin elementos visibles en el corto y
mediano plazo de superación, hace estragos en la población y está creando
vulnerabilidades importantes en casi todos los sectores de población, así lo
revelan los índices de desnutrición, de deserción escolar y laboral y la
reaparición de enfermedades erradicadas en el territorio nacional desde hace
varias décadas.
Un nuevo gobierno que asuma las
riendas de la nación debe priorizar, por múltiples razones, la educación. El
trabajo docente debe ser un trabajo decente, de lo contrario, la diáspora no se
detendrá y en Venezuela quedarán instituciones educativas sin docentes de
calidad que la sustenten. Hoy, por hoy, los docentes en general, y, los
universitarios, en particular, son verdaderos héroes; pues, pese a todas las
adversidades y a tener precarias condiciones de trabajo, bajos salarios y escasa
o ninguna protección social, aún mantienen sus Universidades abiertas y
funcionando en aparente normalidad, realizando esfuerzos para no rendirse ante
la opresión gubernamental.
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