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MARÍA CORINA MACHADO


Absalón Méndez Cegarra
La mujer venezolana, desde siempre, ha sido considerada una heroína. A lo largo de la historia patria  la mujer venezolana ha escrito páginas de gloria. No existe un espacio en el que su actuación no sea destacada. Ello corre para la mujer en general, la de todos los sectores sociales. La mujer brilla con luz propia como madre abnegada, compañera,  trabajadora, agricultora, ama de casa,  estudiante,  profesional, gremialista, parlamentaria,   gerente,  ejecutiva y  gobernante. Lamentablemente, un actuar incorrecto y una conducta inexplicable, de un grupo de mujeres, minoritario, por fortuna, digno de estudios psicológicos,  han colocado un lunar en la brillante y destacada carrera  de lucha de  la mujer venezolana, el  cual ensombrece, esperemos que por un instante, su histórica transparencia de mujer forjadora de caminos y madre de la libertad, la justicia y la esperanza. La mujer en Venezuela se le identifica con las mejores causas. Ella es  la paridora de la libertad y la democracia. El lunar al cual nos referimos, con mucho pesar, lo constituye el actuar, como hemos dicho,  de un grupo de féminas, conformado por  profesionales de brillante trayectoria,  que el gobierno de Hugo Chávez colocó en las más altas  posiciones de los poderes públicos, seguramente, confiado, en el equilibrio, inteligencia, sabiduría, mesura,  firmeza, ponderación    y honorabilidad, entre otros muchos atributos,  que caracterizan a nuestras mujeres y las enaltecen. Este grupo de mujeres, como lo llamó el periodista Leocenis García, las “mujeres del presidente”, lo que le  significó un juicio, privación de libertad y el cierre del periódico, acusado de irrespeto por un montaje fotográfico,  se ha comportado de manera incorrecta, reivindicando un rol que, si bien, ayer, estuvo presente en la feminidad, hoy, ha sido erradicado o va camino a su erradicación, fruto del luchar femenino por la igualdad de género, el respeto  y la liberación: la sumisión o sometimiento a un tercero. En la actualidad, la mujer venezolana no necesita someterse ni requiere de un padrino para lucir. La mujer brilla  por sí sola, sin apoyatura. El pueblo venezolano vio con beneplácito esta nueva conquista femenina y esperaba de la inteligencia de la mujer en funciones de gobierno un actuar distinto, diferente, consecuente con su bien ganada fama de buena madre, administradora y gerente,  sabia en la toma de decisiones. Jamás, venezolano alguno, imaginó que este grupo de  mujeres catapultadas por méritos  propios a las alturas del poder se volviese contra el pueblo, hundiese su  libertad,  democracia y  pluralismo político y social,  e, inclusive, aplaudiese ejecutorias contrarias al más elemental respeto a la dignidad humana  y a los derechos humanos, establecidos en nuestro ordenamiento jurídico, como ha ocurrido con la Jueza Afiuni, mujer insigne, víctima de los más crueles atropellos, lo que resulta revelador de la ausencia de Estado de Derecho.
En el presente venezolano, una mujer  de nombre María Corina Machado, a quien no tenemos el honor de conocer personalmente, se nos muestra digna de admiración y respeto. María Corina es una mujer valiente y gallarda, inteligente y aguerrida, madre y profesional, activista política, parlamentaria de las mejores, representante de lo mejor de la mujer venezolana. Esta mujer ha levantado la voz para decir basta, no tenemos miedo. La frase viene al caso porque  el oficialismo gubernamental con  sus hordas de bárbaros, está empeñado en sembrar terror,  odio, violencia y miedo entre los venezolanos. El miedo es un sentimiento dañino, nefasto, el miedo paraliza, detiene. Eso es lo que busca el gobierno para seguir a sus anchas, haciendo lo que le viene en gana, sin el más mínimo respeto por la institucionalidad. El mejor contexto para ello es una sociedad paralizada, un pueblo inerte, sin voz, acorralado y sin salida.
 María Corina, valientemente, a costa de su propia vida y la de sus familiares, le ha salido al paso al atropello  gubernamental.  Desde su destacado papel en SUMATE, hasta su bien ganada curul de parlamentaria, pasando por la legítima aspiración presidencial, viene alertando  a los venezolanos de las  tropelías y actuaciones fraudulentas del CNE y de todos los desafueros del gobierno nacional. Como era de esperar, no tardó la repuesta gubernamental. Y, de qué manera.
María Corina, fiel  representante del pueblo venezolano ante la Asamblea Nacional, la más votada de todos los diputados electos, el día 30 de abril, en  un acto bochornoso  que pasará a la historia negra del país,  fue agredida salvajemente por sus colegas diputados del oficialismo y, lo más triste, por sus colegas diputadas, mujeres que han jurado respetar la Constitución y leyes de la República y que por su alta investidura están obligadas a guardar respeto y consideración a todos los venezolanos, independientemente de la manera de pensar de cada quien.
Este acto deplorable y condenable deja muy mal parada a la bancada oficialista y a la Asamblea Nacional en su conjunto como máxima expresión de la soberanía popular y, lo más condenable, es que se produjo bajo la mirada complaciente y el auspicio y fomento del Presidente de la Asamblea,  posiblemente, por desconocer el significado de esta rama orgánica del Poder Público Nacional y, por tanto, fácil de confundir la Asamblea con un cuartel y a los colegas diputados con la tropa alistada.
Para el Presidente de la Asamblea, los venezolanos, tenemos que reconocer a juro, por la fuerza, un gobierno sin base de legitimidad. Ese es un asunto que tiene que resolver el gobierno. Hasta el momento, el señor Nicolás Maduro es el Presidente de la República; pero, eso no conlleva a que la población lo legitime y reconozca como tal. El gobierno, sí busca legitimarse, debe propiciarlo, establecer puentes, vías de comunicación con la gente, llamar al diálogo, poner freno a la violencia verbal y física. Un llamado permanente al odio y al resentimiento social no parece ser el camino correcto.
La diputada Machado es una luz en el firmamento. El sector oficial se niega a oírla, porque dice la verdad y,  la verdad duele, razón por la que opta o prefiere el agravio, el insulto, la violencia. María Corina es esperanza de futuro. Su carrera política es prometedora. Ella está dando la cara y se está jugando la vida  por una Venezuela  de signos diferentes.

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