XENOFOBIA EN AMÉRICA LATINA
Absalón Méndez Cegarra
El novelista peruano Ciro Alegría, bautizó una de sus grandes novelas, con el sugestivo título: “El mundo es ancho y ajeno”, novela que trata temas del indigenismo peruano. El gran poeta y humorista venezolano, Aquiles Nazoa, refiriéndose a los temas limítrofes y fronterizos, señaló que las naciones del mundo se separan por puntos y rayas, manera utilizada por los seres humanos para repartirse el planeta tierra.
El novelista peruano Ciro Alegría, bautizó una de sus grandes novelas, con el sugestivo título: “El mundo es ancho y ajeno”, novela que trata temas del indigenismo peruano. El gran poeta y humorista venezolano, Aquiles Nazoa, refiriéndose a los temas limítrofes y fronterizos, señaló que las naciones del mundo se separan por puntos y rayas, manera utilizada por los seres humanos para repartirse el planeta tierra.
Países como México, Cuba, Haití, Colombia y Venezuela, entre otros, se han distinguido como lugares de asilo, fundamentalmente, para los expatriados por razones políticas. México acogió al poeta Andrés Eloy Blanco. Cuba a Don Rómulo Gallegos, en la Isla, Gallegos, escribió su novela “Una brizna de paja en el viento”. Colombia, fue residencia de Rómulo Betancourt y del escritor y periodista Domingo Alberto Rangel. En Barranquilla, Colombia, nació un proyecto de sociedad venezolana, el “Plan de Barranquilla”. Venezuela, recibió en su seno al gran José Martí, prócer de la independencia cubana y, a una inmigración selectiva de la Selva Negra Alemana. Durante todo el siglo XX y antes, Venezuela fue nueva patria para libaneses, árabes y chinos y para los expulsados de la guerra civil española, de las dictaduras de Videla en Argentina, Pinochet en Chile, Velasco Alvarado en Perú y campo abonado para los portugueses, canarios o isleños que poblaron nuestros campos e impulsaron la agricultura, incorporando hortalizas no comunes en la mesa del venezolano.
Queremos referirnos, ahora, a dos hechos inmigratorio de nuestro más amplio conocimiento. Uno, rural. Otro, citadino, universitario.
A un pueblo de la cordillera andina con vocación agrícola, casi limítrofe con Colombia, hacia la década de los años 60 del siglo pasado, llegaron oleadas de nacionales de Colombia para ocuparse como peones agrícolas en el cultivo de la papa, principalmente. Fueron recibidos con los brazos abiertos, eran y son muy buenos labriegos, muy pronto se les vio progresar, crearon familias, adquirieron casas, parcelas agrícolas, vehículos y los hijos se matricularon en la escuela y disfrutaron de comedor e higiene escolar. Hubo un proceso de integración plena que se mantiene hasta nuestros días.
La Universidad Nacional venezolana recibió en la década de los años 40 del siglo XX a una camada de intelectuales de primera línea, españoles e italianos que fortalecieron las Facultades de Medicina, Derecho y Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela. A ellos se deben muchos logros en el campo de la filosofía, letras, humanidades, derecho y medicina, quienes son recordados con respeto por las nuevas generaciones. Hacia la década de los años ochenta del pasado siglo, llegaron a los predios universitarios distinguidos profesionales y profesores universitarios nacionales de Chile, Argentina, Perú y Colombia, quienes fueron incorporados con beneplácito a las Facultades de Derecho, Ciencias Económicas y Sociales, Humanidades y Educación y, en menor proporción, en otras Facultades. Llegaron a ocupar posiciones de gerencia universitaria, Decanos, Directores de Escuela e Institutos, Jefes de Cátedra y Departamentos, representantes profesorales ante el cogobierno universitario, inclusive desempeñaron cargos públicos, reservados, en otros países, para los nacionales por nacimiento. Aquí, en Venezuela, en escuelas, liceos y universidades de calidad académica, educaron a sus hijos y los graduaron como profesionales universitarios, sin pagar un céntimo de bolívar, lo que no sucede en Colombia o Chile.
La referencia anterior no es un pase de factura ni un reclamo, solo un recordatorio sobre la amplitud y don de gente del venezolano, quien, no duda en abrir la puerta y extender los brazos para saludar al recién llegado, no importa su nacionalidad.
La xenofobia de los latinoamericanos y caribeños, el odio y rechazo hacia los venezolanos que han cruzado, por diversas razones, las fronteras patrias en búsqueda de una mejor calidad de vida en otras latitudes, es, verdaderamente, incomprensible e injustificable.
Hace pocos días, en una playa barranquillera, una pareja de venezolanos disfrutaba de las playas de la costa colombiana. Un vendedor ambulante de productos marinos se acercó a ellos a ofrecer su mercancía, la negativa a la compra sirvió de justificación para el insulto y la agresión. Ustedes son venezolanos, pobrecitos, ustedes no tiene plata, no pueden comprar nada.
Ese colombiano, casi, con seguridad, o, un antecesor suyo, vivió en Venezuela y, a ningún venezolano, se le hubiese ocurrido, en su momento y por el mismo hecho, proferir insulto alguno.
Muchos venezolanos han tenido que dejar el suelo que los vio nacer, no es el caso analizar las razones; pero, los venezolanos no somos delincuentes, somos gente de bien y de trabajo, el rechazo del que somos víctimas por nuestros iguales latinoamericanos merece una condena internacional. “El mundo es ancho y ajeno” y, en él cabemos todos.
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