GLOBO DE ENSAYO
Absalón Méndez Cegarra
El Ejecutivo Nacional, el
Tribunal Supremo de Justicia y el Partido Político Oficial, el PSUV, hicieron
todo lo posible para evitar la instalación de la Asamblea Nacional, en la fecha
establecida por la Constitución de la República. Posterior a la instalación han
alegado cualquier falsedad, revestida de juridicidad, para impedir el
funcionamiento de la Asamblea. La última de las jugarretas, al parecer, no les
resultó del todo bien. La Procuraduría General de la República, órgano
obediente del Presidente de la República, solicitó al TSJ la interpretación del artículo 237 de la
Constitución, el cual establece la obligación del Presidente de la República,
dentro de los diez días siguientes a la instalación de la Asamblea Nacional, de
presentar, personalmente, “un mensaje en
que dará cuenta de los aspectos políticos, económicos, sociales y
administrativos de su gestión durante el año inmediatamente anterior”. La
jugada de la Procuraduría estaba orientada a lograr una decisión judicial
favorable a los fines de evitar la comparecencia del Presidente a una Asamblea Nacional, considerada
inconstitucional, ilegal e ilegítima. El TSJ se pronunció, no quedaba otro
camino, señalando, que no existía
impedimento alguno para que el Presidente no acudiera a cumplir con su deber
constitucional de presentar su mensaje anual ante el Poder Legislativo, es
decir, ante el pueblo de Venezuela, electo el 6D, con respaldo popular
abrumador. La decisión del TSJ no sólo dejó sin armas jurídicas al oficialismo
sino que legalizó y legitimó a la
Asamblea Nacional, sí, es que tales pasos eran necesarios.
El Presidente, compareció a la
Asamblea Nacional, como buen hijo de Hugo Chávez, utilizó más de tres horas, en
una cháchara de mentiras, dejando ver
que los venezolanos vivimos en un paraíso terrenal. Más de un tercio del
discurso, mitad leído, mitad improvisado, lo dedicó a la Gran Misión Vivienda
Venezuela. Ese fue su estribillo, su caballito de batalla. El pecho se le infló
cuando dijo que el gobierno de él, y, naturalmente, el de su padre, había
construido en cuatro años más viviendas
en el país que durante toda la historia
de la Venezuela republicana. Por falta de conocimiento histórico se le olvidó
la labor del Banco Obrero, posteriormente INAVI; Vivienda Rural; CORACREVI; y el Sistema de Entidades de Ahorro y Crédito y la Banca Hipotecaria.
Pero, bueno, no se puede negar el esfuerzo gubernamental y, a decir, verdad,
han sido construidos, de mala forma, miles de viviendas en todo el país, a un
costo que los venezolano ignoran y, además, sepultando la industria de la
construcción nacional.
Al Presidente de la Asamblea
Nacional le resultó suficiente menos de treinta minutos para refutar las
mentiras presidenciales y poner en su lugar a los militares y a las ramas del
Poder Público Nacional cuya legitimidad de origen
no emana de la voluntad popular, del poder originario, sino del poder
derivado.
Ahora bien, lo que más llamó la
atención de la discursiva presidencial, fueron sus contradicciones. En la
primera parte del discurso pintó un país maravilloso. En la segunda parte, tuvo
que admitir que tal país no existe, que estamos sometido a una muy grave
emergencia económica. El Estado-gobierno-partido, que, obtuvo la mayor riqueza del mundo, la
dilapidó enriqueciendo a un pequeño grupo de “revolucionarios”. Ante este hecho
ha tenido que confesar que está en
ruinas, quebrado; pero, quebrado fraudulentamente. Es decir, vendió a crédito, nadie le paga y, además,
está endeudado y sin dinero ahorrado para asumir el cumplimiento de las
obligaciones.
Toda quiebra, sobre todo la
fraudulenta, obedece a algunas razones delictivas. La quiebra gubernamental,
que se traduce en la quiebra de la empresa que llamamos sociedad nacional,
tiene motivos, factores y responsables.
Entre los motivos, no hay otros que el modelo económico impuesto, el
ataque al sector privado, la confiscación de propiedades, el robo descarado de
los dineros públicos, la incompetencia gubernamental y la destrucción del aparato productivo
nacional. Los responsables, simplemente, quienes al igual que J.V. Gómez, desde
hace 17 años, convirtieron la Hacienda
Pública Nacional en su hacienda personal.
El gobierno nacional, con el
mayor descaro del mundo, con una cara bien lavada, le presenta a la Asamblea
Nacional un Decreto de Emergencia Económica, para que el Poder Legislativo lo
considere y ayude al Ejecutivo a salir
bien librado del desastre al cual nos ha conducido a todos los
venezolanos. El Presidente, ha podido,
perfectamente, incluir este Decreto en el conjunto de decretos con rango, valor
y fuerza de ley, que dictó, en uso de
las facultades habilitantes, a última
hora, para distorsionar, aun más, la actividad del Banco Central de Venezuela,
el Impuesto sobre la Renta, la Actividad Aseguradora y el Mercado de Valores,
entre otras materias. No lo hizo, porque
el propósito es lanzarle un globo de ensayo a la Asamblea Nacional. El
gobierno, ante el fracaso con todos los enemigos artificiales creados: guerra
económica, guerra mediática, el imperialismo norteamericano, el imperialismo
guyanés, el contrabando hacia Colombia, el paramilitarismo colombiano, la
burguesía nacional apátrida, la derecha recalcitrante, el dólar paralelo, etc, sigue buscando un
culpable a quien atribuirle sus errores, fallas, corruptelas, mediocridad e
incapacidad. Nada más apetecible que lanzarle el Decreto a una Asamblea
Nacional opositora para que corresponda a ésta asumir el fracaso gubernamental.
Para el momento que este artículo salga a la luz pública, es posible, que, la
Asamblea Nacional haya decidido qué hacer con el Decreto, seguramente, no lo
aprobará o modificará, y, tal decisión será el argumento esperado por el gobierno para decirle al
país, que él quiere resolver el desastre que tenemos, causado por él y sólo por
él; pero, la Asamblea Nacional opositora, enemiga del pueblo, se lo ha
impedido.
La emergencia económica
actual es del gobierno, pues, los
venezolanos llevamos 17 años en emergencia y el gobierno no lo sabía. El gobierno desea y aspira por la vía de este
Decreto que se le entregue un cheque en
blanco para seguir desangrando el país, suerte de nueva ley habilitante; pero,
con nombre diferente. Ni una sola de las medidas emergentes beneficia a los
venezolanos. Todas, en su conjunto, llevan el veneno del malestar. El gobierno
quiere salir del fango donde sepultó a los venezolanos cargando sobre sus
hombros el peso del desgobierno. Esperemos que el ensayo no resulte y el globo
se desinfle.
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