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LA MANO DE DIOS-DADO



                                                               LA MANO DE DIOS-DADO
                                                                                                                       Absalón Méndez Cegarra

Resultado de imagen para sanitas venezuelaLa mano de Dios es todopoderosa, protectora, cuidadora y constructora; en cambio, la mano de ese inefable señor que hasta ayer demostró ser un capataz de hacienda al frente de la Asamblea Nacional, es destructora, incendiaria, maléfica, portadora de odio y de todo mal. Bastó que este señor se refiriera en su bodrio de  programa televisivo,  a la principal empresa de medicina pre pagada existente en el país,  para que el gobierno arremetiera de inmediato  contra ella con toda la furia que el ejercicio abusivo del poder permite. Pero, los ataques gubernamentales, a decir verdad, no son contra la empresa, aunque ella resulte, en principio, ser la víctima. Estos ataques deliberados están dirigidos a uno de los accionistas de la empresa, el señor Capriles,  a quien no tenemos el gusto de conocer, por tanto, no nos une ningún vínculo. Su delito es ser el  padre de  Enrique Capriles R, a quien hay que cobrarle  la afrenta de desafiar el poder del PSUV, de Chávez, Maduro y demás revolucionarios de pacotilla y, al parecer, poner francamente en duda el cuestionado triunfo de Nicolás Maduro como Presidente de la República. Decimos, que,  en principio, la empresa es la víctima, porque ella sufre los embates de la demagogia y el  populismo barato gubernamental; pero, los verdaderos afectados, son los usuarios, los afiliados y el personal que labora en la empresa, por no decir, que la salud de un importante sector de la población venezolana.
La empresa, con la que no tenemos  otro vínculo que ser usuario de ella y tener una hija afiliada en el plan de cobertura ilimitada, debido a que fue excluida de nuestro instituto de previsión social por haber cumplido 40 años de edad, le debemos agradecimiento por la calidad de servicio y habernos salvado de la ruina económica, pues,  el monto de la factura era impagable para un profesor universitario. La empresa,   nació hace más de 50 años en España; por consiguiente, no había nacido,  ni E. Capriles, el enemigo a vencer,  y,  menos aún, quizá, el enfermo  de odio vice-presidente de esa franquicia gubernamental llamada PSUV. En el año 1980, la empresa fue establecida en Colombia (Colsanitas) y, en 1998, se creó en Venezuela. Opera, también, en Perú, Brasil. Estados Unidos y México. La empresa  tiene un concepto innovador de la protección integral de la salud y se ha constituido en  un importante factor de complementación y, en algunos casos, el venezolano, por ejemplo, sustituto de la deteriorada y casi inexistente red de servicios de salud públicos. La empresa, en materia de afiliación, no tiene exclusiones derivadas de edad, sexo o preexistencia de enfermedades, aunque, sí, algunos lapsos de espera.  Lo más innovador es la cobertura ilimitada. Ninguna empresa de seguro en Venezuela ofrece este tipo de cobertura y, si la ofreciese, la prima sería impagable por la gran masa de pobladores venezolanos. Los servicios médicos y de salud que brinda la empresa son costosos, sin duda, para una población que percibe ingresos de hambre; pero, su costo, no es nada distinto, a los costos establecidos en baremos admitidos  por la Superintendencia de la Actividad Aseguradora, Compañías de Seguros, incluyendo las estatales,  y  por los Hospitales y Clínicas Privadas. La elevación de costos no es un capricho de los oferentes de servicios de salud o entidades prestatarias de servicios de salud, como  se les conoce,  ni  de las excesivas ganancias de los capitalistas,  aunque, no negamos, que haya quien quiera pescar en río revuelto, como ignorantemente piensa ese caballero que Maduro colocó al frente de la economía  nacional, para mayor desafuero. La inflación de costos  en los servicios de salud en Venezuela, inaguantable para la gran mayoría de la población,  es producto, inducido, por las erráticas políticas económicas y monetarias gubernamentales y por el ataque desenfrenado e inmerecido al sector privado de la economía nacional.
Una mente sensata, con algún conocimiento de la actividad aseguradora; pero, sobre todo, con conocimiento sobre el costo de garantizar la salud, bien sea por la vía de instituciones públicas o privadas,  sabe perfectamente que los servicios de salud requieren de insumos, por lo  general no producidos en el país, que deben ser importados;  equipamiento médico con tecnología de punta;  y,  de un personal médico y para-médico altamente calificado, para sólo citar tres de los principales requerimientos.  Sabe, igualmente, base de la teoría de riesgo, que a mayor edad cronológica hay mayor probabilidad de enfermar, por lo tanto, la prima a pagar por el seguro de salud,  se incrementa con la edad. El Estado no asigna divisas preferenciales al  subsector privado de la salud, al parecer, tampoco, lo hace con el subsector público, a juzgar por la grave crisis en la cual se mantiene, razón por la que   el sub-sector privado, a los fines de garantizar lo prometido a la población afiliada: el cuidado integral a la salud, debe acudir al mercado negro o paralelo de divisas para adquirir en el exterior lo que no existe en el país. Ante esta situación, es natural y lógico, que tal hecho se refleje en la estructura de costos y que los mismos se trasladen a los usuarios o afiliados y éstos se resientan y opongan  al  aumento, como ocurre, hoy, en Venezuela, con  todos los bienes y servicios.
Pero, adoptar medidas arbitrarias, impensadas, sin brindar oportunidad a la defensa, sin explicación alguna, como lo ha hecho el gobierno con la empresa de medicina pre pagada en referencia, es, simplemente un acto de  abuso de poder, un atropello, que lejos de beneficiar a la población a la larga la perjudica. Al gobierno nacional no le interesa la salud de la población venezolana, hecho demostrado plenamente con el desempeño de las instituciones públicas  de la salud y  la escandalosa cifra de once millones de personas aseguradas en HCM, básicamente funcionarios públicos, cuya cobertura es de ficción, la cual se agota en un ingreso por emergencia. El costo de la mediocre, inoportuna e ineficaz asistencia médica pública en Venezuela es más alto que la ofrecida por el sector privado. Basta sólo comparar el índice de rotación de una cama en una clínica privada y en un hospital público. El resultado es asombroso. Mediante el diálogo es posible llegar a acuerdos. Si el gobierno facilita los insumos y las divisas preferenciales para su adquisición, los costos bajan. Si se crea, por ejemplo, un fondo de emergencia, solidario,  para atender enfermedades críticas y catastróficas, o, al adulto mayor,  la carga se redistribuye entre todos y todos tenemos acceso a los servicios de salud, no importa el origen del prestatario del servicio. Para ello se requiere que la mano de Dios-dado salga de escena.

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