EL PLEBISCITO DE PETRO Y LULA
Absalón Méndez Cegarra
Un plebiscito no es más que someter a consulta popular un tema determinado.
El pueblo soberano, mediante el voto libre, emite su opinión sobre lo
consultado. Los resultados de una consulta popular, cualquiera sea, favorable o
desfavorable, deben ser obligantes para quien la promueve. Esta es una de las
manifestaciones visibles de la participación protagónica y de la soberanía del
pueblo. Lo demás es fantasía.
Los presidentes de Colombia y Brasil, Gustavo Petro e Ignacio Lula,
respectivamente, en conocimiento de la situación política venezolana y ante la
pérdida irremediable del poder por parte del presidente - candidato y su partido de
gobierno, el PSUV, se han apresurado a
buscar un medio de defensa de todas sus tropelías y delitos cometidos, algunos
de ellos, de lesa humanidad, con miras de salvarlos de las sanciones que, en
algún momento, les serán impuestas por la justicia nacional e internacional.
No se puede ni se debe andar por el mundo insultando y agrediendo a la
gente impunemente, prevalido de la condición de gobernante, como lo hace diariamente
el presidente y vice-presidente del PSUV y, después, pedir indulgencia y trato
respetuoso. Utilizar bienes del Estado
para atropellar y vejar a otras personas es un delito. Los medios de
comunicación de carácter público son para informar y educar a la población, no
son plataformas para que políticos de pacotilla los utilicen como trinchera
para el insulto, la difamación y la injuria. Por menos de eso, el
vice-presidente del PSUV, se ha apoderado de bienes pertenecientes a familias
venezolanas, tal es el caso de la sede de El Nacional, adjudicada en juicio por
la justicia obediente y complaciente que tenemos.
Petro y Lula están procurando una tabla de salvación para que la
delincuencia gubernamental salga ilesa y pueda disfrutar de riquezas mal
habidas en paz y tranquilidad. El perdón lo da la persona afectada. En
Venezuela no puede haber una amnistía general, un perdón colectivo, porque los
dolientes de venezolanos muertos, heridos, encarcelados y expatriados no lo van
a consentir.
El discurso del próximo presidente de la República, el diplomático Edmundo
González Urrutia, es muy bueno, es un llamado a la reconciliación, no al
perdón, cosa completamente diferente. Como buen diplomático, González Urrutia,
es parco en el hablar, moderado en el lenguaje, serio en sus planteamientos, no
ofende ni insulta a nadie. Cuando se le
pregunta por algo, piensa la respuesta y la da utilizando dos o tres palabras,
no más. González Urrutia está haciendo un llamado al encuentro de todas las
voluntades del país, a unir esfuerzos para salvar a Venezuela y recuperar la
nacionalidad y el carácter de los venezolanos. A construir patria grande y
nueva. Al retorno de los hijos que se han ido, la libertad de los presos
políticos, la defensa de los derechos humanos, la recuperación del aparato
productivo nacional, la recuperación del salario y la seguridad social de los
trabajadores, el resarcimiento por daños causados y la firme promesa de
construir una Venezuela en la que no impere el odio, ni la maldad, sino, por el
contrario, el respeto a la dignidad de los seres humanos y la convivencia
pacífica. Es decir, todo lo contrario, de lo que dice y hace su contrincante
mayor, el candidato presidente.
González Urrutia no está planteando impunidad, ni “borrón y cuenta nueva”,
tal cosa, le merecería el rechazo del pueblo. No podemos confundir un llamado a
la paz y a vivir con tranquilidad con una declaratoria de amparo y protección
para quienes son actores de múltiples delitos. Quien ha cometido delitos de
diversa entidad debe purgar su conducta delictiva. No se trata de premiar al
delincuente.
El plebiscito que proponen Petro y Lula buscan un acuerdo de paz al estilo
del logrado en Colombia por parte del gobierno colombiano (Manuel Santos – Gustavo
Petro), con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y otros
grupos insurgentes. Un acuerdo de paz,
sin paz, y a un precio muy alto para la sociedad colombiana, en el que todo se
dio a favor de la insurgencia y nada en favor de la convivencia pacífica, el
cese de la guerra y la indemnización – reparación correcta a las familias
colombianas víctimas de la guerra.
El Estado Colombiano regaló curules y premios a los líderes del combate
guerrillero a cambio de nada, porque, hoy, en Colombia, bajo la protección de
Petro, hay más grupos insurgentes, pues, según se observa, el negocio no es
malo, actúo delictivamente, protegido y, luego, me siento con el gobierno a
negociar privilegios.
En Venezuela, ciertamente, no podemos revivir hechos como los acontecidos a
raíz de la muerte de Gómez, la caída de la dictadura de Pérez Jiménez y el
gobierno efímero de Carmona Estanga. Estos hechos no pueden volver a repetirse.
La persecución, la rencilla y el hacer justicia por sus propias manos no es el
camino a seguir; pero, de ahí, al perdón, a la amnistía, al otorgamiento de
premios, etc. el camino es largo y
tortuoso.
La idea del plebiscito debe ser rechazada. La transición debe darse en paz.
Reconociendo al vencedor electoral. Sin acuerdos ni promesas de impunidad. Sin
comisiones de paz. Sin garantes. La pronta reorganización de la administración
de justicia y de los órganos de contraloría serán los encargados de poner las
cosas en su justo lugar. No habrá
revanchismos ni persecuciones, como sí lo ha hecho y hace el gobierno y el
PSUV, pero, por ejemplo, pedirle a MCM que se siente alrededor de una mesa a
conciliar con quien la ha maltratado hasta el cansancio, es mucho pedir y
tolerar. Lo planteado es una transición civilizada y en paz. Hay un hecho que
parece no haber sido advertido y es de gran significación. El gobierno
derrotado dispone de más de 6 meses de ejercicio, tiempo durante el cual pueden
ocurrir mil cosas, entre otras, arrasar con todo o, negarse a entregar el poder
y producir un autogolpe. Esto sí condiciona la transición, por lo que debe
suscribirse un acuerdo de respeto a la decisión soberana del pueblo,
designación inmediata de comisiones de enlace por cada dependencia
administrativa y claridad y transparencia en la transmisión de mando.
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