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UNA BURBUJA LLAMADA VENEZUELA 

Absalón Méndez Cegarra

El presidente de la República se ufana de los logros alcanzados por el país en medio de las sanciones económicas impuestas por los Estados Unidos de América y por la Comunidad Europea. A cada instante vocifera de las mejoras logradas  en el campo económico, en la producción de bienes y servicios, en materia de energía eléctrica, telefonía y en los servicios básicos de educación, salud y suministro de agua potable.  Ignora o pretende ignorar el deterioro de la nación venezolana causado por más de 20 años de los desgobiernos de la dupla chavista-madurista.


El retroceso al que ha sido llevado el país es incalculable.  Se pretende convertir ficciones en realidades.  Espejismos en situaciones ciertas. Una burbuja económica en prosperidad y progreso nacional.  Cuando lo cierto es que en el país no hay crecimiento económico, mucho menos desarrollo y bienestar social.

El malestar nacional se explica por el rechazo de la población al presidente de la República y sus colaboradores el cual supera el 80% y por la continuidad del éxodo de población.

El gobierno luce totalmente desconectado de la realidad nacional. Habla permanentemente de logros inexistentes, por ejemplo, que más del 90% de los bienes y servicios que se ofertan en el mercado son de producción nacional, que el sistema educativo es de excelencia académica, igual, los servicios de salud. Que los salarios son incrementados continuamente alcanzando promedios similares a los de otros países latinoamericanos y caribeños. Que las pensiones y jubilaciones se aumentan en la misma proporción que los salarios.  Se nota que los gobernantes no salen a la calle ni acuden a los mercados a adquirir bienes y servicios. Lo que ha proliferado en el país en los últimos años son un tipo de establecimiento comercial denominado bodegones y toda una red de hipermercados y macro farmacias que sorprenden al visitante por su espectacularidad y las montañas de productos importados de las más lejanas tierras.

No es necesario viajar a ninguna parte para adquirir bocadillos, enlatados, azúcar, harina de maíz, frutas exóticas y otra gran variedad de productos que incluye zapatería y prendas de vestir, todo se encuentra en los nuevos establecimientos comerciales de Caracas y las principales ciudades del país.

Los conocedores de la dinámica económica hablan de lavado de dólares provenientes de actividades ilícitas y, de ser cierta tal especie, la clientela de estos nuevos templos del comercio, es variada y muy diversa. Entre los clientes asiduos a los cuales se les ve adquirir volúmenes importantes de productos de la más amplia variedad  y cambiar sardinas por caviar o aceite de palma por aceite de oliva y pagar,  mostrando, ostentosamente, fajos de billetes verdes, dólares de los EE.UU, encontramos a personas de todos los estratos sociales.

Las fuentes de ingresos de la mayoría de los venezolanos son exiguas. Salarios y pensiones con montos que no superan el mínimo diario establecido por la ONU para garantizar una dieta de supervivencia. El salario mínimo nacional  mensual no supera  los 15$. Su poder adquisitivo es bajísimo, lo que obliga pensar en otras fuentes de financiamiento.

Se habla de las remesas provenientes de familiares y amigos residenciados en el exterior, de bonos nominados en dólares pagados por empresas a los trabajadores, bonos   que simulan salarios, pero, que, a todo evento, no lo son, con lo cual se engaña a los trabajadores y se comete fraude a la Ley. Lo demás es de origen desconocido, se piensa en el tráfico de drogas y, de manera importante, en la corrupción oficializada de mil maneras. Hechos de corrupción en los que intervienen grandes, medianos y pequeños actores, precisamente, la clientela de la burbuja comercial.

En Venezuela,  ya,  es imposible realizar alguna gestión, solicitar la cédula de identidad, pasaporte, carta de residencia, certificado de salud, licencia para conducir vehículos, transitar libremente por el territorio nacional, obtener combustible,  notariar o registrar documentos, carta de antecedentes penales, expedientes educacionales, etc., etc., sin la correspondiente mordida o matraqueo de los funcionarios encargados y obligados por la Ley para su tramitación.

Cada sector de funcionarios públicos y no públicos ha elaborado su propio discurso extorsionador y su modus operandi. Los policías de tránsito amedrentan a los conductores con el psico-terror y la multi sanción: boleta, multa expresada en Petros y de pago inmediato, retención del vehículo, anulación de la licencia para conducir y asistencia a charla de duración indefinida; pero, todo se anula, con la mordida. Otro tipo de funcionarios de oficinas operan distinto: obtienen las consabidas citas por internet,  habilitaciones y la célebre frase “si usted me ayuda, yo le ayudo”.  La guardia nacional, por su parte, actúa diligentemente con los decomisos y registros continuos, un raro concepto del contrabando, en donde todo es contrabandeado.  Para ello existe la figura de las alcabalas móviles y no móviles, a pesar que el presidente de la República las ha prohibido en varias oportunidades.

Así, las cosas, en el país se ha configurado una forma de vivir compleja a la cual nos hemos venido acostumbrando los venezolanos. Un modo de vivir inadecuado, informal, ilegal, vicioso y pernicioso, pero, aceptado sin aviso ni protesto. Hemos creado la burbuja perfecta.

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