AUTONOMÍA
UNIVERSITARIA: FICCIÓN O REALIDAD
Absalón Méndez Cegarra
Hace algunos días, el Doctor Humberto Ruíz Calderón, distinguido profesor de la muy Ilustre Universidad de Los
Andes, Mérida-Venezuela, publicó en su blogs: “como en botica”, una nota sumamente
interesante bajo el título: “La autonomía universitaria un concepto complejo”,
en la que hizo referencia a un ensayo de la Doctora Graciela Soriano de
García-Pelayo, publicado bajo el título: “Sobre la Autonomía Universitaria”. El
ensayo de la Doctora Soriano es un análisis muy bien documentado de esa figura
o fuero medieval que conquistó la universidad europea del siglo XII y que se ha
mantenido hasta la actualidad en la universidad actual, la venezolana, como una referencia histórica, perdiendo cada
vez fuerza tanto en intención como en extensión.
En fecha más reciente, el pasado
domingo 20 de junio del año en curso, el Vicerrector Académico de la
Universidad Central de Venezuela (UCV), en su acostumbrado artículo de opinión,
publicado en el Diario El Nacional, de Caracas, bajo el título: “Siete años de
autonomía ucevista”, se refirió al tema de la autonomía universitaria e,
intentó, inclusive, una suerte de periodización histórica de la autonomía en la
UCV durante los últimos 70 años, a
partir de los períodos rectorales de venezolanos y académicos ilustres como los
doctores Rafael Pizani, Julio de Armas, Francisco De Venanzi y Jesús María
Bianco, algo que disgustará, con seguridad, a los rectores electos en fechas
posteriores a la aciaga y fatídica medida del Presidente Caldera de
destituir al Rector Heroico, a quien recibimos en nutrida Asamblea en el
Aula Magna para enaltecer su dignidad y salida por la puerta grande de la Institución Universitaria, posiblemente, el
zarpazo mayor dado a la autonomía universitaria en la segunda centuria del
siglo XX y comienzos del XXI.
En el artículo del Vicerrector Académico de la UCV,
a quien respetamos por su trayectoria personal, académica y de investigación, se alardea de logros y conquistas que resultan difíciles visibilizarlas. Se
entiende, naturalmente, que es la
defensa´-justificación de una gestión, que, al igual que la del gobierno nacional,
parece no tener límites, aunque luce totalmente erosionada por el transcurso
del tiempo.
El Vicerrector Académico nos
tiene acostumbrados a unos artículos de opinión en los que enaltece la gestión
universitaria que le ha correspondido llevar a cabo como parte de una cuarteta
rectoral, en una Institución agobiada por todas partes, sometida a todo tipo de
privaciones; pero, que, no obstante, según su criterio, presenta avances, los cuales, en nuestra opinión, deberían atribuirse a un
santo milagroso y, no, propiamente a la gestión, pues, nadie, en su sano juicio, puede entender, que en una Universidad en la
que se carece de todo, en la que no existe ni siquiera una hoja de papel para
sacar una fotocopia, en la que el trabajo académico es precario, en la que no
existe una política académica seria, bien definida en las áreas o
funciones fundamentales de la
Universidad, en la que el cansancio y la fatiga se ha apoderado del clima
organizacional, en la que la vocación de servicio ha desaparecido por completo,
se cuente, todavía, con investigación, docencia y extensión de
calidad. Este santo milagroso, sin duda alguna, y, a pesar de, son las reservas morales con
las que aun cuenta la UCV para soportar el peso del ataque y la agresión
interna y externa; y, esto hay que
decirlo a todo pulmón, la gestión actual de la UCV ha desatendido por completo
y dejado en el olvido sus reservas
morales, como lo prueba plenamente el
trato desconsiderado y atropellante que concede, increíblemente, a los miembros
ordinarios y jubilados del personal
docente y de investigación, quienes constituyen el sector laboral preterido de
la gestión, algo, así, como la cenicienta de la Institución, demostrable
fácilmente con el incumplimiento sistemático de las normas legales,
reglamentarias y convencionales que regulan la vida universitaria y las
relacionales laborales entre la Institución y su personal docente y de investigación,
a manera de ejemplo, podemos citar el incumplimiento del artículo 102 de la Ley
de Universidades y la entrega total que ha hecho la Universidad de la
administración de su personal (autonomía administrativa) y de todo lo referente a obligaciones laborales
con los profesores, tal es el caso, de lo sucedido con el pago oportuno y
correcto de las prestaciones sociales, que la Universidad entregó, sumisamente,
a instancias extra-universitarias.
El Vicerrector Académico, en un
arranque de fortaleza y vigor, digno de encomio, posiblemente, recordando el
pasado y el peso que el pasado tiene en nuestras conciencias universitarias,
titula su artículo, así: “Siete años de autonomía ucevista”. El título del artículo, por sí sólo, engendra
una profunda contradicción. El período rectoral, según el artículo 30 de la Ley
de Universidades vigente, es de 4 años; y, el de los Decanos, según el artículo
65, ejusdem, de 3 años. Las autoridades
rectorales han prolongado su período legal de gestión por 3 años; y, los
Decanos, por 4 años., tenemos, inclusive, Decanos, en condición de jubilados,
ejerciendo un cargo de manera ilegal. ¿Se puede llamar a semejante situación de
ilegalidad e ilegitimidad “autonomía ucevista?. No, en absoluto. La Universidad
venezolana ha dejado de ser una institución autónoma, por acción u omisión de
los universitarios de hoy, entre quienes
me cuento. La autonomía universitaria es un bello recuerdo que ha
quedado formalizado en la Constitución, en la Ley Orgánica de Educación y en la
Ley de Universidades, como un simple decorado, útil para el discurso florido y,
nada más. Sí, en verdad, queremos rescatar la autonomía universitaria, por qué no nos atrevemos a desafiar el poder
y convocamos a elecciones universitarias de manera soberana, autónoma, de
conformidad con lo que establece la Ley que nos rige. Un acto de esta
naturaleza presionaría al TSJ a publicar
una sentencia que tiene engavetada en la que se interpreta correctamente los
artículos 109 de la Constitución y 9 de la Ley de Universidades y se rescata la condición académica de la Institución Universitaria. La
Universidad, hoy, luce intervenida, por sus propias autoridades electas. Y, el
gobierno nacional feliz y contento. La autonomía es realidad efectiva, no
ficción. ¿Por qué las autoridades universitarias no hacen valer ante el
gobierno nacional su condición de empleadores de los profesores universitarios
y dejan de ser espectadoras pasivas del
acontecer universitario? La autonomía se construye no se limosnea ni mendiga.
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