AGENDA PARLAMENTARIA
Absalón Méndez Cegarra
El proceso electoral que permitirá
renovar a en señal de esperanza y confianza electoral, los miembros de la
Asamblea Nacional, previsto para el año en curso, sigue sin que el Poder
Electoral se digne a establecer su fecha de realización. Seguramente, está
esperando que se den las condiciones objetivas que garanticen un triunfo
gubernamental, por cuanto, hasta ahora, todo indica que las elecciones las
pierde el partido en el gobierno debido al desastre y destrucción de la vida nacional, en todos
sus ámbitos. No tardará en aparecer los corderitos del gobierno y de la
oposición, eternos funcionarios del CNE, con sus discursos enaltecedores de las
bondades del Poder Electoral, de su independencia y del blindaje y seguridad
que tiene y caracteriza las elecciones en Venezuela, vitrina electoral de todos
los países del mundo. Este discurso precede el acto electoral, porque, luego
que se conocen los resultados, salen los supuestos representantes de la
oposición, sin pena alguna, a develar
las fallas del sistema electoral., con actitud que raya en la irresponsabilidad
y falta de seriedad.
La Asamblea Nacional se ha
revelado como un Poder inútil, incompetente y, además, oneroso para el Tesoro
Nacional. El Parlamento ha sido castrado por el Ejecutivo Nacional y, en la
actualidad, luce como un órgano parasitario, integrado por miembros carentes de
capacidad para ocupar los cargos para los que fueron electos y para ejercer,
nada más y nada menos, la representación popular.
LA Asamblea Nacional no
representa a nadie, ni siquiera al partido de gobierno, toda vez que ha
renunciado al ejercicio de las dos o tres funciones importantes que la
Constitución de la República, le establece, razón de ser de su existencia:
legislar, autorizar al Ejecutivo para celebrar contratos de interés
nacional y ejercer el control sobre los
actos de gobierno. La Asamblea Nacional y, cuando hablamos de ella, nos
referimos a los miembros que la integran: diputados y diputadas, son unos
mamarrachos de parlamentarios que causan pena ajena.
Ante el anuncio de elecciones parlamentarias, aun sin fecha
definida para que tenga lugar el acto electoral, se han puesto en movimiento las distintas facciones políticas,
autodenominadas gobierno u oficialista y de oposición, con miras a presentar a
sus respectivos candidatos. Una y otra tolda pretenden engañar a la población
con supuestas elecciones primarias y la selección de candidatos por consenso,
inclusive, se habla, de los actuales diputados que repetirán como candidatos.
Tal situación produce un desánimo total. Ni uno sólo de los actuales diputados
tiene autoridad moral para ser postulado nuevamente. Si los diputados en ejercicio o los partidos
políticos que los promueven, tuviesen un
mínimo de vergüenza, saldrían del
Parlamento por la puerta trasera, sin hacer bulla, para no llamar la atención,
tal ha sido su deplorable actuación.
Igual situación de franco y
abierto irrespeto con el electorado venezolano ocurre con los llamados
candidatos por consenso. ¿Consenso de
quién o de quiénes? ¿De la sopa de letras que integra la famosa MUD o el Polo
Patriótico? ¿Puede, en verdad, un grupo de organizaciones políticas, total y
absolutamente deslegitimado y desacreditado, subrogarse y usurpar
la voluntad popular para postular como candidatos por consenso a algunas personas de su particular
interés y presentarlos al país electoral como candidatos que gozan del
favoritismo de la gente? Esta es una actitud, sin duda alguna, irrespetuosa e
irresponsable, negadora de la democracia y de la participación ciudadana en los
asuntos de interés nacional.
Compartimos la tesis que postula
la creación de un gran polo político de las “fuerzas del cambio”, más
allá de banderías político-partidistas o, con ellas, si se comprometen a
cambiar el actual estado de cosas que reina en Venezuela.
Estas “fuerzas del cambio” son
las que deben presentar o postular candidatos a diputados o apoyar a candidatos previamente seleccionados, siempre
y cuando, ellos se comprometan solemnemente, a reivindicar el Poder Legislativo,
como la rama orgánica del Poder Público Nacional más importante de la
organización y funcionamiento de un Estado
“de derecho, social, democrático y de justicia”, como denomina la
Constitución de la República al Estado venezolano. La Asamblea Nacional, los
diputados, representan al pueblo; es falso, por consiguiente, que son el pueblo en su totalidad, ellos, los
diputados, constituyen, sólo, su representación.
El proceso electoral
parlamentario motiva muy poco al electorado y, en las actuales
condiciones que vive Venezuela y el espectáculo deprimente que están
presentando las organizaciones
políticas y el mismo parlamento, lo animan menos.
El venezolano, común y corriente,
no se siente estimulado por unas elecciones para elegir los miembros de una
Asamblea Nacional como la que tenemos en el presente, dirigida por un capataz
de hacienda, que trata a sus colegas parlamentario con un mazo.
La única manera de estimular este
proceso electoral, a nuestra manera de ver las cosas, es proponiéndole al
electorado una agenda parlamentaria, que contemple, entre otros, el siguiente
compromiso: Reforma inmediata de la Constitución de la República, según lo
establecido en el artículo 342, de manera
que permita lo siguiente: a) reducción del período constitucional de
gobierno a cuatro (4) años, sin reelección inmediata; b) fortalecimiento de la
descentralización como forma de gobierno, mediante la revitalización de las
entidades de la unión y los municipios, que permitan avanzar hacia un verdadero
federalismo; c) eliminación de la forma de designación de los titulares de los
poderes públicos distintos al Ejecutivo (magistrados, rectores, contralor,
fiscal, defensor), sustituyéndolo por un proceso de elección popular, directa y
secreta, que coincida con la elección del Presidente de la República o de los miembros de la Asamblea Nacional; y,
d) eliminación de la competencia atribuida
al Poder Electoral, artículo 293, numeral 6, que le permite “organizar”
las elecciones de sindicatos, gremios profesionales, etc, por contravenir el
artículo el artículo 52 constitucional, el cual garantiza la libertad de
asociación con fines lícitos. Otra cosa es bisutería parlamentaria.
Comentarios
Publicar un comentario