Absalón Méndez Cegarra
El gobierno nacional está
llenando páginas de historia patria relacionadas con la represión y la
violencia oficial. Las dictaduras militares que sojuzgaron al pueblo venezolano
durante décadas, lucen, hoy, perplejas y timoratas al contemplar lo que
está sucediendo en el país.
Las cárceles de Venezuela, nada
paradisíacas, por lo demás, se están llenando de jóvenes, estudiantes, líderes
estudiantiles y políticos, ciudadanos comunes y corrientes, acusados por el Ministerio Público de la comisión de delitos pre-fabricados. Estas personas nunca han cometidos los delitos de los que se
les acusan. Con tal acusación son entregadas
a los Tribunales, los cuales se
muestran solícitos, sumisos y dóciles, para criminalizar la protesta
y, mediante juicios sumarios, con escasa o nula valoración probatoria,
privar de libertad y llevar a la cárcel
a cuanta persona inocente encuentran en el camino los organismos de seguridad del Estado, en
evidente violación de los Derechos Humanos y
bajo el manto de la más absoluta impunidad y la bendición de la
Defensoría del Pueblo.
En las mazmorras del país, antros de miseria humana,
transcurre la vida inocente de jóvenes y adultos venezolanos y extranjeros que
se han atrevido a salir a las calles y hacerse eco del malestar general de la
población. La audacia estudiantil y juvenil, la cual, en el pasado reciente,
animó, también, a muchos de los que ostentan el poder, quienes sobresalieron
por tirapiedras, quema cauchos y encapuchados en las puertas de liceos y
universidades, fabricaron, al igual que lo hacen los jóvenes de hoy, trincheras
de libertad y cuestionaron la represión policial y militar que en la actualidad
estimulan, es calificada como delictiva y merecedora de castigos y sanciones,
inclusive, privativas de libertad.
Pensamos, con todo el respeto que
nos merece el señor Presidente, a quien no le conocíamos la fiereza que muestra
en su discurso y acción, que, al parecer, y, ojalá, estemos equivocados, el
Presidente no conoce suficientemente
bien las causas objetivas que impulsan
la protesta popular y sus verdaderos responsables; por otra parte, ignora o lo simula muy bien, que, en su
entorno cercano es donde se encuentran los
autores intelectuales y materiales del llamado “Golpe de Estado Continuado”,
debido a que es su especialidad, y, en cuanto al intento magnicida, habría
necesidad de preguntarse, a quién beneficia la muerte del Presidente, quién o
quienes serían sus herederos, como
ocurrió con la enfermedad y fallecimiento del Presidente Chávez. El señor
Presidente es preso de su entorno militar. Los militares son el poder detrás
del trono y el Presidente lo sabe. En el gobierno se comportan como aquel
ladrón que, después de cometer su fechoría, para despistar, grita con fuerza,
el ladrón, el ladrón, allá va el ladrón, atrápenlo.
Sairam Rivas, es una víctima más del actuar
represivo gubernamental, militar-policial. Sairam, es una joven, estudiante
universitaria brillante, con excelentes calificaciones, líder estudiantil de las
mejores, porque combina armoniosamente la vieja consigna estudiantil, ya en desuso, de “estudiar y luchar”; con un discurso
coherente, sólido, bien fundado, fresco, preñado de esperanza y deseos de
libertad, democracia, igualdad y bienestar social para todos, como corresponde
a una futura colega profesional del Trabajo Social. Sairam y su distinguida
familia, viven momento terribles en las ergástulas de la policía política: el
SEBIN, en mala hora, bautizada con el nombre de El Libertador, acusada de
delitos que, están muy lejos, de su firme y recia personalidad, al igual que los cientos de
jóvenes y estudiantes, sus compañeros; políticos
como Leopoldo López y otros, que purgan
igual condena judicial o sometidos a un vulgar y denigrante régimen de
presentación.
A Sairam, se le puede acusar de
un único y exclusivo delito, tal es el
de haber tenido la audacia de
enfrentar y desafiar el poder y el terror
instaurado en la Escuela de Trabajo Social por grupos, supuestamente
estudiantiles, afines al gobierno y al
partido de gobierno, es decir, la misma
cosa. Sairam, es la Presidenta del Centro de Estudiantes de la Escuela de
Trabajo Social de la UCV. Su triunfo, bien obtenido, significó el
desplazamiento del grupo militante de partido de gobierno, que ha sembrado,
impunemente de terror, en los últimos
tiempos, a nuestra querida y maltratada Escuela. Este es el delito de Sairam
que el gobierno no le puede perdonar y por eso la castiga llevándola a la
cárcel, mientras que los integrantes del grupo a quienes ella les arrebató el poder, andan airosos,
posesionados de importantes cargos en los organismos públicos, provistos de
armamento y equipos que facilitan la comisión de sus fechorías, además,
protegidos por todos los poderes del Estado, a pesar de todas las pruebas que
les comprometen, inculpan y operan en su contra, las cuales, curiosamente, son
utilizadas, para enjuiciar a las autoridades universitarias que intenten
aplicar alguna medida disciplinaria.
Lamentamos que, en este momento,
no formamos parte del cuerpo docente de la Escuela y, por consiguiente, no
hayamos tenido el honor de tener como alumna a Sairam, porque, de ser así, en
uso de las facultades y de la autoridad
que la Ley de Universidades confiere al docente, apoyaría, con toda la fuerza
académica, a esta destacada alumna para que culminara con éxito, aun dentro de
su lugar de reclusión, sus obligaciones
escolares y su carrera profesional.
Produce congoja, por aquello de la solidaridad casi automática que tenía el movimiento estudiantil de nuestra
época de estudiante universitario, la actitud asumida por el representante estudiantil ante
el Consejo de la Escuela de Trabajo Social, al negar y oponerse a que se le
concediese ciertas facilidades a la alumna para terminar su curso regular a
punto de finalizar. Esta mezquindad estudiantil
no puede ser digna de un estudiante y, menos, aun, de un estudiante que cursa la carrera de Trabajo Social. Sairam,
amiga, por ahora, usted es voz prisionera.
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