Absalón Méndez Cegarra
En la actualidad, el Presidente
de la República no es candidato a nada. No estamos en campaña electoral; por
consiguiente, a él no le está permitido darse ciertas libertades en el
tratamiento verbal y no verbal que confiere a quienes, piensa, le adversan, por
diferentes motivos. Los publicistas o
creativos oficiales o gubernamentales
han equivocado, totalmente, su accionar publicitario y propagandístico. La
recién campaña publicitaria gubernamental, orientada, al parecer, por un lado a promocionar la imagen del Presidente de la República, como si estuviese
en campaña electoral; y, por otro lado, a darle un perfil propio, desligado de
su antecesor o padre político, ha venido acompañada de dos noticias de gran
significación para Venezuela y los venezolanos. Como suele suceder, una noticia
es buena, y, la otra, es mala. La buena,
está relacionada con la desaparición abrupta de la imagen del antecesor a sólo
un año de su desaparición física, tal como lo esperábamos los venezolanos, por
aquello del refrán popular que dice: “a Rey muerto, Rey puesto”. Ha desaparecido, por arte de la magia publicitaria, las inmensas vallas con
la imagen del Presidente fallecido, con su mirada vigilante y escrutadora, que
generaban contaminación visual, enormes e innecesarios gastos fiscales, y las cuñas televisivas, con fragmentos de
sus discursos, etc, para ser sustituidos por la imagen del Presidente actual,
su sucesor, utilizando distintas poses: de pelotero, deportista, locutor,
artista de cine, cantante, bailarín,
galán de televisión y, otras. Siempre, impecablemente, vestido. La
noticia mala, es que los publicistas oficiales, por su reduccionismo y escasez
de conocimientos de la historia patria, olvidaron que la consigna política que
identifica en Venezuela a una organización partidista con una determinada y
equivocada noción de la palabra pueblo, pertenece, desde el año 1941, al
partido Acción Democrática. A.D, partido de masas y poli clasista, se
identificó, desde su inicio, como “el partido del pueblo”. Y, en efecto,
utilizó como emblema, la imagen de un hombre desmigarriado, con camisa, pantalón y alpargatas derruidas y un bollo de
pan en el bolsillo trasero del pantalón, a quien denominó “Juan Pueblito”. En
Venezuela, desde entonces, el liderazgo
político, de cualquier tendencia, identifica al pueblo, con pobreza, es
decir, con un sector de población en particular, la sometida, principalmente, a
privaciones económicas, educativas, de salud, habitacionales y muchas más,
plato apetecido para la demagogia y el clientelismo político, creador de
esperanzas y promesas que jamás son cumplidas, pero, que, sirven, y, mucho, para darle legitimidad y fortaleza al poder
que se alcanza a partir del voto que sale de las humildes cabezas, credulidad y
encorvadas espaldas de esta población.
Con esta noción de pueblo, buena
parte de la población, factor determinante para la existencia de un Estado
nación, desaparece de la escena política. No cuenta para nada. Es lo que el
señor Presidente y sus acólitos califican con cuanta palabreja se les ocurre.
Son, en propiedad, los nuevos pobres o los nuevos excluidos sociales por
voluntad gubernamental. Pero, hay algo más en la publicidad oficial. Primero,
la imagen presidencial asociada al pueblo, no se parece, ni remotamente, al “Juan Pueblito” de
A.D. Esta nueva encarnación de pueblo es la de un acaudalado hombre de
negocios, un gran banquero que se pasea por la gran manzana de New York. Por
otra parte, y, aquí, hace gala la sabiduría e ingenio de la gente: El
Presidente de la República dice ser pueblo; pero, resulta que el pueblo ha
muerto, por cuanto hace muy poco tiempo, murió el “corazón del pueblo”. Un
cuerpo-pueblo sin corazón, no tiene vida; además, la poca vida que quedaba,
curiosamente, una Guardia del Pueblo, junto con la inflación, la
escasez de bienes y servicios, los bajos salarios, la inseguridad ciudadana, la
corrupción y la delincuencia de todo
tipo, la está exterminando. El “corazón
del pueblo” abandonó a su pueblo para
siempre y no hay reencarnación posible. Por tanto, Maduro no es pueblo.
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