Absalón Méndez Cegarra
Hace algún tiempo, no mucho, una
magistrada del Alto Tribunal de la República, Presidenta del Tribunal, al inicio del año judicial, en su discurso de apertura, destacó que el
Estado es único. Ciertamente, ante la comunidad internacional, el Estado es uno
sólo; pero, internamente, no, por cuanto en la organización política interna se
distingue entre persona jurídica mayor, la República; y, personas jurídicas
menores: Entidades Federales y Municipios, por una parte; y, por la otra,
tenemos la separación orgánica o ramas
del Poder Público. Además, es necesario diferenciar entre Estado y Gobierno,
diferencia que desarrolla claramente la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, en sus artículos 2°, 3°, 4°, 5° y 6°. La magistrada, con esta afirmación, le salió
al paso a la histórica y convencional separación orgánica del Poder
Público y a los reclamos permanentes de
la subordinación de las demás ramas del Poder Público al Ejecutivo Nacional. La
independencia de los Poderes Públicos, es tema central y recurrente de estudio por parte de la Ciencia Política y tiene como fuente el pensamiento liberal que dio base
teórica y jurídica al Estado Moderno. En
nuestro país, ha estado establecida, desde siempre, en las Cartas
Fundamentales, desde la primera, 1811, hasta nuestros días. Constituye aspecto
importante en el pensamiento de El
Libertador Simón Bolívar, quien sentenció
sobre lo peligroso que resultaba para un pueblo que el poder descansara en un
solo hombre y que él mismo permaneciese por mucho tiempo en el poder, razón fundamental del carácter alternativo de
la forma de gobierno en Venezuela, artículo 6° de la Constitución. La separación orgánica del Poder Público la
encontramos establecida en el artículo 136 constitucional en los términos
siguientes: “El Poder Público se distribuye entre el Poder Municipal, el Poder
Estadal y el Poder Nacional. El Poder Público Nacional se divide en Legislativo,
Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral. Cada una de las ramas del Poder
Público tiene sus funciones propias, pero los órganos a los que incumbe su
ejercicio colaborarán entre sí en la realización de los fines del Estado.” El
genio magistral, para congraciarse con el Comandante Supremo, dueño y señor de todo lo creado,
libertador de la patria, vació toda su inteligencia y saber jurídico pariendo
una nueva teoría política, contraria a la separación orgánica del Poder
Público, propio del republicanismo,
favorable a la monarquía, al absolutismo y al poder divino de los reyes. La magistrada, con esta revelación, con
tan novedosa e innovadora tesis
jurídico-política, justificadora, como se ha dicho, de la concentración del
poder en una sola mano, puso al descubierto, debidamente fundamentada, la entrega sumisa, complaciente, de las
facultades legislativas, vía Ley Habilitante, por parte de la rama del Poder
Legislativo e, igualmente, la dependencia de las restantes ramas del Poder al
Ejecutivo Nacional, es decir, al Presidente de la República, amo y señor de sus
súbditos.
La magistrada en referencia,
expresamente destacó que lo único importante en un Estado nacional, de tipo republicano
como el nuestro, es, el Ejecutivo; por consiguiente, todo lo demás sobra, es inútil y, todo lo
demás, para el caso venezolano, son las cuatro ramas o poderes en que suela
separarse orgánicamente el Poder Público: Legislativo, Judicial, Electoral y
Ciudadano. Lo cual explica, en parte, la
situación anómica en la que vivimos los
venezolanos.
En nuestro país se ha trastocado
todo. El Pacto Social acordado por los venezolanos en 1999 no sirve para nada,
no garantiza nada. Ni siquiera, como se decía en el pasado, sirve para
sentarse en el suelo, para evitar ensuciar el vestido, por cuanto
el librito de color azul que a diario se
enarbola es muy pequeño. No protege nada.
En una República, como la
venezolana, al menos formalmente, sí las
ramas del Poder Público han renunciado a sus competencias y facultades, como,
ocurre, a diario, todo a favor del Presidente, quien, desde hace años, es
legislador, juez, arbitro electoral, fiscal acusador y, naturalmente,
gobernante, no se puede esperar que el resto de la institucionalidad de la
nación funcione de otra manera; en consecuencia, el país está lleno de
instituciones inútiles a las que sólo el pobre pueblo tiene, necesariamente, que prestarle atención, pues, de lo contrario
va a para con sus huesos a la cárcel, acusado de cuanta delito exista: golpista, desestabilizador, magnicida, insubordinación, asociación para
delinquir, etc.
Por esta vía, instituciones como
Gobernaciones, Alcaldías, Consejos Legislativos y Concejos Municipales, sin
modificación alguna del texto constitucional, se han venido a menos; igual, organismos de cogobierno universitario; Banco Central de Venezuela; Procuraduría
General de la República; Empresas del Estado; Institutos Autónomos y, de manera
muy especial y particular, las Fuerzas Armadas Nacionales, institución ésta,
que, contrariando la Constitución, se ha constituido en el partido político del
gobierno, además, con pleno apoyo del TSJ.
Escuchar a un general soleado en la sesión solemne de la Asamblea Nacional, con motivo de la
fiesta patria del 5 de julio, fecha
conmemorativa de la firma del Acta de la Independencia, violentar,
públicamente, todo el ordenamiento jurídico, habla muy mal de la institución
militar; luego, un desfile militar, en el que se rinde honores a países
extranjeros, de los que somos, sin duda alguna colonia, y, pasar por debajo de
la mesa al mismo Presidente de la República y, al propio Padre de la Patria, porque
la línea de mando de la FAN la encabeza un hombre muerto, al que califican de
nuevo libertador y comandante supremo, es, sin duda alguna vergonzante para la
FAN y para el país. Las Fuerzas Armadas, por su propio bien, por el bien de su
profesionalismo, por el bien de la patria y sus instituciones, debe
reconstituirse para el pleno ejercicio de la gran misión que la sociedad y el Estado, no el Presidente
de la República, le han encomendado. Una institución piramidal, obediente y
disciplinada, no significa institución postrada y humillada.
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