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“ENVEJECIMIENTO SIN CRISIS”

                                                    “ENVEJECIMIENTO SIN CRISIS”
                                                                                                              Absalón Méndez Cegarra
     En octubre 2019 se cumplen 25 años de la publicación del Informe del Banco Mundial (IBM), bajo el título “Envejecimiento sin crisis” (1994-2019). Este Informe marcó un hito histórico en los estudios sobre el envejecimiento de la población mundial y sus efectos o repercusiones en los planes de pensiones y jubilaciones, el empleo joven y el crecimiento económico. El IBM tiene un precedente importante en América Latina y el Caribe: el proceso de reforma de la seguridad social, particularmente pensiones, iniciado en Chile en el año 1980, el cual se propagó por todo el sub-continente latinoamericanos y, de alguna manera, alcanzó a otros países fuera de la región.
     El IBM se convirtió, rápidamente, en una suerte de oráculo. El hecho de provenir de un organismo financiero, al que acuden los países con dificultades económicas a solicitar ayuda, resultaba casi obligante la aplicación de sus recomendaciones por parte de los Estados y gobiernos, al momento de pensar en la definición de políticas públicas de protección social. El Informe se constituyó en un marco de referencia para el establecimiento de planes de pensiones y jubilaciones.
      El eje principal del IBM fue el tema de la seguridad económica en la vejez. El BM puso en evidencia que la población del mundo tendía a envejecer. Dividió a los países del mundo en pobres, menos pobres y ricos, según el Producto Interno Bruto per cápita; y, a su vez, los agrupó en regiones geográficas. Estos dos puntos de partida permitieron a un conjunto de investigadores pasar revista a escala mundial sobre cuatro aspectos fundamentales: a) la dinámica de la población mundial, distribución, zonas geográficas con mayor población joven y vieja, esperanza de vida al nacer, disminución de tasas de mortalidad, natalidad y fecundidad y, la tendencia de la población a envejecer; b) los modelos formales e informales de garantizar protección y seguridad económica en la vejez. 
     La tendencia al envejecimiento de la población obliga a girar la mirada sobre el ¿qué hacer? para garantizar cuidados y protección a los viejos, una vez que la familia ampliada y los hijos no pueden cuidar a padres y abuelos y los modelos formales de pensiones pasan por graves desequilibrios económicos y financieros; c) posibilidades para que la fuerza de trabajo joven se incorpore al mercado laboral, un mercado que se restringe por diversos factores; y, d) la conciliación del interés-necesidad de garantizar seguridad económica en la vejez con las políticas fiscales, de empleo y de crecimiento económico.
     Los aspectos tratados sacudieron las bases de las políticas sociales financiadas con recursos fiscales.
 La población vieja, por lo general, es dependiente de la seguridad social o de la asistencia social, sobre todo aquella que tuvo la suerte de ocuparse en los mercados formales de trabajo. En la etapa de la vejez, la persona deja de ser contribuyente-cotizante al financiamiento de la seguridad social, pues, ya lo hizo en su vida activa-productiva. La población joven tiene dificultades para insertarse en el mercado de trabajo formal, lo cual resta aportes financieros a la seguridad social. La informalidad en el trabajo no aporta recursos a la seguridad social, al contrario, favorece el fraude, la evasión y la mora. Esto rompe la cadena intergeneracional. Los Estados acusan déficit fiscal importantes al tener que financiar las pensiones a que tienen derecho los viejos. La familia extendida que veía en los hijos un micro sistema de seguridad social ya no existe. Total, un cuadro dramático para Estados y gobiernos y para la población vieja actual y futura.

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