PROTECTORADOS VENEZOLANOS
Absalón Méndez Cegarra
La institución intervencionista
desarrollada por las Naciones Unidas y por los imperialismos de distinto tipo
conocida con el nombre de “protectorado”,
está estrechamente relacionada con el mundo colonial.
Los diferentes imperios, en el
pasado y aun en nuestros días, en su
lucha por repartirse el mundo conocido para ejercer sobre él dominación y
subordinación, crearon diversas figuras institucionales, además del coloniaje
puro y simple, para mantener el control y ejercer sobre determinados Estados,
considerados minusválidos, plena autoridad política y una clara participación
en los asuntos internos. Una de estas figuras, podríamos decir que, en desuso en el campo internacional actual, es el protectorado.
Mediante el protectorado un Estado
cualquiera, apetecido por otro Estado imperial, era y es sometido a un
tutelaje, el cual, a decir verdad, ata de manos
el ejercicio de la soberanía y
obstaculiza la autonomía para decidir sobre los asuntos internos.
La referencia viene al caso
porque la institución del protectorado, un poco pasada de moda, ha sido
reeditada por el gobierno venezolano, con caracteres que llaman poderosamente
la atención, por cuanto se trata de una medida interna con la que se busca
frenar el crecimiento de la oposición política al régimen de turno, buscando su
mediatización en los lugares donde la oposición ha alcanzado éxitos electorales
indiscutibles. Por consiguiente, no es que el Estado venezolano esté sometiendo
a otros Estados, al contrario, es sometido; pero, internamente, en la división
política-territorial, el Estado mayor, persona jurídica mayor, está procurando
el tutelaje de las Alcaldías y Concejos Municipales, es decir, de las personas
jurídicas menores, que, en mala hora, para el gobierno nacional, recibieron la confianza de la voluntad
popular, circunstancia que irrita al imperio interno y hace desatar toda su
furia.
En Venezuela, el pasado 8D se
realizó el proceso electoral para elegir Alcaldes y Concejales
Municipales. La población venezolana,
haciendo gran esfuerzo, casi sacrificio,
acudió a las urnas electorales, disminuyendo significativamente la
abstención histórica en elecciones similares. Este acto, sin duda alguna,
significó un reconocimiento al árbitro electoral, por lo que candidatos,
organizaciones políticas y población electoral, en conocimiento de las reglas
del juego, aceptaron participar en el evento electoral con dichas reglas. La
voluntad popular se dividió casi en partes iguales, aun cuando esta
distribución no se materializó en igual
número de triunfos; pero, los
triunfos alcanzados por uno y otro sector político, dan cuenta del deseo
ferviente que tiene un amplio sector de la población por la descentralización y
el desarrollo pleno de la autonomía municipal, aspecto éste que los candidatos
a Alcaldes y Concejales, tanto triunfadores como perdedores, habían prometido y
comprometido en la campaña electoral; pero, estos candidatos, al menos los
opositores, no contaban con la sorpresa que guardaba el gobierno, ignorar
dichas promesas y la efectividad de los triunfos.
El gobierno nacional, en conocimiento de los
resultados electorales, sacó el hacha de la guerra, a sabiendas que desde el
señor Presidente de la República para abajo, se había comprometido a respetar
el triunfo electoral, cualquiera fuera el color del mismo. Acto seguido, y, los
hechos hablan por sí solos, derrotado el candidato oficialista, en el caso de
la Alcaldía Metropolitana, por lo demás,
buen candidato, se puso en evidencia, una vez más, y, así lo hizo saber el
gobierno al elector y al mundo, que lo prometido en campaña sobre la
descentralización y reivindicación del Poder Público Municipal, era falso, se
trataba de un simple ejercicio demagógico, orientado a ganar voluntades
electorales. En consecuencia, no era
cierto que el candidato a Alcalde Mayor, de resultar ganador, reconquistaría
las facultades, atribuciones y recursos económicos de lo cual fue despojada
violenta y arbitrariamente, en el pasado reciente, la Alcaldía Mayor, contrariando expresas
disposiciones constitucionales y legales.
Es evidente, que el solo hecho de no
conquistar el triunfo en algunas Alcaldías de importancia significativa
despertó las verdaderas intenciones e intereses del gobierno nacional, es
decir, el desconocimiento de la voluntad popular cuando esta voluntad le es
adversa, lo que lleva a preguntarnos, ¿Para qué elecciones?, sí, luego de conocidos sus resultados, el gobierno
los desconoce mediante actos de gobierno que anulan la soberanía del pueblo.
Resulta una burla y un irrespeto
al elector, repudiable desde todo punto de vista, que, en un acto de soberbia, el señor
Presidente de la República, otorgase como premio de consolación, al candidato
perdedor de la Alcaldía Metropolitana, un cargo ministerial cuyo único propósito
es dejar sin efecto la voluntad popular y cercar, nuevamente, el ejercicio
pleno de la Alcaldía Metropolitana. Igualmente, causa estupor, que el señor
Presidente, anuncie para las demás Alcaldías, en las que no resultó triunfante el oficialismo, la designación
de funcionarios con el cargo de protectores, es decir, la creación de una situación
tutelar, supuestamente, para proteger a los indefensos pobladores de estos
municipios de las patrañas de sus Alcaldes electos.
Hay un refrán popular que reza:
“tanto va el cántaro al agua, hasta que por fin se rompe”. Este refrán,
advierte sobre el abuso del poder y las consecuencias que el abuso puede
desencadenar. El pueblo venezolano es pacífico, cree en la democracia, en el
sistema electoral para renovar sus autoridades, razón por la que concurre a
cuanta elección se le convoque; pero, también, exige respeto de la voluntad
expresada mediante el voto. No existe razón alguna para que el gobierno
nacional, coloque estructuras que impidan que los Alcaldes, favorecidos por el
voto opositor, ejerzan el mandato que
han recibido del pueblo, libre y soberano. La figura de protectorado no debe
continuar. Corresponde a Alcaldes y Concejales levantar la voz de protesta y
convocar a sus electores a repudiar esta medida gubernamental, la cual niega
por completo una voluntad expresada abiertamente en las urnas electorales como
manifestación de búsqueda dl equilibrio de los poderes públicos, la paz social y el encuentro de todos los
venezolanos.
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