CONFERENCIA CLACSO VENEZUELA
JORNADAS INTERNACIONALES DE INVESTIGACIÓN
EN CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
Caracas, 6 al 8 de Noviembre de 2013
LA SEGURIDAD SOCIAL EN AMÉRICA LATINA: UNA MIRADA DESDE LA EXTENSIÓN DE
LA COBERTURA.
Absalón Méndez Cegarra, Profesor Titular de la
Universidad Central de Venezuela.
Coordinador del Área de Postgrado en Seguridad Social,
Facultad de Ciencias Económicas y
Sociales
Introducción
La seguridad social, a lo largo de su historia
conocida, ha vivido momentos de auge, esplendor y debilitamiento. En la
actualidad, la seguridad social se inscribe dentro del amplio campo de las
formas de protección social, ideadas por los seres humanos desde su aparición
hasta nuestros días, para atender los “estados de necesidad”, resultado de los
distintos hechos: biológicos, económicos y sociales, que los causan. En las
sociedades de hoy, la seguridad social se constituye, erige y define como una
política pública, que compromete seriamente al Estado, por cuanto, en primer
término, la sociedad universal la ha reconocido como un derecho humano y social
fundamental; y, en segundo lugar, el Estado, se ha constituido en el garante de
su efectividad.
En América Latina y el Caribe, la seguridad social ha
pasado por varias etapas o momentos, que la diferencian, relativamente, de la
forma como ha logrado su consolidación en otros lugares del mundo.
La seguridad social se enfrenta a grandes desafíos. El
mundo ha cambiado de tal forma que los pilares que constituyeron la base de
sustentación de la seguridad social en
el pasado, han empezado a fragmentarse y debilitarse considerablemente, por lo
que muchas de las reformas que se proponen, en apariencia, para fortalecerla, como ha pasado
recientemente en América Latina, terminan desnaturalizándola totalmente. Uno de
los grandes desafíos de la seguridad social es el de la ampliación o extensión
de su cobertura en un contexto económico, político, social y cultural,
absolutamente adverso a tales propósitos. Pero, la ampliación de la
cobertura de la protección social se está logrando en algunos países
latinoamericanos, merced a un expansionismo de la asistencia social, entendida,
básicamente, como transferencia directa de recursos, principalmente,
dinerarios, sin contraprestación alguna por parte de los beneficiarios de la
ayuda económica asistencial, hecho que no contribuye a superar los estados de
desprotección social, sino a mantenerlos atenuados en su potencialidad, lo que convierte a la política social pública en
una modalidad de asistencia clientelar, legitimadora de un determinado orden
social y político. Demostrar este
aspecto, premisa básica, constituye el principal objetivo de la presente
ponencia.
1. La Seguridad Social: Un
instrumento de protección social
Las organizaciones internacionales del tipo de la Organización Mundial
de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), así, como
los organismos especializados en seguridad social, tal es el caso de la
Asociación Internacional de la Seguridad
Social (AISS), en los últimos años, han llamado la atención
de los Estados Miembros sobre el
crecimiento de la población en situación de pobreza, concebida no sólo como privación económica, sino como
una situación de desprotección e indefensión, y, las dificultades de la seguridad social no
sólo para buscar solución al fenómeno de la pobreza, sino para evitar que el
mismo siga expandiéndose y captando
sectores de la sociedad.
La seguridad social, bajo el enfoque de las políticas públicas,
particularmente, política social e, igualmente, bajo el escrutinio del sector
privado de la economía, ofrece la
posibilidad de miradas múltiples. Es, sin duda, para muchos autores, una
política laboral y, como tal, contribuye a la reproducción de la fuerza de
trabajo. Es, igualmente, un impuesto a la nómina laboral que incrementa el
costo de la fuerza de trabajo. Es, un mecanismo de distribución de renta o
riqueza social producida; por consiguiente, una compensación por el esfuerzo
realizado; y, por último, es, el reconocimiento social a un derecho humano y
una responsabilidad compartida fundada en la solidaridad social.
El enfoque, concepción o fundamentación que se determine de la seguridad
social signará su estructura y funcionamiento e, inclusive, su carácter y alcances tanto en términos de cobertura poblacional y de cobertura contingencial (estados de
necesidad-contingencias), como sistema de protección social y, trazará las líneas que
en los distintos países del mundo asume
la seguridad social y los regímenes o
ramos que la constituyen, en términos de modelos. Dos grandes orientaciones o
tendencias guían la configuración y diseño de los sistemas de seguridad social:
cobertura universal o cobertura sectorial o profesional. Por lo general, los
sistemas de seguridad social asumen modelos mixtos, conformes a las
características socio-económicas de los pueblos y a los mismos regímenes de aseguramiento de las contingencias.
2.
La Seguridad Social en América Latina y el Caribe: Campo o ámbito de
aplicación de los Seguros Sociales.
El sub-continente latinoamericano y caribeño presenta características
muy particulares en materia de seguridad social. Cuatro grandes momentos,
etapas, períodos o fases, son distinguibles en la evolución histórica de la
seguridad social, en el entendido que utilizamos el término seguridad social,
no en el sentido restringido de una modalidad de aseguramiento, sino en
una más amplia que comprende variedad de
formas de protección social: universales y sectoriales; asegurativas y asistenciales; contributivas
directas y no contributivas; obligatorias y voluntarias; principales y complementarias.
Un primer momento, el que comprende el
largo período colonial y republicano, hasta los inicios del siglo XX, cuando
hace su aparición la institución de los seguros sociales. Durante este
prolongado período encontramos lo que Manuel Almansa Pastor, denomina “Medidas
Protectoras Inespecíficas” (Almansa Pastor, 1973); y, otros autores, como
Javier Montezuma y Rafael Uzcátegui Díaz, prefieren llamar “prehistoria” de la seguridad
social, o, “etapa clásica” de la
seguridad social. El segundo momento, está marcado por la creación y
evolución de los seguros sociales, con
su concepción o sesgo profesional, obrerista o laboralista, el cual puede,
perfectamente, prolongarse hasta la actualidad, es decir, la “etapa” moderna o,
la “historia” de la seguridad social; pero, que, preferimos, interrumpirlo, con
el tercer momento, es decir, el proceso de reforma de la seguridad social, en
su versión seguros sociales, el cual se inicia en la década de los años 80 del
siglo pasado, para debilitarse, al menos en América Latina, hacia finales del
siglo XX, cuando irrumpe lo que podemos denominar, la contra-reforma de la
seguridad social. Finalmente, el cuarto y último momento, en pleno desarrollo,
la revitalización de la asistencia social como modalidad para ampliar la
cobertura de la seguridad social y hacer de la seguridad social un derecho de
todos. Estos momentos son simplificados por Carmelo Mesa-Lago (Mesa-Lago, 1991), en sus múltiples estudios sobre la seguridad
social en América Latina y el Caribe, al establecer, a partir de la fecha de
creación de los seguros sociales en latinoamérica y el Caribe, una clasificación
de los países en: pioneros, intermedios y tardíos. Países pioneros, son aquellos, por ejemplo, Chile, Cuba,
Argentina, Uruguay, en los que los seguros sociales, como institución
protectora de los trabajadores subordinados, se establecen en las primeras
décadas del siglo XX. Países intermedios, son la gran mayoría: México,
Colombia, Perú, Ecuador, Venezuela, en los que los seguros sociales, se crean a
partir de los años cuarenta del siglo pasado. Países tardíos, los países que
han logrado más recientemente su independencia, tal es el caso de los países
del Caribe.
Los seguros sociales, en consecuencia, marcan una época en la protección
social asegurativa de la población latinoamericana y caribeña; y, por tal
motivo, se convertirán en el epicentro de lo que denominamos, proceso de
reforma de la seguridad social, la cual, siguiendo a Mesa –Lago, y,
dependiendo, precisamente, de lo que suceda con la institucionalidad de los
seguros sociales, la reforma será estructural o
no estructural. Las reformas estructurales son de tres tipos: Modelo
Sustitutivo; Modelo Paralelo; y, Modelo Mixto. Las reformas no estructurales,
refieren a la incorporación de algunos cambios no sustantivos.
La reforma estructural hace
desaparecer en el corto, mediano o largo plazo,
los seguros sociales. La reforma no estructural, permite la continuidad de los seguros sociales, remozados en algunos
aspectos, y, su convivencia, con otros
esquemas protectores y asegurativos. El proceso de reforma de la seguridad social
en América Latina y el Caribe, marca un hito, en cierta manera, en la
responsabilidad del Estado en cuanto a garantizar la seguridad social a todas las personas, pues, en las
estructuras organizativas de la seguridad social en América Latina y el Caribe
se observa la aparición de la mercantilización-privatización de la seguridad
social.
3.
Cobertura de los seguros sociales y de la seguridad social en América
Latina y el Caribe antes y después de los procesos de reforma.
Los seguros sociales, como ha quedado señalado anteriormente, es la
institucionalidad asegurativa por excelencia en América Latina y el Caribe,
durante el siglo XX, institucionalidad que hace vida común con una
heterogeneidad de organismos de carácter
previsional de la más diversa naturaleza: benéficos, caritativos,
mutualistas, cooperativos, contractualistas y asistenciales.
Los seguros sociales se consolidan en América Latina y el Caribe bajo el
mismo esquema que le dio origen en la Alemania de Bismarck, en
1883, es decir, como una modalidad de protección obligatoria de la fuerza de trabajo que compromete por
igual a trabajadores, empleadores y el Estado, que frena la potencialidad del
conflicto social obrero-patronal.
Los seguros sociales inician su plan de protección por las contingencias
relacionadas con la salud de los trabajadores y, progresivamente, avanza hacia otros ramos de aseguramiento,
como por ejemplo, la pérdida de los medios económicos de vida como consecuencia de causas biológicas:
enfermedad, accidente, vejez, muerte; y,
la pérdida del empleo.
En 1952, La Oficina Internacional del Trabajo, (OIT), en la conferencia
de ese año, aprueba el Convenio 102, mejor conocido como “Norma Mínima de
Seguridad Social”, en la que se establecen las contingencias mínimas que deben
cubrir los seguros sociales en los países que suscriban y ratifiquen el
Convenio y los sectores de población amparados.
El sesgo profesionalizante o laborista que se da a los seguros sociales
desde su inicio resultará, a la postre, en una de sus mayores debilidades, por
cuanto, los seguros sociales se mantienen con una cobertura poblacional muy
baja- fuerza de trabajo ocupada en el sector formal de la economía-, lo que
sirve de argumentación para que cobre ímpetu la tendencia universalista; pero,
bajo un esquema de responsabilidad individual, con lo que pierde fuerza la
solidaridad intergeneracional y la dignidad humana, como principios
filosóficos, doctrinarios e ideológicos que sustentan la seguridad social como
derecho humano fundamental.
El argumento reformador es el de
la ampliación de la cobertura, básicamente, en pensiones y salud; pero, el resultado
ha sido contrario a lo esperado, sí, es que en verdad, se pensó que un cambio
de actores (público-privado) y una
modalidad de aseguramiento (colectivo-individual), podía ofrecer resultados
distintos a los obtenidos.
Los seguros sociales se mantienen en relación directa con los mercados
laborales y la formalidad laboral. Su campo de aplicación personal, como se ha
dicho, por lo general, es el porcentaje de la Población Económicamente Activa
(PEA), ocupada en el sector formal de la economía, salarizada y localizada en centros urbanos y polos de
desarrollo industrial, cifra que hasta el inicio de la reforma no superaba, en
promedio, el 30% de la PEA. Y, luego,
del freno puesto al proceso reformista, se incrementa a un promedio regional de
40%, incluyendo en este promedio la cobertura de la seguridad social en Chile y
Costa Rica, las de más alta cobertura
poblacional regional. Con la reforma de la seguridad social, desde la
perspectiva pensional, elemento central
de la reforma y definitorio en un sistema de seguridad social, al inicio, como
se ha indicado, la cobertura tiende a ampliarse; pero, tan pronto aparecen los
desequilibrios en la producción y en los mercados laborales, la tendencia
expansiva se frena y comienza a retroceder, cualitativa y cuantitativamente.
La reforma, al menos, la reforma pensional, no cumplió, en su inicio e,
igual, posteriormente, el objetivo de
ampliar la cobertura pensional en América Latina y el Caribe, lo que facilita
la aparición de una corriente favorable
a la contra-reforma. En materia de cobertura de la seguridad social
conviene distinguir entre cobertura legal, cobertura estadística y cobertura
real. La primera, es posible que tienda a la universalidad, “todas las personas
tienen derecho a la seguridad social”; la segunda, es más restrictiva y refiere
a quienes tienen la posibilidad de afiliarse, por ejemplo, “los trabajadores
sometidos a relaciones laborales de
subordinación o dependencia, cualquiera sea el salario y medio de
desenvolvimiento: urbano o rural”. Y, la
tercera, los trabajadores, que, en
definitiva, se afilian y cotizan regularmente. Estas tres formas de medir la
cobertura de la seguridad social, por lo general, no coinciden. La cifra más
baja, es, siempre, la de la cobertura real. Y, esta cobertura es, la que según
medición hecha por la CEPAL, no supera el 40% en toda América Latina y el
Caribe
4.
Los Desafíos de la Seguridad Social en América Latina y el Caribe
América Latina y el Caribe comparten los retos y desafíos que tiene
planteados la seguridad social en el mundo entero.
La AISS, bajo la vocería de
Kiefer Sutherland, destaca las bondades de la seguridad social e, igualmente,
los grandes desafíos a los que se
enfrenta en la actualidad. Veamos:
a) Cada día y todos los días, la seguridad social mejora la calidad de vida
de las personas
b) La seguridad social hace más que otorgar un seguro en tiempos de
necesidad
c) La seguridad social asegura la dignidad
d) La seguridad social contribuye a la estabilidad social
e) La seguridad social es un motor del desarrollo económico sostenible
f) La seguridad social es un derecho universal fundamental
Estas bondades se opacan y oscurecen cuando Sutherland aborda los
desafíos actuales de la seguridad social, a saber:
a) Abordar el envejecimiento de la población
b) Enfrentar la crisis financiera y económica
c) Reducir la brecha de la cobertura
d) Lograr una gobernanza sólida
e) La voluntad política y el rol del Estado en alcanzar la meta.
¿Cuál es la meta de la seguridad social en nuestros días?. Lograr que el
alcance de la seguridad social se extienda a todas las personas del mundo sin
exclusión alguna.
Ciertamente, temas como el envejecimiento de la población, los cambios
en los mercados laborales, la inflación y la inseguridad en los mercados
financieros, conspiran contra la sustentabilidad de los sistemas de seguridad
social, tanto contributivos directos como indirectos o fiscales.
La población mundial tiende a envejecer y las tasas de reemplazo
poblacional se debilitan de manera
considerable. El envejecimiento de la población ligado con la imposibilidad de
los aparatos productivos nacionales para absorber la fuerza de trabajo que
anualmente se incorpora al mercado de trabajo, son factores que inciden
negativamente en la seguridad social. La seguridad de ingresos en la vejez es
uno de los objetivos prioritarios de la seguridad social; pero, este objetivo
se estableció en un mundo joven, con elevadas tasas de reemplazo
poblacional, índices de mortalidad
infantil y general altos, que acortaban la esperanza de vida al nacer, y,
mercados laborales mediados por relaciones típicas laborales, bajo esquemas
salariales y de subordinación o
dependencia de un empleador o patrono. Estos factores determinaron que se
fijaran edades muy tempranas para la desincorporación laboral y, en algunos
casos, requisitos flexibles en cuanto a
edad cronológica, número de cotizaciones y monto de los beneficios
pensionales, con modalidades de ajuste periódico. La situación en la actualidad
es diametralmente opuesta.
La inflación, fenómeno altamente perturbador de la economía y
tranquilidad de la población, es devastadora de las economías individuales y
familiares. El costo de mantener la salud es sumamente elevado e, igualmente,
mantener, el poder adquisitivo del monto de las pensiones, lo que da lugar a
los desequilibrios económicos y financieros de los sistemas de seguridad social
y, eventualmente, a la reducción de
beneficios prestacionales, característica esencial de los sistemas de seguridad
social de la actualidad, inclusive, los regímenes seguristas totalmente
privados.
La inestabilidad de los mercados financieros es otro factor que incide
desfavorablemente en la seguridad social. Los fondos de pensiones ameritan
realizar inversiones rentables y seguras para preservar las reservas técnicas que permiten financiar a
corto, mediano y largo plazo las pensiones causadas, lo que ofrece, sin duda,
la seguridad de ingresos prometida por los sistemas de seguridad social. Los
mercados financieros se muestran inestables, con crisis recurrentes, que ponen
en peligro la rentabilidad de las inversiones y la seguridad de ingresos para
los pensionados.
Mejorar la estabilidad y sustentabilidad de la seguridad social, pasa
por atender los desafíos señalados, caso contrario, la seguridad social perderá sus atributos y bondades, generando
gran conflictividad social.
5.
La revitalización de la asistencia social
En América Latina y el Caribe se alcanzó
durante las primeras cuatro décadas alguno remedos del “Estado de Bienestar”, que, el capitalismo avanzado e, igual, los países
socialistas, habían conquistado después de la Primera Guerra Mundial. A partir
de la década de los años 40, se incorpora en los Pactos Políticos
Latinoamericanos, la noción del constitucionalismo social, que había nacido en
México, con la Constitución de Querétaro, en 1917.
Muchos países latinoamericanos logran desarrollar un marco institucional
de bienestar social, de tipo asistencial, conjuntamente, con la instauración de
lo seguros sociales. Esta tendencia se mantiene con sus bajas y altas hasta la década de los años 80, cuando el pensamiento neoliberal
en boga obliga una reducción de la participación del Estado y,
consecuencialmente, del gasto público en lo social, para dejar espacio al libre
actuar de las fuerzas del mercado. Este libre actuar alcanza a la seguridad
social (seguros sociales) contributiva y
pública, y abre las compuertas para la concepción de una seguridad social menos
solidaria, más mercantilizada e individualizada, contraria al principio de la
universalidad de la seguridad social.
El evidente fracaso de esta tendencia, al menos, en el propósito, si,
ciertamente, lo hubo, de ampliar la cobertura de la seguridad social, hace que
en América Latina y el Caribe reflote el populismo como acción gubernamental y,
junto con él, el asistencialismo social como política pública orientada a
ampliar la cobertura de la protección social a las masas de población
históricamente excluidas y a los nuevos pobres.
Armando Barrientos, describe
apropiadamente esta situación. Al respecto, afirma:
“La
protección social, y especialmente la
lucha contra la pobreza, han pasado a encabezar la agenda política en América
Latina.(…) No es sorprendente que los gobiernos emergentes de centroizquierda
en América Latina presten cierta atención a la pobreza y la desigualdad dadas
sus bases de apoyo naturales y su ideología. En cambio, sí es inusual que
gobiernos de centro derecha (…) hayan identificado la protección social como un
área prioritaria y se hayan comprometido a ampliar los programas existentes de
transferencias para combatir la pobreza (…) Lo que caracteriza el reciente
interés por la protección social es la proliferación de programas de
transferencias de ingresos a hogares en situación de pobreza. Mientras que las
políticas de los 90 se centraron principalmente en reformas a la seguridad
social, la década de 2000 ha estado dominada por la expansión de la asistencia
social. Durante el siglo XX, los sistemas de protección social de la región
estuvieron dominados por la seguridad social y el principio de contribución. El
crecimiento de los programas de transferencias para combatir la pobreza desde
comienzos del siglo XXI, en cambio, hizo hincapié en la asistencia social y el
principio de ciudadanía (…)”.(Barrientos, 2012)
La seguridad social es un derecho social, fundamental, de toda persona,
así lo ha reconocido la Declaración Universal de los Derechos Humanos y, buena
parte, de las Constituciones Políticas latinoamericanas y caribeñas; por
consiguiente, a nuestro juicio, el tema del enfrentamiento de la pobreza no es
cuestión de la prioridad que se le conceda a lo contributivo o a lo
asistencial. En la actualidad, la seguridad social, concebida como derecho,
comprende toda forma de protección social: segurista o asistencial. La
seguridad social, desde la perspectiva contributiva, supone que las personas
tienen las posibilidades y oportunidades para obtener los medios de vida,
satisfacer sus necesidades y asegurar su protección social en todo momento o
etapas de la vida humana. El resplandecer
del asistencialismo, no se debe al carácter contributivo de una cierta
concepción limitada de la seguridad social, es, a decir verdad, el
reconocimiento político de la incapacidad para colocar a las personas en
condiciones para procurarse sus medios de vida mediante el trabajo productivo.
El asistencialismo no es condenable; pero, la simple transferencia de ingresos
económicos a las personas y familias consideradas pobres, lo que ha sido probado
a lo largo de la historia humana, no ha sido, ni será, la vía para garantizar
calidad de vida y bienestar.
6.
Hacia una redefinición de la
política social y la seguridad social.
Cuatro documentos, de fecha reciente, emanados de la OIT, OMS y de la
AISS, marcan la pauta para una redefinición de la política social y de la
seguridad social.
A finales del siglo XX y comienzos
del siglo XXI, la OIT, preocupada por el rumbo que adquirieron los procesos de reforma de la seguridad
social; la tendencia al envejecimiento de la población; los cambios en los mercados laborales; las
crisis financieras; y, el impacto de estos fenómenos en el equilibrio financiero de los
sistemas de seguridad social, elaboró tres
documentos con contenidos de gran importancia y significación para la
seguridad social.
El primero de estos documentos, se denomina “Seguridad Social: Un nuevo
consenso”. En este documento, la OIT hace una revisión profunda de la situación
mundial de la seguridad social y su vinculación con las políticas de desarrollo
social y económico. Parte, la OIT, de un supuesto básico, el logro alcanzado
por la seguridad social en el pasado es producto del consenso de empleadores
privados, trabajadores y el Estado. Este consenso se fracturó con las políticas
neoliberales que se impusieron en gran parte de los países del mundo, en las
dos últimas décadas del siglo XX, con resultados lamentables para la seguridad
social y, en general, para todos los programas públicos de protección social;
por consiguiente, hoy día, se requiere de un nuevo consenso para fortalecer la
seguridad social como principal instrumento de protección social.
El segundo documento de la OIT, de indudable trascendencia, es el que
contiene “la estrategia de trabajo
decente para luchar contra la pobreza”. Con esta estrategia, la OIT busca, efectivamente, adecentar el
trabajo de los seres humanos, procurando mayor estabilidad en el empleo,
mejores remuneraciones, mayor protección social de los trabajadores, acceso a
las redes de servicios sociales y un regreso al diálogo social. Posteriormente,
en el año 2012, la OIT, conjuntamente, con la OMS, dan a conocer el Informe elaborado por una Comisión
presidida por Michelle Bachelet, ex presidenta de Chile, bajo el título: “Piso
de Protección Social”. En este documento, la Comisión, llama la atención
mundial, sobre la necesidad de definir una política social que supere la
situación de pobreza en la que se
encuentra un alto porcentaje de la población
del planeta. Con la política, “Piso de Protección Social” se busca
garantizar seguridad de ingresos en la vejez; acceso a los servicios de salud, atención médica integral y de
calidad, ante el riesgo de pérdida de la salud por enfermedad o accidente por
cualquier causa; y, acceso a la red de servicios sociales. Esta política
combina programas seguristas y asistenciales y el propósito es ampliar la
cobertura de la protección social. Finalmente, un cuarto documento, emanado de
la AISS, bajo el título: “Una Seguridad Social Dinámica: Asegurar la
estabilidad social y el crecimiento económico”, nos presenta un nuevo panorama
de la seguridad social y su importancia como factor fundamental del desarrollo
económico de los pueblos.
Los cuatro documentos, brevemente reseñados, ofrecen a los gobiernos del
mundo orientaciones precisas y válidas para redefinir la política social,
orientándola a la conquista de la meta de ofrecer seguridad social para todas
las personas sin exclusión alguna.
Para el caso particular de América Latina y el Caribe, conviene,
destacar, también, por su importancia, la Carta Andina de Seguridad Social y
los Acuerdos Bilaterales y Multilaterales en materia de Seguridad Social,
suscritos por los gobiernos de los países miembros de la comunidad andina. De igual importancia, es el
“Acuerdo Multilateral de Seguridad Social del MERCOSUR”.
7.
El desafío de la extensión de la cobertura de la seguridad social en
América Latina y el Caribe.
América Latina y el Caribe, constituye un sub-continente en el que la
seguridad social, desde su instauración en estas latitudes, asumió el sesgo
característico de los seguros sociales, es decir, el sesgo laboralista o
profesional, lo que dio como resultado una baja cobertura poblacional derivada
de la importancia del sector primario de la economía y un escaso desarrollo industrial; por consiguiente, poca
población asalariada susceptible de cotizar o contribuir con el financiamiento
de los seguros sociales.
Oscar Hernández Álvarez, analiza acertadamente esta situación de la
cobertura poblacional de los seguros sociales en Latinoamérica, coincidente con
el diagnóstico realizado por Carmelo Mesa-Lago.
“(…) En realidad el gran déficit
de las sociedades latinoamericanas en relación con sus trabajadores no se
encuentra en relación a la existencia de una adecuada legislación laboral sino
en la seguridad social.(…) la gran dificultad que experimentan muchos trabajadores
que, en general, disfrutan de la tutela legislativa laboral, aparece cuando
deben afrontar contingencias que no pueden atender adecuadamente con su salario
y demás beneficios legales o contractuales. Cuando el trabajador enferma, muere
o entra en una desocupación crónica, cuando se hace viejo y pierde sus
facultades productivas, el Derecho Laboral deja de ser un instrumento adecuado
de ayuda. Es entonces cuando la seguridad social debería prestar al trabajador
el auxilio que ya no le da el Derecho del Trabajo y es entonces cuando
desgraciadamente, la seguridad social en muchos países de la región
latinoamericana aparece como bastante inadecuada para llevar a cabo esta
importante misión”. (Hernández Alvarez (2009)
Este mismo autor, fundado en cifras
provenientes de la CEPAl, en informe sobre “La Protección Social de cara al
futuro: acceso, financiamiento y solidaridad”, señala, que: “(…) Para el año
2006 el porcentaje de trabajadores de la región que cotizaba a la seguridad
social era apenas del 38,7%. Esta cifra (…) supone un promedio que comprende
desde los países con cobertura más amplia (Costa Rica, con el 65,3% y Chile con
el 64,9%) hasta los de cobertura más baja ( Paraguay 13,5% y Perú 13%). Esta
baja cobertura de la seguridad social se corresponde con la existencia de un
alto porcentaje de la población (42%) que se encuentra debajo de la línea de
pobreza y sin protección social básica” (Hernández Álvarez, 2009)
Este drama social de América Latina, que existe, que es real, trata de
ser abordado por los gobiernos de distinto tipos mediante medidas y programas de corte
asistencial, transfiriendo recursos económicos a las personas y familias
privadas de dichos recursos. Consideramos, que, el asistencialismo, por sí
solo, no es la vía correcta para extender la cobertura de la seguridad social y
la protección social. El asistencialismo, puede constituir un piso de
protección social, como lo recomienda la OIT; pero, para construir sobre él,
otros pisos de protección, garantes de una mejor y mayor calidad de vida y un
mayor bienestar social de la población en su conjunto. Hacer de las medidas
asistenciales un fin en sí mismo, es dilapidar recursos por cuanto la situación
de pobreza, concebida integralmente, no se supera con limosnas, sino con un
enfrentamiento pleno que tenga por norte el desarrollo de la actividad
económica sustentable, la educación de la población y la generación de empleo de calidad para la fuerza de trabajo.
Sí, tales condiciones se dan, las personas están en capacidad de generar sus
medios de vida y contribuir al financiamiento de su seguridad social, bajo un
marco de solidaridad y justicia social.
8.
Asistencialismo vs Seguridad Social en Venezuela
Venezuela, es el país
anfitrión de esta Conferencia de CLACSO, por tanto, merece una consideración
especial respecto al tema abordado. A partir
de la tercera década del siglo XX, Venezuela, dio inicio a lo que se
conoce como proyecto modernizador, en cuya ejecución cumplió papel importante
el Estado, alimentado por una renta petrolera creciente que permitió, entre
otras acciones, establecer un marco institucional importante de carácter
asistencial, el cual pierde intensidad a finales de siglo, para dar lugar a una
restricción significativa de la participación del Estado en lo social, típica
acción de los programas de ajuste recomendadas por los organismos financieros
internacionales.
En Venezuela, el
siglo XXI, ha significado el retorno del populismo, bajo un modelo de
desarrollo económico, social y político, bautizado con el nombre de “socialismo del siglo XXI”.
Este socialismo, tiene, por característica, la acentuación del asistencialismo
como política social del Estado, mediante la creación y puesta en marcha de una
serie de programas (misiones sociales) estructurales, unos; y, coyunturales
otros. Se trata de una política de transferencia neta de recursos monetarios y
otras prestaciones hacia sectores de población de bajos recursos económicos. La
seguridad social, o, mejor dicho, los programas sociales contributivos, han
quedado al margen, ahogados por el
asistencialismo social, con el cual se ha distribuido parte de la renta
petrolera en los sectores de población con privación económica. El régimen
contributivo de los seguros sociales se ha fundido o fusionado con el régimen no contributivo o
asistencial, si demarcación alguna que los separa e identifique. En Venezuela,
desde este punto de vista, muestra tendencia a la extensión de la cobertura de
la protección social, sin tener para ello una base sólida de sustentación financiera.
Bibliografía
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Grupo consultivo presidido por Michelle Bachelet, convocado por la OIT con la
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